dijous, 6 de novembre del 2014

De lo más alto a lo más bajo.


Palinuro lo dice hace lunas: los dos asuntos más importantes, los más graves y trascendentales para España son Podemos y la autodeterminación de Cataluña. Puede decirse que los dos fenómenos son muestras de dos movimientos profundos, uno de carácter popular, pero también nacional, y otro de carácter nacional pero también popular. Dos movimientos que no nos atrevemos a llamar revoluciones y tampoco son rebeliones porque ambos son pacíficos y democráticos. Podemos es el popular-nacional y el soberanismo catalán el nacional popular.

El sondeo del CIS ha puesto nerviosos a los demás partidos institucionales. Se anuncia un cambio drástico en el plácido turnismo bipartidista para dar paso a un tripartidismo inédito. Pero son muchas las voces que cuestionan el crédito que merece el instituto demoscópico. Habría de ser la única institución del Estado y el gobierno en la que este y su partido no hubieran intervenido para ponerlo a su servicio, como han hecho con todo, desde el Tribunal Constitucional a la RTVE. En este caso hay más motivos. Concede la máxima intención de voto directo a Podemos, pero luego la pondera (vulgo "cocina") con otros datos y variables para conseguir una foto fija más exacta. Uno de esos datos es la memoria del voto, pero teniendo en cuenta que Podemos es neófito, la memoria de voto puede inducir a error. En todo caso, la intención del 27,5% para el PP se antoja desmesurada. La del PSOE es algo más verosímil y pone de relieve la tarea del partido de sobrevivir al empuje de Podemos y evitar el triste destino de IU, cuyos dirigentes tienen la moral a la altura de los últimos de Filipinas. Y eso sin contar con que la intención real de voto de Podemos es sensiblemente superior a ese 22,5% que le atribuye.

Pero eso son los cálculos electorales. El aspecto cuasirrevolucionario de la situación es que un partido recién creado se haya impuesto tan rápidamente y haya conquistado el voto de tanta gente. Y no un partido al uso sino uno que cuestiona los fundamentos constitucionales del sistema en el que actúa, un partido radical. Uno que ha pasado de la nada a pedir un voto de mayoría absoluta y tener expectativas razonables de conseguirla. Parece lógico, porque llevar adelante su empeño quizá solo sea posible con un gobierno monocolor. Pero la mayoría absoluta son muchos votos y para conseguirlos hay que elaborar un discurso comedido. Ese parece ser el gran acierto de Podemos: traer un programa radical formulado en un discurso democrático y moderado. Eso explica los esfuerzos de muchos periodistas de ultraderecha que tratan de "desenmascarar" a Podemos descubriendo bajo su pátina civilizada a unos sanguinarios bolcheviques, dispuestos a asesinar a mansalva. Pero, como la gente no somos estrictamente idiotas, esos ataques solo sirven para llevar votantes a los atacados.

Podemos proviene del 15M; pero no del 15M como tal, sino de una reflexión sobre él: se recogen las reivindicaciones populares formuladas en contextos asamblearios pero se articulan por una acción de partido. Y ahí, en el interior del partido, no en los ataques de los energúmenos de la derecha, es donde se encuentra el peligro para las perspectivas de Podemos. Se trata de la discrepancia entre el sector más o menos trostkista de Izquierda Anticapitalista y el mayoritario (en el sentido etimológico de bolchevique) de la organización. Esta ha decidido vetar la doble militancia en los órganos directivos. Para los de Izquierda Anticapitalista, los trostskistas o antiestalinistas este veto es el segundo error tras el primero de elegir una dirección unipersonal, estilo estalinista tradicional; segundo error consistente en suprimir las voces discrepantes en los órganos de dirección. No se sabe qué alcance tendrá este conflicto, pero es el más grave en el seno de la formación.

Hay algo más en Podemos que, para los críticos como Palinuro, resulta de mal augurio como es su deliberada ambigüedad en tres asuntos que son decisivos a la hora de aquilatar los acciones de los partidos, en concreto el dilema Monarquía/República, el tratamiento de la Iglesia Católica y la cuestión catalana. Son tres pilares de la nación española y Podemos plantea, sí, reivindicaciones populares pero con un trasfondo típicamente nacionalista, nacionalista español. Esa insistencia en la soberanía y las tímidas y ocasionales apelaciones a la Patria, son la base de una doctrina que empieza a ser popular y acaba siendo nacional en el sentido gramsciano.

Pero lo verdaderamente "nacional-popular" se manifiesta en Cataluña. La otra revolución que se da hoy en España, la fundamentalmente nacional, la pretensión de que Cataluña se independice y se dote de un Estado nuevo, algo de lo que el nacionalismo español de derecha o de izquierda no quiere ni oír hablar y frente a lo cual es tan beligerante como los partidos dinásticos y los comunicadores neoliberales y neoimperiales frente a Podemos. O más. Allí donde se llama a estos comunistas, y/o populistas, el calificativo que suele caer a los independentistas y soberanistas en general es nazis. Por supuesto, ambos comparten el estigma de ser filoetarras. Hay una inquina feroz.

Al concentrarse en el objetivo nacional, los soberanistas parecen menos populares. Al fin y al cabo lo comparten sectores radicales y conservadores que forman una especie de frente. Pero todo el mundo subraya el carácter transversal, fuertemente enraizado en la sociedad civil, del soberanismo, un movimiento popular encabezado por sus instituciones representativas. Algo con lo que los españoles no pueden ni soñar. Por eso, la actitud de cerrada negativa española a la negociación es lo que más conviene al frente soberanista para mantener su equilibrio y su unidad. Al menos hasta llegar a la prueba de fuerza del 9N, en la que nadie sabe qué pueda pasar. El peligro para el soberanismo tampoco viene de fuera, del hosco nacionalismo español, sino, una vez más, de dentro. En la medida en que el soberanismo moderado, conservador, burgués, valiéndose de la movilización/participación del 9N, establezca una línea de negociación con el Estado sumamente ventajosa, pero que renuncie a la reivindicación independentista.

Y de estas cuestiones así tratadas, la soberanía, el radicalismo, la democracia, el liderazgo, el derecho a decidir, la nación, la independencia, que son las más altas que suelen ventilarse en los debates políticos, en España se pasa sin solución de continuidad a las más bajas: el pillaje de las arcas públicas, el cobro de sobresueldos, el fraude, el engaño, la malversación, el cohecho, la mamandurria, el enchufe, el caciquismo. Con las primeras, las más altas, se ocupan, según se ve, Podemos y el soberanismo catalán; de las segundas, las más bajas, viles, miserables, se ocupan los partidos dinásticos, especialmente el PP, partido de gobierno que más parece una banda de ladrones, presidido por un personaje que carece de parangón. Es el presidente un político profesional que alcanzó el poder recurriendo a la demagogia y la mentira, y lo mantiene mediante la represión, la censura y la ocultación . Su comportamiento personal es de cuestionada moralidad por cuanto parece incurso en las corrupciones que caracterizan a su partido: cobro de sobresueldos en B durante años, aceptación de pagos en especie, como trajes, viajes, etc., de la trama corrupta que se encargaba de la presunta financiación ilegal de su partido.

De lo más alto a lo más bajo. Mientras los dirigentes de Podemos y los soberanistas catalanes mantienen un nivel digno de discurso en el que se debaten cuestiones importantes para la colectividad, estos otros pájaros de la derecha, los del PP en los distintos niveles de gobierno, sin olvidar a los del PSOE en Andalucía, comparecen en público y consumen el tiempo del auditorio, jurando ser honrados, afirmando no haberse enriquecido, desmintiendo acusaciones de granujería que son una vergüenza, implicad@s, salpicad@s, directamente inmers@s en asuntos de latrocinio, mangoneo, expolio y robo que son la vergüenza de la colectividad.