dilluns, 3 de desembre del 2007

Al final, tendrá que callarse.

Parón a la torrencial palabrería bolivariana. Parece que el referéndum salió chungo. Adiós esperanzas de ser reelegido sine die; adiós a las reformas sociales y económicas, como la semana de 36 horas; adiós a la ampliación de poderes del Presidente que aun quería mandar más de lo que manda que es ya mucho mandar; adiós a todo eso. Goodbye to all that

Dado que el señor Chávez se comprometió (creo que con una nieta en brazos) a respetar el resultado del referéndum, fuese el que fuese, no tengo duda de que lo hará. Eso no será óbice para que el hombre siga buscando mecanismos para llevar adelante la llamada "revolución bolivariana" que, por cierto, podía aprovechar este brusco parón que le ha dado la voluntad popular para reflexionar acerca de qué quiere, a dónde va y, sobre todo, ¿qué es? Porque una revolución es una acción autojustificativa, que rompe todo molde de legitimidad. No se hacen las revoluciones desde el poder, sino que al poder se llega desde las revoluciones y sin muchos miramientos. Eso de hacer la revolución desde la más alta magistratura del Estado, la presidencia de la República, sobre ser sorprendente, es una quimera porque, como se ve, la magistratura tiene un plazo mientras que la revolución, no. Las revoluciones no se terminan; las magistraturas, sí. Para acompasarlas hay que contar con la voluntad popular y la voluntad popular dice que "no".

Por supuesto, imagino que el resultado todavía puede variar por algún recuento perdido y que gane el "sí" por décimas. En ambos casos es derrota. La revolución ha de llevarse a la mayoría de calle o renunciar a ser.

De todos modos le queda un tiempito al señor Chávez para poner en marcha algún otro mecanismo que le permita seguir mandando pues parece es cosa que le priva. En esta ocasión, la audiencia le ha dado la espalda. Los venezolanos no son ciudadanos sino que son la "audiencia" de un poder que se manifiesta, sobre todo, a través de la televisión, como los telepredicadores, que eso se le da muy bien al señor Chávez. Por televisión y con su nietecita en brazos salió pidiendo el voto para la revolución bolivariana y el socialismo del siglo XXI. Lo de la nietecita es un reclamo iconográfico elemental: votad por su futuro. ¿Quién no tiene hijos?

Y, a pesar de todo, parece que ha ganado el "no", algo más del cincuenta por cien del sesenta por cien; o sea, un treinta por ciento de la población más o menos, ha parado los pies a Bolívar resurrecto porque sus partidarios son todavía menos. Quizá si, en lugar de andar por ahí de cumbre en cumbre, metiéndose donde no le llaman y soltando baladronadas, el señor Chávez se ocupara de los asuntos internos recuperaría algo del carisma que obviamente ha perdido. Podría dedicarse con mayor provecho para su pueblo a ver de salir adelante en una economía montada en el dólar pero regida de modo aberrante, con una mezcla de libre mercado e intervencionismo que siembra el pánico en los mercados, lo que explica que la gasolina no cueste nada, pero sea dificilísimo comprar un coche. El socialismo y sus malas jugadas.

Al final parece que tendrá que callarse y ponerse a trabajar.