dilluns, 1 de setembre del 2014

El regreso de Palinuro.

Claude, Eneas se despide de Dido en Cartago, 1676.
Rayos y truenos. Ya pensaba que no llegaría a puerto. Se recordará que el siete de marzo de este año anuncié la interrupción no definitiva del blog por sobrecarga de trabajo y que prometía volver apenas esta se hubiera aliviado. Así ha sido y cumplo mi amenaza. Aquí estamos otra vez. Nueva época. Y vaya si han sucedido cosas entre tanto. A veces me costaba contenerme; pero lo logré. Con el trabajo ocurre como con los héroes que vuelven a casa, que puden entretenersee en algún lugar del camino. Eso pasó con mi patrón. Desembarcar en Cartago y enamorarse de la reina Dido fue todo uno. Y en estos amoríos, ya se sabe, priva la holganza y la buena vida. Y ¿quién que haya probado las delicias de la molicie añora el áspero errar de la aventura? Pasaba, pues, Eneas los días en brazos de la princesa de Tiro y parecía olvidarse de su destino: vengar Troya.

Con el trabajo sucede algo parecido: envicia y uno pretende quedarse más tiempo hurgando en los enigmas del pasado o del presente, tratando descifrarlos, aportando alguna idea, a ser posible no enteramente errónea. Los frutos, buenos o no tan buenos, empezarán a verse a partir de fines de septiembre o comienzos de octubre. En resumen, y creo que no está mal, por esas fechas aparecerán: un libro colectivo con los trabajos de un congreso sobre ciberpolítica del año pasado en el que están las últimas novedades; una traducción y edición crítica del clásico de Henry Maine, El derecho antiguo, un monumento de la teoría evolucionista desde un punto de vista jurídico;  una traducción del último libro de Erik O. Wright sobre Utopías reales, el último análisis neomarxista sobre el capitalismo y las (escasas) posibilidades de superarlo; y un libro mío sobre el ser de España y la cuestión catalana que es lo que más me ha ocupado, como era de esperar. Haber terminado el trabajo produce una doble sensación de alivio: de un lado por el cese de la tensión y de inquietud por otro, a ver cómo serán recibidos los productos de tus desvelos.

La flota avista el puerto. Le fue duro a Eneas separarse de Dido. Hubieron de intervenir los dioses porque por sí solo no lo hubiera conseguido pues Dido era mujer de extraordinario talento; mucho más que mi patrón. Solo la fundación de Cartago, antes de la de Roma, demuestra agudísimo ingenio. Tanto que su estratagema se conoce hoy en matemáticas como "el problema de Dido". Añádase a ello su belleza y se entenderá que yo me preguntase si algún día volveríamos a la mar. Pero Zeus envió a Hermes con órdenes tajantes: hay que cumplir el destino; hay que zarpar. Así se fundó Roma, se suicidó Dido y ganó reconocimiento artístico a lo largo de los siglos. El Lamento de Dido, de la ópera de Purcell sigue fascinando, como hace cuatrocientos años, aunque en ella -¡ah, el nacionalismo!- la reina fenicia represente a Inglaterra. Dido despide a Eneas en el puerto de la ciudad que, pasados unos siglos, los descendientes de este arrasarán, como los griegos arrasaron Troya.

A veces pienso que me hubiera ido mejor personalmente como piloto con los aqueos. No en la nave de Ulises, pero sí en la de Menelao o en la de Agamenón. Por lo menos, hubiera llegado vivo a destino. Pero eso era impensable siendo troyano, de la estirpe de los perdedores. Yo iría con los míos, aunque me costara la vida. Mejor hundirte con los tuyos que navegar placenteramente con el enemigo.

Ya está bien de rollos. Navegamos de nuevo. Tenemos viento favorable y la mar está picada, con amenaza de ir a más. Parece que apunta tormenta al comenzar el curso. El verano ha sido intenso y con acontecimientos de peso mediático, incluidos los propósitos del gobierno, como esa ley ómnibus por la que se altera medio ordenamiento jurídico y el anunciado programa de regeneración democrática, cuyo punto esencial es la elección directa de alcaldes. Cosas todas de calado y, sin embargo septiembre se abre con lo que el gobierno más teme y para lo que no tiene solución:  el proceso soberanista y la posibilidad de la secesión de Cataluña. El acontecimiento más importante en España desde la transición, debido a que es el que cuestiona el sistema político salido de ella, su estabilidad, su organización básica y, por eso, la vida cotidiana de los españoles.

Las autoridades aparecen atrincheradas en un "no" sin concesiones ni apertura al diálogo. No habrá consulta y la convocatoria que apruebe el Parlament, irá directa al Tribunal Constitucional que la anulará. Con su inimitable estilo autoritario, el gobierno ya lo ha anunciado, dejando de paso a dicho órgano con las vergüenzas partidistas al aire. Pero eso no resolverá la cuestión; la enconará y nadie se atreve a predecir qué formas tomará luego el conflicto. Nadie tiene propuestas alternativas en el marco de la legislación vigente salvo esa imprecisa promesa federal del PSOE que, en todo caso, requeriría una reforma de la Constitución y el concurso del PP. También la parte catalana tendrá que imaginar qué hace, pero ya se barajan distintas propuestas, desde el desacato al Tribunal y la desobediencia hasta la convocatoria de elecciones anticipadas de carácter plebiscitario, con una posible declaración unilateral de independencia por medio.

El meneo de tablero político de las elecciones europeas ha sido grande y sigue concentrando la atención de los analistas. Se especula sobre si cambiará el sistema de partidos; si el PSOE se hundirá al nivel del PASOK; si puede haber un frente popular;  si se materializa una opción similar a la Syriza griega; si, por fin, se inicia de verdad la lucha contra la corrupción. Así pues, los asuntos sobre los que se quiere debatir en público son el autoritarismo del gobierno, la corrupción y la unidad de la izquierda. La cuestión catalana no está en primer plano.   En Cataluña, sí. Y en los próximos días, con la Diada y el referéndum de Escocia, más. Pero no en el conjunto de España.

Los famosos, artistas, intelectuales españoles han sido incapaces de escribir algo parecido a la carta que 200 personalidades inglesas dirigían a los escoceses, reconociendo su derecho a marcharse pero pidiéndoles respetuosamente que no lo hagan. Aquí, al revés, se han suscrito manifiestos negando a los catalanes el derecho a decidir por su cuenta de modo bronco o más suave. Los artistas e intelectuales españoles hablan bien o mal de Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia; pero, de Cataluña, solo mal. Y, sin embargo, el destino de España depende de Cataluña. Como el de Eneas, de Palinuro.