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diumenge, 2 de juliol del 2017

El recto camino

La política, la continuación de la guerra por otros medios algunos de los cuales pueden ser las acrobacias y las burlas, propias de la lucha libre profesional en lugar de los cruentos. En general, los políticos no son belicosos. Pero les gusta aparentarlo. Sea guerra, sea lucha libre, lo esencial es que no hay reglas. Los golpes pueden venirte de cualquier parte. No puedes tener espalda y las palabras son los primeros puñales envenenados, que se clavan al enemigo o al aliado, según convenga.

El País está muy molesto con el anunciado giro izquierdista del PSOE. Las declaraciones antirreferendarias de Sánchez lo han tranquilizado en el frente catalán, pero los compadreos con Podemos le parecen peligrosos. Así, tras haberlo apoyado a medio gas en su enfrentamiento con Susana Díaz, ahora lo castiga restándole votos por su proclividad izquierdista. No se pone aquí en duda la validez de los datos, sino su interpretación. Según el diario el descenso en apoyo electoral (subrayado retóricamente al presentarlo como una reversión de una trayectoria ascendente) se debe al supuesto abandono del centro y la aproximación a Podemos. Pero esa interpretación es tan válida como la contraria, esto es, que se castiga al PSOE por no haberse echado suficientemente a la izquierda. Las redes están llenas de críticas a lo que se considera el retorno del "nuevo PSOE" a las pautas entreguistas del viejo. Es incluso tan válida como una "técnica", esto es, que el electorado se da un respiro antes de consolidar una tendencia porque no es infrecuente que las decisiones electorales de cambio se tomen en dos tiempos.

El PSOE, según este ponderado parecer del que está consagrándose como el diario de referencia de la derecha, debe rectificar el rumbo garantizando dos extremos: la estabilidad del gobierno de la derecha hasta el fin de la legislatura y la unidad de España a base de impedir la realización del referéndum separatista. No se sabe si porque cree que es la condición normal de la política o, por el contrario, por creer que es extraordinariamente anormal, el conservadurismo simula pensar que un gobierno desprestigiado de raíz en toda su gestión por sus prácticas autoritarias y corruptas tiene autoridad para enfrentarse a la reclamación independentista con unos procedimientos que la comunidad internacional ya está dejando claro que no verá con buenos ojos.

Cuando España fue excluida de la ONU, en Madrid aparecieron pintadas falangistas del tenor "Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos". Muy probablemente, la derecha esté tentada a responder de igual modo delirantemente autárquico ante una eventual intervención exterior en el conflicto con Cataluña. La cuestión es averiguar si esa será también la línea que adopte el PSOE. ¿Cuál es el recto camino del PSOE en la cuestión del referéndum y consecuencias? ¿El mismo que el de la derecha?

El error del nacionalismo español es enfrentarse al independentismo con los conceptos de hace un siglo. El nacionalismo catalán del XIX y primeros del XX se articuló en términos políticos, como asunto de partidos y en ese terreno tuvo las respuesta del nacionalismo español, la misma que este ha empleado en la aceleración del conflicto desde la reforma del Estatuto de 2006. No percibió que el independentismo había dejado de ser un asunto político para ser social en su sentido más amplio; había dejado de ser monopolio de los partidos para convertirse en objeto de las asociaciones de la sociedad civil; había dejado de ser proyecto de clase (si es que alguna vez lo fue) para convertirse en una reivindicación transversal e interclasista.

Ninguno de los perjuicios que el nacionalismo español prevé a consecuencia del independentismo ha hecho mella en este: el de la división de la sociedad catalana, el del empobrecimiento, el de la ocultación de corrupción estructural del 3%, el de la expulsión de la UE. Al final solo queda la conminación al cumplimiento de la ley apoyada en la amenaza del uso de la fuerza. Asegurar que el apoyo del PSOE a esta línea de acción no es propio de la izquierda suena bien pero es falso. Cuando le tocan la fibra nacional, la izquierda puede reaccionar de esta forma y lo ha hecho en numerosas ocasiones. 

Lo que debe mirarse aquí no es si apoyar la política de represión y uso de la fuerza es más o menos de izquierda, sino si es racional; si el medio elegido es el adecuado para conseguir el objetivo que se propone. Frustrar el deseo de referéndum del 80 por ciento de los catalanes, negar la reivindicación independentista de millones de personas, impedir la acción de sus instituciones representativas y todo ello por la fuerza no es el procedimiento para mantener la unidad de España. Al contrario, ese uso de la fuerza no será esporádico u ocasional, sino que se convertirá en permanente, lo que apunta a una situación de ingobernabilidad insostenible. 

La soberanía de España es limitada tanto hacia el exterior como hacia el interior. Ignorar esos límites es una receta para el desastre y es preocupante comprobar que el PSOE se ciñe al guión.

dijous, 29 de juny del 2017

El Rey de los españoles

Delenda est Monarchia, decía Ortega en 1930. 87 años después, ahí seguimos. Dispuestos, al parecer, a otros 87 y más aun; por la eternidad. La Monarquía es un régimen político que depende exclusivamente de la capacidad reproductora de su titular e, incluso, cuando esta falla, encuentra remedios de variado tipo para restablecerse o restaurarse.

Según se dice, los especialistas y expertos en la redacción del discurso del Monarca se han esmerado al extremo de que todo el mundo da el texto como muy medido, equilibrado, responsable, atento, pero firme. Dos temas cruciales ha acotado la arenga, el nombre común dictadura, explícito y el nombre propio, Cataluña, implícito. En ambos puntos el Rey desbarra. Tan bueno no es el trabajo de redacción.

La designación de Dictadura al régimen anterior, al que su padre juró lealtad, trata de acompasar el discurso del poder con el normal raciocinio humano en la sociedad actual. El franquismo fue una dictadura (y genocida, de una extraordinaria crueldad) y así piensa prácticamente todo el mundo. Aunque con un retraso bíblico de 40 años, la Monarquía reconoce la naturaleza dictatorial del régimen de Franco. A eso lo llaman los cortesanos "modernizarse". 

Se entiende que el Rey anterior se deshiciera en elogios del dictador y guardara recuerdos paterno-filiales de eterno agradecimiento por lo cual no podía llamarlo "dictador". Pero el hijo es otra cosa. Más siglo XXI y llama "dictador" a un "dictador". El problema es que la dictadura de aquel dictador es el origen de esta Monarquía, su único título de legitimidad. Precisamente ahora se "moderniza" así:la guerra civil y la dictadura fueron una inmensa tragedia sobre la que no cabía fundar el porvenir de España. ¿Alguien llamaría a esto una "redacción ajustada"? Pero, ¿no es él mismo lo que entonces era el porvenir de España?

Al lado de esta fabulosa incompetencia de concepto palidecen las demás lindezas del discurso en torno a la transición. Incluso ese subrepticio intento de apuntarse a la teoría de las "cosas buenas" del franquismo, vago recuerdo de la tecnocracia del "Estado de obras" de la Obra. Un modernizador siempre reconoce a los de su quinta.

El propósito del lavado de cara real es afirmar que aquella legitimidad tinta en sangre de la dictadura quedaba remozada a su paso por la transición, las elecciones, la Constitución y la nueva legalidad que ahora, sí, es legítima y debe aplicarse cuando corresponda, con entera tranquilidad de conciencia.

Y aquí viene el segundo desbarre, oído cocina Cataluña. Los cantos son los habituales: la unidad de España en la diversidad de sus territorios. El sano regionalismo de Fraga llevado a los insólitos extremos del autonomismo por el mismo Fraga y otros no menos bienintencionados españoles empeñados en encontrar un encaje de Cataluña en España, cuestión secular. Con esto se cierra la transición cuyo significado secreto es que produce una solución de continuidad entre el padre, servidor de la dictadura, y el hijo, su crítico y adversario.

Desde la altura de esta imaginaria e ilusoria purificación, el Monarca se siente autorizado a amenazar al independentismo catalán con consideraciones de la cosecha de Rajoy sobre la necesidad del cumplimiento de la ley porque fuera de esto no hay nada bueno. Si lo sabrá él, que preside un gobierno y un partido en el que hay docenas de cargos fuera de la ley.

Y todavía más profundo desbarre la subalternidad del Rey no solo a los argumentos de Rajoy, sino a su actitud autoritaria de negarse a reconocer la existencia de un problema y a arbitrar medidas para resolverlo por la vía de la negociación y no de la represión. Que es justo a lo que apunta el Monarca al respaldar miméticamente la actitud política de un gobierno que lleva al país a una situación crítica.

En realidad, ayer habló el Rey de los españoles para amenazar a los partidarios de un referéndum "ilegal" en Cataluña en general y en concreto a los independentistas que, además, son republicanos.  Felipe VI, crítico de la dictadura y debelador del independentismo catalán. Tendiendo puentes para celebrar la transición.

dimecres, 28 de juny del 2017

El triángulo

Las cosas parecen ir rodadas. Sánchez, cuya pegada como líder está sembrando el desconcierto, ya se ha reunido con Iglesias en el comienzo de lo que acabará siendo una unidad de acción del PSOE y Podemos, lo llamen como lo llamen. Es lo lógico y lo que innumerables voces reclaman hace años. La unión de la izquierda. Palinuro ha sido siempre partidario. Incluso propuso una fórmula para resolver el siempre intratable tema catalán, consistente en que orillaran sus diferencias sin eliminarlas. Y ver luego cómo reaccionaría el bloque independentista ante una moción de censura (MC) con Sánchez de candidato.

Desde luego, la propuesta de unidad de la izquierda no se agota en la MC y hasta puede prescindir de ella. Pero, para llegar al gobierno, la izquierda necesita ganarla y esto solo es posible, manteniendo la línea de izquierda, con los votos independentistas catalanes.

Hay otras variantes, sin duda, pero todas tienen peplas. La primera sería una MC apoyada por PSOE, Podemos y C's que tendría una clara mayoría absoluta sin precisar los votos catalanes. Pero parece ser la más improbable, dada la incompatibilidad existente entre Podemos y C's, que sus dirigentes convierten en inquina personal.

La segunda variante sería olvidarse de la MC y seguir la legislatura arbitrando una oposición de "geometría variable". En algunos aspectos la mayoría sería con C's y en otros con los indepes catalanes. Esta opción es en parte la que (salvando el vade retro a Podemos y los indepes) proclamaba como propia el PSOE de la extinta Gestora. Una oposición dura a un gobierno en minoría. Nadie se lo tomó en serio pero la llegada de Sánchez ha cambiado visiblemente las tornas. Esta variante tiene otros inconvenientes. Retrasa el acceso del PSOE y la izquierda al gobierno hasta las próximas elecciones y se abre a un resto de legislatura sobresaltado y probablemente inoperante. En la medida en que el Parlamento fortalezca su posición, el gobierno intensificará su política de enfrentamiento con él, derivando todo lo que pueda a la vía judicial o a la jurisdicción constitucional, desde la posibilidad de vetar la legislación hasta la de suspender las comisiones de investigación que le incomoden, como la de la financiación ilegal del PP.

En realidad, la única unidad de la izquierda con perspectiva de estabilidad, por paradójico que pueda parecer, es la triangular, PSOE, Podemos y el bloque independentista. El obstáculo es el referéndum, contra cuya celebración viene pronunciándose Sánchez siempre que puede. Palinuro, que no es nada original, cree la consulta muy razonable, lo ha creído siempre, como lo cree medio mundo por ahí fuera, incluido el New York Times. El nacionalismo español -ese que, según él mismo, no existe- tiene algún tipo de dificultad congénita para apreciar la conveniencia de una decisión que otros pueblos civilizados y democráticos han tomado en similares circunstancias. 

Cabe aceptar tan lamentable condición pero ello no es óbice para que se recuerde que alguna diferencia habrá de existir entre la derecha y la izquierda en cuanto a la llamada "cuestión catalana". Esa diferencia está clara respecto a Podemos, que acepta un referéndum pactado. No lo está, sin embargo, respecto al PSOE. No aceptar el referéndum es exactamente lo que hacen el gobierno y el PP y C's. Pero el PSOE tendrá que proponer algo más, algún terreno de diálogo y entendimiento que no sea el de la confrontación, la represión, la violencia. Porque, caso de no hacerlo, estará dando la razón al independentismo cuando este plantea la separación de un Estado que ignora y no respeta los derechos y las reivindicaciones de los catalanes. Que no las tiene en cuenta. 

El interés ¿de qué España?

Mi artículo de elMón.cat. Un editorial del New York Times del 23 de junio sobre el referéndum en Cataluña dio origen a una polémica sobre su sentido. Prácticamente todos los medios nacional-españoles entendieron que el diario defendía el referéndum en interés de España y el voto "no" en interés de Cataluña. Se trataba de una traducción sesgada e interesada en la que en parte también picó Palinuro por fiarse de los titulares de dichos medios. Al ver la controversia, fue al artículo y comprobó que no decía lo que los mentados medios tradujeron.

El editorial es una pieza muy medida y su lectura no solo zanja el debate sino que plantea otras cuestiones tan interesantes como esta o más. A esas cuestiones he dedicado el artículo de elMón.cat cuya versión castellana incluyo aquí.

El interés de España

Un editorial del NYT sobre el referéndum ha provocado una polémica por el sentido que algunos medios nacional-españoles han dado a una frase sobre el interés de España y el de Cataluña. Sin duda, la traducción de que el interés de España sea que el referéndum se celebre y el de Cataluña que salga el “no” es falsa y está ideológicamente motivada. Pero aun así, el párrafo es confuso: dice cuál es el interés de España y ello es evidente (permitir el referéndum y que gane el “no”), pero no dice cuál sea el de Cataluña en un sentido u otro.

Desde luego, lo que sí parece cierto es que, según el diario neoyorquino, el interés de España no es que el referéndum no se celebre. Ni lo menciona.

El asunto es más profundo. ¿Por qué se supone que el voto “no” de los catalanes esté en interés de España? Habría que precisar antes de qué España se habla. Y el NYT, siendo un periódico pragmático, lo tiene claro: de esta España que hay ahora. Pero esta España de ahora es apoyada por menos de un tercio del electorado. Sin duda mucho, dada la condición del partido corrupto y presuntamente ilegal al que vota pero, en todo caso, menos de una tercera parte y, en Cataluña, bastante menos.

¿Por qué ha de ser perjudicial para los intereses de España el voto “sí” a la independencia en el referéndum? A primera vista, ese voto plantearía una crisis constitucional sin precedentes que obligaría a negociaciones de carácter constituyente y pondría a España ante sus propias contradicciones y la sospecha de haber llegado a un punto de disolución porque si un Estado democrático no consigue la lealtad de sus ciudadanos voluntariamente sino por la violencia, no es un Estado democrático. Ni siquiera es un Estado. Es una banda. Con lo cual es posible que no tenga otro remedio que aceptar una intervención exterior de mediación en detrimento de su soberanía.

El enconamiento del conflicto en los últimos años es prueba del agotamiento del sistema del 78, que no tiene nada que ofrecer a las aspiraciones catalanas al autogobierno salvo la negativa y el retorno a lo anterior, justamente al momento en que se incubó la actual ingobernabilidad de la situación. Esto es válido para las ofertas del nacionalismo español de derechas, consistentes en dejarlo todo como está por la violencia, y del nacionalismo español de izquierdas, consistentes en algunos cambios cosméticos que también dejen las cosas como están pero disimulando un poco, aunque el recurso a la violencia no esté en absoluto descartado.

En esta situación de parálisis política, económica y social, con una población resignada a que siga gobernando un partido de presuntos delincuentes y corruptos que ha arruinado el país, ¿de dónde saca el NYT que esté en interés de España que salga el “no” en el referéndum? ¿De qué España? ¿De la que vota menos de un tercio de la población? ¿Y la que votan los otros dos tercios? Esa también deberá ser tenida en cuenta, sobre todo si, en un acto coraje decide que, justamente, el voto “sí” de los catalanes puede ser el empujón, la sacudida que obligue a reaccionar a esa España anestesiada y resignada al sempiterno gobierno de esta derecha ultrarreaccionaria, nacionalcatólica, corrupta y delictiva cuya población es incapaz de sacudirse el yugo de una oligarquía de señoritos reaccionarios que depositan los caudales robados en paraísos fiscales.

Lo que de ningún modo puede estar en interés de España (al menos de una España que aspire a la legitimidad de ser un Estado democrático de derecho en el concierto de las naciones civilizadas) es la continuación de la podrida situación actual. No puede estar en ese interés que una asociación de presuntos malhechores haya capturado el Estado y todas sus instancias, incluida la judicial, para perpetrar sus fechorías con la impunidad de que hacía gala Bárcenas en su insultante comparecencia parlamentaria. No puede estar en interés de esa España la continuación de un gobierno compuesto por ministros que condecoran vírgenes al tiempo que conspiran con otros secuaces para perpetrar delitos y operaciones de guerra sucia en contra de sus adversarios políticos.

No puede estar en interés de España que los presuntos delincuentes del PP y su gobierno que en conjunto han esquilmado el país por lo público (regalándoselo a los bancos) y lo privado (llenándose los bolsillos con lo robado a base de comisiones, sobresueldos, etc.) sigan negando por la fuerza a un 80 por ciento de la población catalana el ejercicio de sus derechos. Y ello con el único fin de tenerla sojuzgada y esquilmada en pro de los intereses particulares de los delincuentes y de un proyecto de país retardatario, beato, machista, taurófilo, injusto y corrupto que solo apoya menos de un tercio del cuerpo electoral y menos de la cuarta parte de la población.

diumenge, 25 de juny del 2017

155. Entran los duros

Con su acostumbrado garbo y contundencia en el decir, el compañero Guerra ha instado a recurrir sin más al artículo 155 CE. No a pensar en la posibilidad de hacerlo sino a aplicarlo directamente, suponiendo que ello equivale a la suspensión de la autonomía catalana. Es mucho suponer porque el tal artículo no quiere decir nada al limitarse a prever que el Estado impartirá las órdenes oportunas para que las CCAA que se aparten de la legalidad o el bien común se retracten. Pero eso no le importa a Guerra. Lo suyo no es proponer algo viable desde el punto de vista de la legalidad sino dar un puñetazo sobre la mesa, cerrar el debate de una vez por todas. Es un gesto autoritario y un desaire al independentismo catalán, cada vez más crecido precisamente a cuenta de estas intemperancias.

No hay gran diferencia entre el ultimátum de Guerra y los desprecios de la vicepresidenta del gobierno al considerar que la independencia es una “matraca” y que hay que acabar ya con ese “rollo”. La paciencia de la nación española frente a la catalana es brevísima, tanto en la versión nacional-católica del gobierno como en la liberal-doceañista de la oposición. Ya está bien, hombre. Aquí no hay más nación que la española y las demás son “matracas” que deben suspenderse sin miramientos.

El PSOE ha iniciado su nueva andadura propugnando una problemática plurinacionalidad de contenido necesariamente impreciso. Pero, por impreciso que sea, no es compatible con la práctica de suspender una autonomía de entrada, aquella, además, con un perfil más acusadamente nacional y en cuya virtud se ha incorporado el concepto y se propone reformar la Constitución.

La Comisión Ejecutiva ha desautorizado la bravata de Guerra por considerarla “cruenta”. Curioso adjetivo que da una pista de los derroteros mentales de quienes se enfrentan al problema desde el nacionalismo español. Por supuesto, el desautorizado habrá montado en cólera, comprobando así cuánto han perdido él y los suyos con el resultado de las primarias.

Sin duda es una ventaja que el PSOE, aun respaldando la acción del gobierno en lo que considera que son asuntos de Estado (básicamente Cataluña), trate de diferenciarse y de aportar soluciones alternativas a la estrategia del choque de trenes del PP. Y eso requiere “soluciones imaginativas”, como sugiere Enric Juliana, muy preocupado porque la negativa cerrada y la represión hagan aumentar el porcentaje de apoyo a la independencia entre la población.

Sin embargo, llama mucho la atención el sorprendente propósito de recurrir a la comunidad internacional en caso de que el gobierno aplique el artículo de marras. La “comunidad internacional” es un enunciado tan impreciso como el de la “plurinacionalidad”. En primer lugar, es necesario saber ante qué instancia concreta se presentará el caso: la ONU, la UE, el TIJ y, en segundo, quién en concreto lo presenta, con qué competencia y qué perspectivas.

Desde el punto de vista político, la “externalización” del artículo 155 viene a coincidir con la política de internacionalización del conflicto que lleva a cabo la Generalitat, de forma que el PSOE incurre en una curiosa contradicción: apoya al gobierno en su política represiva, de negación del referéndum e internacionalización del conflicto y, por otro lado, la promueve él mismo.

No obstante, estas contradicciones no son graves. Al contrario, son de esperar cuando quienes llevan años ignorando un problema, descubren de pronto que tiene dimensiones capaces de poner en riesgo su supervivencia. Interviene entonces el instinto de conservación. Y el instinto de conservación es ciego. Lo sensato no es evitar las contradicciones sino atinar con la solución justa e “imaginativa”.

Y esta es muy sencilla. El NYT trae un editorial dictado por el pragmatismo yanqui en el que se pronuncia por la celebración del referéndum y recomienda votar “no”. Más o menos, lo mismo que propugna Podemos. Y, como no será fácil descubrir lazos entre el NYT y la formación morada, será cosa de concluir que la celebración del referéndum catalán no es algo absurdo, ni demoníaco, ni ilegítimo, sino una posibilidad razonable. No se entiende por qué no la hace suya el PSOE cuando es perfectamente compatible con alguno de los sentidos de la plurinacionalidad.

Si la objeción es exclusivamente referida a la legalidad, basta recordar que “allá van leyes do quieren reyes”. Para que algo sea legal, basta con que el legislador lo haga legal. El legislador no puede convertir lo ilegítimo en legítimo, pero sí lo ilegal en legal. Está para eso.

dijous, 22 de juny del 2017

El coste del "no" al referéndum

Según parece la primera propuesta de Carles Puigdemont de celebrar una sesión de debate en el Congreso sobre el referéndum ha quedado reducida a una moción presentada ayer por el PDeCat de que la Cámara admita la consulta. La vicepresidenta Sáenz de Santamaría ya había advertido que el Parlamento no es lugar de conferencias y que, si Puigdemont presentaba la propuesta referendaria, la Cámara votaría. Votaría que no, innecesario recordarlo. El presidente de la Generalitat renunció a su comparecencia.

De una u otra forma, las dos cámaras parlamentarias españolas se han negado a escuchar las razones y propósitos del independentismo catalán. Hoy, además, el Congreso votará "no" por apabullante mayoría de más del 72 por ciento, aduciendo que el referéndum no busca diálogo sino fractura

Para diálogo, el que ha ofrecido el gobierno del PP en estos años: ninguno. Rajoy se ha visto varias veces con Mas primero y Puigdemont después, siempre para decir que "no" a todo. Finalmente abrió un periodo llamado pomposamente de "diálogo", para lo cual, envió a la vicepresidenta a Barcelona como plenipotenciaria para gestionar eso, un "diálogo". La gestión duró un par de meses y terminó con una sentencia de Sáenz de Santamaría de alto contenido teórico y doctrinal: no se puede estar tantos años con la matraca independentista. Basta de este rollo. El independentismo es una matraca y un rollo. Toma diálogo.

En cuanto a la fractura conviene recordar lo que es ya saber popular. Cada vez que hablan Rajoy o Sáenz de Santamaría sobre Cataluña hay mil independentistas más. Y no hablemos de un obstinado separador como García Margallo. Con él caen diez mil, como la Anábasis. 

El "no" del Parlamento afronta el escenario del "choque de trenes", esto es, una escalada del conflicto. Sin que nadie sepa qué dimensiones vaya este a tomar. El Estado, en principio, puede impedir la celebración del referéndum, pero tendrá que calibrar a qué coste y este es muy dificil de determinar porque a su vez depende de un imponderable: la voluntad política de la Generalitat de cumplir su mandato y el apoyo popular con que cuente en caso de represión. En los conflictos, al igual que en las guerras, se sabe cómo se entra, pero no cómo se sale. 

Y, en cualquier caso, impedir la celebración del referéndum abrirá un periodo indeterminado de ingobernabilidad en Cataluña y en España. Probablemente como lo haría su celebración. Pero en este caso el culpable no sería el sector negacionista.

Lo que chirría en la posición del Parlamento es el cierre de filas del PSOE con la derecha. El discurso del interés de Estado (tan caro a la derecha socialista) no obliga a que ese Estado haya de ser el de la oligarquía nacionalcatólica y ahora neoliberal. Los socialistas están obligados a dar carta de naturaleza a la cuestión catalana y hacer propuestas distintas de la derecha, consistente en mantener el estatu quo del agravio comparativo de Cataluña hasta el fin de los tiempos.

El PSOE trae en la mochila la famosa reforma federal de la Constitución. Probablemente es tarde, suena inverosímil y casi como un pretexto. Y lo es. Agárrese pues a él para marcar distancias con las medidas represivas del PP. El PSOE no puede aparecer como cómplice de unas soluciones autoritarias a problemas en cuya génesis no participó; al menos, no directamente. Por lo demás, la propuesta federal es irremediablemente extemporánea, dado que requiere un prolongado trámite de reforma, siendo así que en tres meses es obligado afrontar una situación de grave conflicto.

En verdad no se entiende por qué el PSOE no apoya la realización de un referéndum pactado, como hace Podemos. Teniendo además en cuenta que frustrar el deseo del 80 por ciento de la población catalana solo aumentará el respaldo al independentismo.   

dimecres, 21 de juny del 2017

La nación de las izquierdas

El artículo de elMón.cat. Si aplicamos la división (el cleavage, como dicen los expertos) entre derecha e izquierda a la cuestión nacional como se plantea hoy día aquí, damos con una perspectiva que no suele mencionarse. De eso trata el artículo, para llegar a la conclusión de que, aunque no quiera reconocerse, el referéndum catalán y la hoja de ruta en conjunto, depende en buena medida de que la izquierda, hoy dividida en el Estado a cuenta de Cataluña y en Cataluña a cuenta del Estado, encuentre una posición común. Cosa harto difícil.

Aquí la versión castellana:

Es la izquierda

El reciente triunfo de Pedro Sánchez en las primarias tiene unos puntos significativos. Ha reorientado el partido nominalmente más a la izquierda, en espera de que ese cambio se materialice. Ha vuelto a soslayar, a base de aplazarla, la cuestión de la forma de Estado, República o Monarquía. Y ha incluido por primera vez en el programa el concepto de plurinacionalidad.

De inmediato han sonado las alarmas en el nacionalismo español. Y no solo el de la derecha, que se da por supuesto, a pesar de su tradición regionalista al estilo de Vázquez de Mella o Rodríguez de Miñón, sino el de la izquierda. Y, dentro de esta, el del PSOE. Y dentro del PSOE en el mismo campo sanchista, en donde se apresuran a afirmar que la plurinacionalidad se agota en el concepto de “nación cultural”. Una reacción contraria tan fuerte en sus expresiones como débil en sus razones.

En realidad, el nacionalismo ha fracturado siempre a la izquierda y el independentismo, con mayor motivo. En la izquierda española, la plurinacionalidad ahora aceptada por el PSOE, fue primeramente enunciada por Podemos y dibuja una nueva línea de fractura entre Podemos y la fracción sanchista del PSOE (y no toda ella) y el resto de este partido.

En esta situación, el PSOE de Sánchez tiene dos opciones: una es acercarse a Podemos y reconocer contenido político a la idea plurinacional, pactando un referéndum y la otra es cerrar filas con el sector de Díaz, restringir la nación a la cultural y convertir por tanto la idea plurinacional en una expresión vacía. Esta última opción presenta la desventaja de no diferenciarse de la de la derecha y eso debiera ser preocupante para la izquierda. Aunque no para la que dice tener “sentido de Estado” que es su vínculo con la derecha, porque el Estado de que ambas hablan es el de la oligarquía nacional-católica.

Con independencia de cuestiones menores, el nacionalismo independentista fractura a la izquierda española, parte de la cual no tiene el coraje de amadrinar una solución nueva, original, pactada, del contencioso territorial y actúa en esto como subalterna de la derecha.

Y eso en la izquierda española. Pero lo mismo sucede con la izquierda catalana. El independentismo también la fractura. Parte de ella es independentista e integra JxS, otra parte también lo es y apoya parlamentariamente al gobierno, pero otra parte, Els Comuns, no es claramente independentista, aunque sí favorable a un referéndum pactado y una última parte, el PSC es unionista. La cuestión nacional fractura la izquierda catalana tan claramente como la española.

En definitiva, la independencia se verá posibilitada o no por la actitud que adopten las izquierdas y si son capaces de ponerse de acuerdo en un objetivo común, cosa que debiera ser sencilla teniendo en cuenta que el independentismo es republicano. Pero para todo eso es imprescindible que la izquierda española no se pliegue a la visión de la derecha y sea capaz de formular un proyecto propio e innovador que pueda someterse a referéndum en condiciones de igualdad con las demás opciones. Un referéndum pactado.

La obstinación en impedir el ejercicio del derecho de autodeterminación invocando un asunto de principio (la soberanía nacional) lleva a una confrontación institucional y social de consecuencias imprevisibles. El empleo de la fuerza en contra de las instituciones representativas catalanas animará a estas a una Declaración Unilateral de Independencia (DUI), que pondrá el contencioso en manos del Tribunal Internacional de Justicia y, mientras tanto, generará una situación de ingobernabilidad de Cataluña y, por lo tanto, de España.

La cuestión está en si ambas izquierdas, la española y la catalana, consiguen liberarse mentalmente del marco conceptual de la derecha española. Si tienen el valor de apoyar un cambio pacífico y radical de las estructuras del Estado que satisfaga a todas partes por no ser una enésima imposición. Y, en caso de que eso tampoco se consiga, si tienen el coraje de apoyar un proceso independentista en Cataluña en uso del innegable derecho de los catalanes a la autodeterminación. Entre otras cosas porque quizá sea la última oportunidad de España para entrar en el siglo XXI.

dissabte, 17 de juny del 2017

Hoy, Palinuro en Manresa

A las siete de la tarda, en la Plana de l'Om, en Manresa, mantendrá Palinuro un coloquio con Jordi Domingo, portavoz de Constituïm, esos que andan por los malos pasos de buscar una Constitución republicana para Cataluña. Pinta bien la trobada y saldrán sin duda muchas cosas de interés acerca de garantías de derechos, participación ciudadana, transparencia, representatividad, etc. Lo he hablado alguna vez con Domingo: para mí, la mejor Constitución es la de los EEUU por su sencillez, brevedad, flexibilidad y eficacia. Principios, líneas generales, declaraciones y el resto, a desarrollo legislativo posterior. Pero también es comprensible que los ánimos puntillosos quieran blindar en la Constitución la mayor cantidad de supuestos particulares que se pueda. Aunque suela ser contraproducente.

El diálogo será interesante, seguro, porque, además, está moderado por Gonçal Mazcuñán, competente periodista, de los que se trabajan los temas para explicarlos.

Allí nos vemos.

dimecres, 14 de juny del 2017

El rollo de las provocaciones

Mi artículo de hoy en elMón.cat. Versa sobre las medidas que viene tomando la Generalitat, y la vicepresidenta del gobierno considera provocaciones, dentro de una estrategia de "tensionar" la situación para mantener a la gente movilizada ya que el entusiasmo, según ella, decae. En realidad, lo que decae a ojos vista es la confianza que inspira el gobierno en todos sus actos, especialmente en los relativos a Cataluña, que son "no actos" o "actos de habla" arrogante e ignara, como ese de calificar de rollo el referéndum. 

Cuando un gobierno democrático solo puede usar la fuerza para resolver un problema planteado por el 80 por ciento de la población de un territorio algo no funciona. Y esa disfunción no va a ser fácilmente ignorada por Europa.

Aquí la versión castellana.

Provocaciones

La vicepresidenta de España y virreina de Cataluña ha comparecido en los Desayunos de TVE, convertida en némesis del independentismo catalán. El acto de apoyo a la convocatoria del referéndum le parece una “provocación”. Opina que el apoyo al referéndum y la independencia está descendiendo. En qué se basa es un misterio.

Al descender el apoyo social, sigue Sáenz de Santamaría, la Generalitat necesita tensionar la situación para mantener movilizadas a las bases. Y la verdad es que se movilizan bastante, a diferencia de las de la propia vicepresidenta, que apenas reúnen dos docenas de fieles agitando banderas bicolores por las calles vacías.

Pero la vicepresidenta es tajante y disipa toda duda: haga lo que haga la Generalitat, el referéndum no va a celebrarse. Y ¿cómo va a impedirlo el gobierno? Igualmente tajante en la respuesta, aunque esta plantea un problema de lógica que frisa en lo ridículo: ¿que qué se hará para impedir el referéndum? No caer en la trampa de la provocación, no dejarse arrastrar por ella, ni siquiera con la convocatoria de la consulta. Es decir, no piensa hacer nada. Es difícil impedir un referéndum no haciendo nada.

Y no sabiendo ni queriendo saber nada. Pide Sáenz de Santamaría a Puigdemont que acuda al Parlamento con su plan, lo someta a votación y se vuelva a su tierra con una mochila cargada de “noes”. Puigdemont rechaza presentar nada a votación. Quiere ir a explicar su política. Santamaría responde que el Congreso no es sitio para conferencias. Pues no vendría mal a sus señorías una información de primera mano, un briefing sobre algo acerca de lo que tienen que pronunciarse y normalmente no saben nada.

Aunque es una línea de no-acción, muy del gusto de Rajoy, que parece influido por cierto fatalismo hindú, es dudoso que pueda mantenerse a la larga frente a una Generalitat que lleva la iniciativa política hace ya tiempo, tiene una hoja de ruta claramente marcada y se considera legitimada por un mandato de la mayoría absoluta del Parlamento.

Está claro que la estrategia de la inacción se romperá favor de la acción represiva tan pronto la Generalitat o el Parlamento adopten una decisión que dé pie a ello. La proclamación de la fecha y la pregunta en el Pacto Nacional por el Referéndum, puede ser el comienzo. La Fiscalía ya habla de denunciarlas. El decreto de convocatoria o la decisión del Parlamento serán actos recurribles ante las instancias pertinentes y probablemente con vistas a iniciar procesos de inhabilitación.

Entre tanto, en el día a día de los preparativos del referéndum todos los actos de las administraciones públicas catalanas serán escudriñados al detalle en busca de algún posible ilícito dentro de la profusión de prohibiciones de consultas de ningún tipo en Cataluña y que permita paralizarlo. La administración central y la Fiscalía están dispuestas a obstaculizar cuanto puedan el referéndum.

Pero lo decisivo serán las medidas represivas que se tomen respecto a las autoridades gubernativas y parlamentarias de la Generalitat. Al respecto, el presidente de esta anuncia que no aceptará más inhabilitación que la del Parlamento, lo que deja fuera de juego el ordenamiento constitucional en el caso de su persona y, es de suponer, en el de Cataluña entera. Probablemente, esta negativa abrirá un intenso debate.

Pero tampoco será preciso llegar hasta él. A fines de mes o primeros de julio se presentará el proyecto de Ley de Transitoriedad que, a no dudarlo, el gobierno español recurrirá ante el Tribunal Constitucional, al tiempo que lamenta por enésima vez que se suprimiera aquel bendito “control previo” que permitía bloquear leyes antes de su entrada en vigor. Y de recurso en recurso, el Estado acabará consiguiendo que el Parlamento catalán proclame una Declaración Unilateral de Independencia (DUI). Obviamente, el Estado no podrá entonces inhabilitar al presidente del gobierno de otro Estado.

La estrategia del gobierno es la confrontación al límite, dispuesto a utilizar todos los medios, incluida la fuerza. De esta dispone de una amplia gama pero, por modesta que sea la que emplee en Cataluña, siempre será superior a la de la Generalitat que solo cuenta con unos contingentes de policía y un apoyo social generalizado. Su fuerza radicará en el nivel simbólico de la resistencia.

De este modo quedará claro que, para hacer frente a lo que se considera el abuso de poder del Estado se necesita otro Estado. Ese casi 80 por ciento de catalanes partidarios de un referéndum ya saben que solo lo conseguirán siendo un Estado. La represión viene a dar la razón al independentismo. Suele pasar que el represor legitima al reprimido y lo ayuda a triunfar. Que este lo consiga finalmente depende ante todo de él. De su voluntad.

dilluns, 12 de juny del 2017

Recuerdo de la Argentina

Parece absurdo obstinarse en tratar la acción independentista, el "proceso", como un asunto de orden público, cosa de policía y tribunales, inhabilitaciones y procesamientos, y no como una crisis política constitucional del Estado que requiere soluciones políticas negociadas y pactadas, cual corresponde a la civilidad de nuestro tiempo. Pero a la vista está. Frente a la movilización permanente de la sociedad catalana dirigida por la Generalitat en la hoja de ruta, el Estado español sigue sin dar señales de vida salvo en los preparativos para coartar la acción del independentismo a través de los tribunales. Es decir, los preparativos de la acción represiva

Esa actitud puede provocar una escalada que encone el conflicto, según la que a su vez adopten las autoridades de la Generalitat en la vía de desobediencia al Estado. La movilización masiva en apoyo al gobierno catalán trata de legitimar la opción del referéndum tanto en Cataluña como en España y fuera de España. Tiene un valor testimonial. Pero el Estado no puede ignorar que es un testimonio de millones de personas, que su política de negación al diálogo y al referéndum frustra las esperanzas de cerca del 80 por ciento de los catalanes.

Y, sin embargo, lo ignora. Ostensiblemente. Lo de Cataluña es una "algarabía", según Rajoy. Una conspiración con ayuda de corruptos. Una extralimitación de funciones de la Generalitat que tendrá condigno castigo. Ahí es donde la derecha quiere llegar, a la confrontación, en la esperanza de que una crisis de tal magnitud tape el cenagal de corrupción en que chapotea. Cambiando lo que haya que cambiar, que no es mucho, esta actitud recuerda la del general Leopoldo Galtieri, uno de los sucesivos dictadores militares de los años 70 y 80 en la Argentina, cuando, para desviar la atención de la corrupción e ineptitud de su gobierno, invadió las Malvinas. A lo mejor se refería a esta similitud Guardiola cuando pedía ayuda frente a un Estado autoritario.  

Por eso no hay posibilidad de solución pactada. Al gobierno no le interesa; solo le interesa invadir las Malvinas catalanas para pasar de la página de tribunales a la de gestas por la gloria de la Patria. 

dimecres, 7 de juny del 2017

Estado de hostilidad

Hace unos días saltó la noticia de que un 77% de la población considera que Rajoy ha gestionado mal la "crisis catalana". Un exitazo. Cualquiera que obtenga ese resultado pedirá árnica a gritos. Menos Rajoy, a quien todo da igual. "No me consta ese 77 por ciento del que usted me habla". Urge un psicolingüista que explique los códigos de Rajoy.

Cierto que el 77 por ciento no será homogéneo. Habrá un porcentaje (seguramente minoritario) que criticará la falta de diálogo y el recurso a medidas intimidatorias, represivas, coercitivas, por no hablar de la presunta guerra sucia. Y habrá otro (sin duda mayoritario) que le repochará falta de contundencia, exceso de contemplaciones y diálogos, por no hablar de negligencias y abandonos en la defensa de los símbolos de la Patria.

En síntesis, hay dos modos de ver la "crisis catalana" (que, por lo demás, no es catalana, sino española) opuestos e inconciliables. Pero, con independencia de cuál nos caiga más simpático, estaremos de acuerdo en que lo que tenemos es un permanente estado de hostilidad mutua (aunque más poderosa la española) muy desgradable. Un estado de hostilidad no es un estado de excepción, aunque puede llegar a serlo. O lo contrario si las partes anteponen la cordura a las pasiones.

Ahora den a la tecla de retroceso y digan si no fue una muestra de irresponsabilidad colectiva pasar los últimos ocho o diez años (desde el proyecto de reforma del Estatuto de Sau hasta el reñidero actual) pretendiendo que en Cataluña no pasaba nada, ignorándolo, o considerándolo "algarabías" y que, por lo tanto, no había eso que ahora llaman "crisis catalana". Si esto, si la conllevancia orteguiana ha desembocado en abierta hostilidad, no es exagerado hablar de un fracaso estructural del sistema político de la tercera restauración borbónica. Algo que no se puede abordar con una política reducida a la actividad de los ministerios de de Justicia e Interior que, además, tampoco parecen jugar limpio.

La versión castellana del artículo:

Estado de hostilidad

En esta semana, la cumbre del referéndum anunciará la pregunta y la fecha. El Estado, por boca del gobierno, ya se ha pronunciado preventiva y amenazadoramente, recordando a los funcionarios sus obligaciones y a los directores de los colegios las suyas. Se pondrán todos los medios legales para impedir que la Generalitat lleve a cabo su anunciado propósito. Lo que no parece claro es que sean suficientes.

Dependerá, a su vez, de hasta dónde llegue la determinación del gobierno de ir adelante con la consulta. No se puede descartar una detención, suspensión, inhabilitación, procesamiento de Puigdemont y sus colaboradores, una hipótesis de periodismo ficción muy interesante que he leído recientemente. En caso de producirse una movilización de protesta con actos de desobediencia colectiva, es cuestionable que el Estado tenga capacidad para enfrentarse a ella sin recurrir a los militares y el estado de excepción.

No es realista pensar que España, cuarta economía de la Eurozona , pueda mantenerse en el ranking con una parte tan importante de su territorio (y de su PIB, muy basado en la exportación) en estado de excepción. El recio aferrarse a los principios no obsta para preocuparse por las consecuencias de los propios actos. Y si el integrista no lo ve, que alguien de su séquito se lo haga ver. La política de la confrontación es autodestructiva y, a partir de cierto momento, irreversible. Por eso hay que andar con pies de plomo. Es mejor que el plomo esté en los pies a que esté en las calaveras o en las cartucheras.

Por eso, si Puigdmont finalmente acepta presentarse en el Congreso se abre una interesante hipótesis. Si el debate se termina votando una moción, como quiere Rajoy y la derecha, ya se sabe que el voto negativo será arrasador. Pero, curiosamente, igualará a ambos gobiernos pues dejará claro que los dos obedecen el mandato de sus respectivos parlamentos, uno a favor y otro en contra del referéndum. El que está en contra, sin embargo, el Parlamento español, no tiene por qué ordenar al gobierno que lo impida por la fuerza. Le basta con significar que no le reconoce valor jurídico o político alguno, como hizo el mismo gobierno con el 9N, aunque luego se lo pensó mejor y empezó a perseguir a los protagonistas.

De aceptarse esta hipótesis, la Generalitat organizaría una consulta perfecta desde el punto de vista técnico y los resultados nos permitirían saber qué quiere la mayoría de los catalanes. La única objeción que se le podría hacer (y que se haría sin duda según saliera la consulta) sería que el voto unionista se habría abstenido mayoritariamente por temor. Una objeción a tener en cuenta y cuya mejor solución sería que el propio Estado se encargara de organizar y garantizar la consulta, por supuesto en el ámbito de sus competencias. Eso en lugar de su actitud de permanente hostilidad hacia Cataluña.
En cualquiera de los dos resultados del referéndum, la falta de efectos jurídicos puede mantenerse en algún caso; la falta de efectos políticos, en ninguno.
Ciertamente, en el caso de triunfar el “no”, los efectos políticos serán contundentes. Esfumado el marco constituyente, se vuelve al autonómico y, por tanto a unas elecciones anticipadas por ver si se dibuja un mapa político distinto. Lo que se mantendrá y se reforzará, será la actitud de hostilidad hacia una minoría que quiere pero no puede frente a una mayoría que puede, pero no quiere.

En el supuesto del “sí” a la independencia, el Parlamento tendrá que declararla unilateralmente. El Estado español no la reconocerá y el asunto irá ante la Corte Internacional de Justicia, lo que quizá abra un prolongado contencioso durante el cual se producirá todo género de conflictos entre el Estado español y la Generalitat catalana a la que aquel no reconoce legitimidad como Estado.

Entre los imponderables que pueden producirse en ese pleito se da una posible mediación de alguna benemérita instancia legitimada por el reconocimiento general, que acabe en una negociación y una fórmula, aunque sea transitoria, válida para los dos lados. Algo parecido a los acuerdos extrajudiciales a que llegan las partes en los pleitos civiles para ahorrarse gastos y no perder el tiempo, esperando una decisión judicial que se retrasa. La historia demuestra además que, muchas veces, los acuerdos provisionales o transitorios son más duraderos que los que se querían eternos.

Y sea como sea, es obvio que esa mediación exigirá como requisito la celebración de un referéndum vinculante para ambas partes. No querían uno y pueden acabar teniendo dos.

dimarts, 6 de juny del 2017

Todo se mueve

Fin de semana de encuestas. ABC y El País publican dos bastante coincidentes. En lo esencial, los dos bloques de la derecha y la izquierda mantienen posiciones. El PP flaquea y tiene fugas hacia C's y Sánchez recupera parte del voto emigrado a costa de Podemos. Parece razonable. Es lo que se ve.

En el campo conservador, la tendencia a la baja del PP está garantizada porque el partido vive en un torbellino de corrupción que no puede frenar. Una semana ha durado en el cargo Manuel Cobo, nombrado presidente de una comisión de lucha contra la corrupción. Una semana y se va invocando "motivos personales". El propio partido acelera su caída al entorpecer la acción de la justicia o hacer filibusterismo parlamentario. El descrédito aumenta. Lo de pasarse a C's tiene un aire a mudarse a otro piso en el mismo rellano. Rivera parece lanzado al estrellato. Clausura un seminario aznarino sobre liderazgo y, a continuación, lo ejerce al ser acogido en el club Bildeberg, una mezcla de los Rosacruces y los sabios de Sión.

En territorio cainita de la izquierda, el efecto sifón de Sánchez era previsible, tanto en lo positivo como en lo negativo. En lo primero, por la inaguracion de un discurso nuevo en el PSOE; en lo segundo por el agotamiento del de Podemos. El discurso de la izquierda democrática, si es creíble, tiene mucha fuerza. Ese giro socialdemócrata a la izquierda movido en buena parte por la presencia de Podemos y que tanto alarma a El País, iba a verse amparado y sostenido por un posible triunfo de Jeremy Corbyn en las elecciones generales británicas pasado mañana. Los sondeos muestran una intención de voto creciente de los laboristas y decreciente de los conservadores. Ahora, claro, con los atentados recientes, los ánimos pueden haber cambiado mucho. Por eso Corbyn ha arremetido contra May pidiendo su dimisión por haber recortado las dotaciones policiales cuando fue ministra del Interior.

Al margen de estas cuestiones más colaterales, lo interesante es esa conexión exterior en el discurso. Después de las inglesas vienen las alemanas y Schulz parece quedar en honroso segundo lugar para seguir validando la gran coalición. Todo eso afecta al socialismo español que, además, tiene a quien mirar y mostrar como ejemplo en Portugal. Frente a ese marchamo europeo, exterior, Podemos aparece como una peculiaridad, algo único en el panorama circunvecino. Lo más cercano, Syriza, no es hace tiempo espejo en el que mirarse. Su discurso y su práctica son erráticos, además de reiterativos por lo del Parlamento y la calle. Convocar una manifa en Sol en apoyo de la moción de censura no cambia un ápice el itinerario de aquella, pero viene a ser como si la manifestación fuera la comparsa. Lo suyo sería, en realidad, celebrar el debate de la moción también en Sol.

Esa permanente movilización, con claros destellos mediáticos, sembrada de exabruptos, inconveniencias, exaltados impulsos, contradicciones y tropiezos no es lo más acertado para sentar las bases de una unidad de acción. Sobre todo teniendo en cuenta que esa unidad empieza por faltar en la propia organización, gracias a las famosas confluencias. De modo que, cuando los líderes dicen "nosotros" (el término esencial en el debate político de amigo/enemigo, "nosotros"/"ellos"), cabe preguntarse exactamente a quiénes se refieren.

El discurso nuevo de Sánchez, además del paladio europeo, tiene un terreno muy favorable en el proceso de primarias que, con independencia de aficiones, ha sido un ejemplo de procedimiento democrático. Algo que nadie pone en duda. Y ha sido un acto espontáneo de rebelión democrática de la militancia con una muy alta participación. Como todo el mundo reconoce. En esa rebelión democrática hay bastante inpirado en Podemos o en lo que Podemos dice que hace, de interactuar con la militancia. Aquí la militancia ha desbaratado los planes ("chusqueros", ironiza Borrell) de los golpistas del 1º de octubre y ha repuesto en su cargo de SG al defenestrado Sánchez con fervor parecido al de los seguidores de Benito Juárez cuando este volvió del exilio; más cerca aún, los seguidores de Tarradellas cuando este regresó a presidir la Generalitat restaurada.

Pero no lo ha hecho de modo tumultuario, imprevisible, repleto de sorpresas y celadas, sino de una forma ordenada, pública, mostrando una poderosa estructura territorial de partido. Es una maquinaria de militantes, muchos de ellos voluntarios, tangibles en la vida cotidiana de la gente, cosa muy necesaria en las campañas electorales. No es una militancia vivida en las redes, sino una mezcla de ambas, un híbrido entre las redes y la vida real, ambas interactuando. Y  eso es muy poderoso siempre que el líder no defraude.

Plantea un voto a un partido que cuenta con presencia en las redes y muy difundida estructura territorial que se orienta a la izquierda pero solo a título de promesa. ¿Cómo dar crédito a esa promesa? Sencillamente, aplicando la línea de izquierda a la organización del mismo partido: voz y voto de la militancia, transparencia y responsabilidad. La ocasión llega. Las baronías se pliegan, pactan. Solo Andalucía trae aires de fronda. Y esa es la dura prueba de Sánchez. La ocasión llega, pero la pintan calva.

Conseguir que Andalucía, con el consabido respeto a sus peculiaridades históricas, actúe como una pieza más del mosaico de la política del PSOE para España (no como una tierra exenta) es vital para este y el crédito de su nueva línea de izquierda. Esta deberá reconocer que se vive un momento preconstituyente.

Lo interesante viene siempre al final, en un colofón reiterado en todas las piezas de análisis político español hoy día: ¿y qué se propone para Cataluña? Ya ha quedado claro lo que no se propone: referéndum, no. Es ilegal.

 Debiera quedar igualmente claro qué se propone. 

dissabte, 3 de juny del 2017

La paz no será un camino de rosas

La renuncia voluntaria de Díez, Madina y, por último, Fernández a defender la obra teórica de la Gestora y hasta la Gestora misma es la prueba definitiva de que no era una instancia neutral, orgánica, sino un comité institucional de la candidatura de Díaz. Habiendo esta perdido las primarias, también se consideran perdedores sus pseudópodos.

El 39º Congreso del PSOE es un triunfo de la candidatura de Sánchez. Triunfo al estilo romano: entra el vencedor en la capital llevando por delante a sus vencidos enemigos en cadenas. Y establece su imperio. Tezanos defenderá el programa del triunfo y, salvo error por mi parte, el de los vencidos no tendrá defensor. Y eso que era el programa de Díaz, Juana de Arco devuelta de golpe a la condición de aldeana de Domrèmy. Eso tampoco está bien. Ese programa tenía muchos apoyos. Alguno debiera defenderlo. Y, si no, que el congreso nombre un abogado del diablo, como hace la Iglesia en los procesos de canonización, aunque ahora lo llame "promotor de la justicia", en este siglo descreído.

Sánchez parece concentrado en la labor que Díaz se había pedido de “coser” el partido. Sabia decisión dentro del arte de la guerra. Debe integrarse al enemigo vencido en lugar de agraviarlo más y echarlo al monte. También conviene que los vencidos no pongan las cosas difíciles. Díaz pide a Sánchez “respeto para los territorios”. Eso es una perogrullada, salvo que quiera decir algo distinto (algo de privilegio, etc), en cuyo caso, pardiez, se hace, si se puede, pero no se dice.

Por muy absorbente que sea la tarea de reconstrucción de la casa del padre a la que regresa el hijo proscrito, ya se ve que no será difícil, con la cantidad de antiguos servidores que retornan ahora cantando alabanzas. Queda tiempo para aclarar cuestiones en temas políticos, de interés para todas, no solamente para las socialistas. Y son tres los bloques:

El bloque de la política frente al PP en el gobierno. El comienzo ha sido lamentable, pues lejos de pedirse la dimisión de Rajoy por incompetente, se le ha apuntalado pretextando para ello la llamada cuestión catalana. Nadie se lo pidió, se ha hecho gratis (como la tan criticada abstención de la Gestora) y ello unce aun más al PSOE al PP en un contexto político parlamentario caótico (pero muy favorable a la derecha) y otro penal sombrío. No es para estar orgulloso.

El bloque de la política con la izquierda. Es obvio que sobre Sánchez gravitan fuertes presiones de los antepasados, los vivos más que los muertos, para que huya como de la peste de Podemos. El miedo a ser devorados por la fiera comunista, “sorpassados”, anida en sus memorias de lo que sucedió con la JSU. Esas cosas no se olvidan y Sánchez es un pipiolo. Pero, por más que amenacen las momias y su poderoso aparato mediático, la única posibilidad que tiene el PSOE de volver al gobierno es liderando una unión de la izquierda, al estilo portugués. Que tampoco es tan difícil. En cuanto a Podemos, el principio de la realidad ya les ha enseñado mucho. Hay que oponerse a la derecha, pero no al PSOE, con independencia de que se le considere capaz de las peores traiciones. Aplíquese la sabia cautela romana de la Punica fides (que, por cierto, viene como anillo al dedo) y manténgase alta la guardia. Pero coordínense las acciones.

El bloque de Cataluña. Luego de salir Sánchez a la palestra como Parsifal, en defensa de la honra soberana de España, se trata de saber cómo será la justa, si con las armas de la derecha o las del diálogo y la negociación. Si es lo segundo, eso no se improvisa. Hay que formular una propuesta propia, independiente de la derecha, que la parte catalana pueda considerar. Ahora se abre una buena ocasión si, como parece, Puigdemont cede a las instancias de los Comunes y se explica en el Congreso. (Ya señalamos que la posición de los comunes en Cataluña de referéndum consultivo no vinculante puede convertirlos en árbitros de la situación). En tal caso, será incluso de cortesía que el encargado de dar la réplica al catalán en nombre del grupo socialista no se limite a justificar su no, sino que haga una contrapropuesta razonable que quite hierro al conflicto.

Aunque lo veo crudo porque, esta vez, los indepes catalanes vienen al grito de Desperta ferro! y con un horizonte de Donec Perficiam.

Y, puestos a pedir, también podría el PSOE dar respuesta a la reivindicación republicana de JxS y la CUP (aunque en este caso no estoy seguro de si se trata de una república o una comuna ácrata) en el sentido de plantear la cuestión de la Jefatura del Estado como un objetivo de una reforma constitucional sin tabúes Que el soberano pueblo español, cuya abstracta esencia se manifieste en concreto decidiendo si quiere una República o una Monarquía. ¿O no tiene derecho a hacerlo?

dijous, 1 de juny del 2017

El destrozo

Es imposible valorar el destrozo que Rajoy ha causado. Estamos demasiado cerca, en medio de él, en un griterío colectivo permanente. Se estudiará en los libros de historia que abrirán con la intrigante cuestión de cómo ha sido posible que semejante incompetente haya desgobernado el país. La primera parte, la Xª legislatura, se echará a cuenta de la mayoría absoluta del PP. La segunda, el gobierno en funciones, dos elecciones, un gobierno en minoría, a cuenta de la correspondiente incompetencia de la izquierda. 

El gobierno no gobierna. Se defiende. Tapa agujeros. Comparecen sus ministros y altos cargos a proclamar su honradez personal en un aluvión de escándalos sin fin. Todos pendientes de las revelaciones que pueda hacer alguno de los suyos hoy entre rejas. Ahí está el presidente convocado a declarar en persona y, como testigo, a decir la verdad, algo para lo que parece estar incapacitado. Lo curioso y muy y mucho español es que, en lugar de cuestionarse cómo puede estar involucrado en un proceso penal el presidente del gobierno, los medios acusen a los jueces de buscar un "juicio político", una foto, una imagen, en lugar de permitirle declarar por skype. 

Asunto anecdótico, pero representativo. Un país -y menos "una gran nación"- no puede permitirse tener un fiscal anticorrupción con una cuenta en un paraíso fiscal; ni un ministro de Justicia reprobado por el Parlamento; ni un imputado diario; ni un presidente acusado de haber cobrado sobresueldos y al que mañana pueden llamar en condición de investigado. Recuérdese que en este reino del hampa nadie pone la mano en el fuego por nadie, incluido González quien no la ponís ni por él mismo.

El destrozo ha sido mayúsculo. Rajoy ha socavado el Estado del bienestar y ha destrozado el de derecho, controlando el poder judicial y usándolo para politizar la justicia. 

Ese destrozo es ya grave, pero hay otro más profundo que va con él. Ha destruido el poco o mucho compromiso, cierto o imaginario, crítico o laudatorio, de la transición. El destrozo causado se ha hecho con un ánimo de revanchismo franquista. La primera legislatura fue un monumento a la restauración del espíritu de la dictadura: sus tres pilares fundamentales fueron la LOMCE, la Ley "Mordaza" y las reformas de la Justicia perpetradas por Ruiz Gallardón. Todo esto, con mucho más en cuanto a autoritarismo, corrupción y agresividad, ha acabado demostrando que España no tiene remedio, que es imposible conseguir que la oligarquía dominante tradicional se acompase a los tiempos y abandone su carácter y práctica agobiantemente antidemocrática. 

Este país, con una monarquía sin legitimidad de fondo, no puede hacer frente a la reivindicación independentista republicana de los catalanes. Y aquí es donde el destrozo de Rajoy alcanza las proporciones históricas que a otro normalmente constituido quitaría el sueño: un país se rompe por la incompetencia de su gobernante. 

La parte correspondiente en el destrozo a la izquierda, en toda su ridícula complejidad, quedará para otro post. Por ahora séame permitido insistir en que el renovado (y parece que hasta espontáneo) apoyo del PSOE a este gobierno que no está en condiciones de gobernar no es de recibo por la izquierda. Una candidatura que se armó contra la abstención frente al PP cambia esa abstención por un voto afirmativo. 

Todo por miedo a Cataluña. Y ahora Puigdemont lanza la temida pregunta de si el gobierno está dispuesto a recurrir a la fuerza contra Cataluña. Parece que el gobierno, sí. La cuestión es si también lo está el PSOE.  Y parece que también. Lo que salga de ahí caerá sobre sus respectivas cabezas.

dimecres, 31 de maig del 2017

"Este país es una puta mierda"

La expresión es muy dura, desagradable, grosera, probablemente injusta. No es mía. Es de Ignacio Gónzález en una de sus castizas conversaciones telefónicas con alguno de sus compinches, cómplices y amigos, entre los que se encuentran, al parecer, el ministro de Justicia, el ex-ministro Zaplana, etc. Todas personas relevantes de la derecha; gentes de orden, probablemente católicas. Entre ellas el tal González, personaje público que llegó a ser presidente de la Comunidad de Madrid, tras haber sido mano derecha (y larga) de Aguirre. Un hombre por encima de toda sospecha, que administró miles de millones de dinero público de los que, con ayuda de su familia (la derecha siempre vela por la familia) sustrajo presuntamente cientos en una complicada red mafiosa, según parece con complicidades en muchos puntos de todos los poderes del Estado. Del ejecutivo, ministros; del legislativo, diputados y senadores; del judicial jueces y fiscales.

¿Un caso aislado? No, claro. Un partido con 900 imputados no tiene 900 casos aislados. Es un partido corrupto o, como dicen los jueces, una supuesta organización para delinquir. Y no de hace tiempo o en un lugar lejano. Aquí, ahora y hasta el futuro inmediato. Ese partido y ese gobierno tienen un nuevo presidente de Comunidad Autónoma (el de Murcia) imputado y un ministro reprobado con petición de dimisión junto a sus dos máximos fiscales, esos probos funcionarios a los que se atribuye la resurrección del viejo afilador. El titular de "Anticorrupción" es copropietario de una sociedad off-shore. El conjunto presidido por alguien citado a declarar como testigo en un proceso penal por primera vez en la historia.

Todo lo anterior era evidente hace meses, años incluso. Defenestrado en el golpe de mano "chusquero", Sánchez levantó bandera por el "no", sostuvo que la abstención habia sido un error y ganó las elecciones asegurando que pediría ipso facto la dimisión de Rajoy porque ni él ni su partido están en condiciones de gobernar. En lugar de ello lo ha llamado y se ha puesto literalmente a sus órdenes. Esgrimiendo el sagrado interés de la Patria, el PSOE renuncia a cuestionar la gestión anterior de la derecha respecto a Cataluña y apoya incondicionalmente una orientacion represiva del gobierno. Nada de dimisión: apoyo en toda regla. Y, de regalo, los presupuestos.

¿Cuál es la razón de este giro? Tengo una hipótesis. Asustados los barones y viejas glorias del PSOE (los de la foto del Ifema), al ver en directo y en tiempo real las condiciones de la candidata que apoyaban, tomaron una decisión. Hablaron con el candidato al que habían defenestrado por sospecharle veleidades pactistas con los indepes y le prometieron neutralidad en la campaña si él, a su vez, prometía mantener la unión nacional bajo la égida del PP. Obsérvese que ninguno de los del Ifema volvió a hablar en público a favor de Díaz, exceptuado el inimitable Zapatero. La andaluza se trabajó la campaña a solas y únicamente consiguió llevar al mitin de cierre a un Alfonso Guerra que parecía el espectro del Comendador. El resultado fue el que fue y lo primero que ha hecho Sánchez ha sido cumplir con el pacto antes que con su palabra. Y, de este modo, quien venía del frío para echar a la derecha, ha sido quien ha acabado de apuntalar el gobierno de la derecha más corrupta de Europa. Si non è vero, è ben trovato. 

Hay que hacer las paces, unir y recuperar el partido y prepararlo para las próximas elecciones que pueden ser en cualquier momento, sobre todo si el mandato del congreso es que pida la dimisión de Rajoy y haga una oposición eficaz, no "constructiva" como la de la gestora y la que el SG ha empezado a hacer. Esto quizá le resuelva la cuestión de la paz interna en el partido, depende de cómo se lo tome la militancia. 

Pero le queda articular una posición respecto al otro partido de la izquierda. La obsesión de Podemos con el protagonismo mediático lo lleva a entender su relación con el PSOE como una de amor-odio en la que acaba prevaleciendo el odio porque está anclado en el esquema conceptual de la vieja relación PSOE-IU. Por ello no puede convertir el espectáculo en realidad tangible y se ve obligado a recurrir muy a su pesar al primogénito, al que, como Jacob, trata de engañar sin conseguirlo porque el PSOE ahora está ahito, pisa fuerte, pues ¿no se codea con el presidente del gobierno en un episodio que sintetiza el renacer del venerable bipartidismo? Eso es preparar maquinaria de elecciones en nada de tiempo. Chapeau.

Lo malo es el discurso. Y sobre todo el punto negro de este, el pasaje de turbulencia, el nombre que, como el de la Biblia, no se puede nombrar: Cataluña y su proceso independentista. Al llegar aquí, se cierran las filas y surge un "no" bronco y a coro, el "no" nacional español. Sin razones, salvo el respeto a la ley. Pero ninguna ley puede pasar por encima de la voluntad del 75% del electorado de un territorio, una inmensa mayoría. Se responde que esa mayoría es minoría en el seno de otra mayoría, la española. Cabe dejar este debate a quien le interese y preguntar directamente al PSOE (a la izquierda en general) si también cree, como finje hacerlo la derecha, que el independentismo es una cuestión de un grupo de fanáticos, medio nazis y corruptos que han secuestrado la voluntad del buen pueblo catalán, más español que los manchegos. 

Si no es así, si cree que el millón y medio de votantes del JxS y los cuatro y pico millones de electores que piden un referéndum merecen un respeto y que se les escuche, como tanto preocupa a la vicepresidenta del gobierno, ¿qué piensa hacer al respecto? ¿Tratar la cuestión como un problema de orden público que se resuelve solo con medidas represivas o, como dice un dirigente de la nueva socialdemocracia, coercitivas? Esa propuesta de reforma federal de la Constitución,  se inspire o no en las de Anselmo Carretero, ¿qué viabilidad tiene? Sobre todo, ¿qué viabilidad tiene en Cataluña? 

Entre tanto, en este país, en donde rige la ley, y donde se fusiló a un presidente de la Generalitat, hoy hay otro que lo fue, procesado, como procesada está la presidenta del Parlamento y otros cargos o excargos de la Generalitat. Y la perspectiva es que el conflicto se agrave y se convierta en una espiral. 

A lo mejor tiene razón Ignacio González en su juicio. Él parece parte inseparable de este país.

dimarts, 30 de maig del 2017

La cuestión de fondo

Su primer acto como SG, decía Sánchez durante las primarias, sería pedir la dimisión de Rajoy. Pues ha sido al revés, casi como si se hubiera tratado del mismo Rajoy, el de "no he cumplido mi palabra, pero etc., etc." Primero le permite sacar adelante los presupuestos jugando con la mistificación del voto del diputado canario, que es o no es del PSOE, según interese. En segundo lugar lo llama por teléfono para comunicarle su rechazo a toda consulta ilegal y su respaldo incondicional a la gestión de la cuestión catalana; sí, esa gestión que el 77 por ciento de la población dice que es mala, aunque da algo de miedo pensar qué pueda considerar aquí "mala" mucha gente. 

Se supone que se trata de un gesto de estadista, de alguien que, teniendo en cuenta la situación crítica del país, pone el interés de este por encima del de su partido, el suyo y hasta su palabra. Se supone también que obedece a una profunda convicción nacional a la par que un deseo (legítimo) de ampliar su base electoral. Y así, haciendo de tripas corazón, llama al hombre que no lo felicitó la noche de su victoria, el que se negó a darle la mano en cierta memorable ocasión, al que él mismo tachó de indigno en la televisión, aquel cuya dimisión iba a pedir, para significarle su apoyo. No cabe mayor sacrificio en nombre de la Patria. Tendrá su recompensa.

Pero, de momento, tiene su coste. El que se deriva del hecho de tomar partido en un contencioso no con una propuesta propia, sino adhiriéndose incondicionalmente a la de una de la partes, la del PP, que es la de la confrontación. Ni siquiera cuestiona el derecho del gobierno a cerrar una vía de diálogo que, de todos modos, no existía. El PSOE da por bueno lo que haga ese gobierno y se inhibe de las consecuencias. Presume que estas le permitirán en todo caso llevar adelante su propósito de ir a elecciones a medio plazo, tratando de forjar una coalición PSOE, C's, Podemos (la estrategia original de Sánchez) con una propuesta de reforma federal de la Constitución para acomodar el ser de la España plurinacional, recientemente descubierto. 

La propuesta federal es vieja cantinela. El PSOE tuvo veinte años para ponerla en práctica. Y no se movió. Bien es verdad que los nacionalistas catalanes no apretaban. Pero sí quisieron ampliar su estatuto con una profunda reforma en 2006 que apadrinó precisamente el socialista Maragall, reforma que los propios socialistas se encargaron de aniquilar (pasándole el cepillo, al decir de Guerra) y el Tribunal Constitucional apuntilló en 2010. Así que el federalismo tiene ya escaso predicamento. 

De todas formas, es igual porque lo importante aquí es qué sucederá en ese tiempo en el que el PSOE se inhibe. Hastá dónde llegará la inhibición (y, por tanto, respaldo) en una intensificación de la actuación represiva del Estado. El referéndum no es una petición de una organización terrorista, sino una reclamación de amplia base social en Cataluña y una mayoría absoluta parlamentaria. Reprimirla por la fuerza no resolverá el problema. Lo agravará y lo enquistará. 

En el lado español, el giro copernicano de Sánchez, seguramente le resultará beneficioso en cuanto a proyectar la imagen de partido moderado, dinástico. Más difícil lo tiene para atraer el voto que se le fue a Podemos por la izquierda, pero eso dependerá de la actitud del propio Podemos, en donde, según mis noticias, vuelve a hablarse de transversalidad.

dilluns, 29 de maig del 2017

Un pequeño detalle

La información, destacada en primera de El País (señal del susto que lleva en el cuerpo) es correctísima. Da cuenta de la decisión de Puigdemont de convocar una cumbre de fuerzas independentistas para fijar fecha y pregunta del referéndum. Informa de los asistentes: PdeCat, ERC, CUP. Catalunya en Comú (Ada Colau) se abstiene y Podem asistirá como "libre oyente". Los reparos de esta izquierda al llamado independentista apuntan en la dirección de estar buscando alguna forma de tercera vía, idea que ha comenzado a acariciar El País al comprender que la ignorancia, la falsedad y la manipulacion no compensan. Pero, en todo caso, una información correctísima.

Con un pequeño matiz, un detalle casi nimio. Sostiene el diario que la cumbre se reúne para acordar fecha y pregunta del referéndum separatista. Ahí ya el periodismo se troca fábula y ficción. El referéndum que la Generalitat quiere convocar (tras haber intentado inútilmente pactarlo con el Estado) es consultivo y vinculante. Si es separatista o unionista lo decidirán los votantes. Salvo que se diga que es separatista por convocarse por separado. Pero no parece ser el caso, pues bastaría con llamarlo ilegal. Separatista prejuzga el resultado.

La suposición de que un referéndum en Cataluña tiene que ser separatista da una idea de la fe, la confianza que los nacionalistas españoles tienen en su propia nación. Algo lógico a la vista de cómo la tratan.  

diumenge, 28 de maig del 2017

¡Ah! Pero ¿había una "crisis"? ¿No era una "algarabía"?

Rajoy no solo ha gestionado mal la “crisis catalana”. Lo ha gestionado mal todo. Se ha cargado el Estado de derecho, no ha conseguido sacar al país de la crisis, habiéndolo arruinado con unas arcas vacías (sobre todo, el fondo de pensiones) y una deuda pública galopante, ni siquiera ha conseguido reducir el déficit a lo que se le exige. En seis años no ha conseguido hacer lo que el gobierno portugués de izquierda ha hecho en dos. Un completo inútil y una desgracia para el país. Y más desgracia que el país se dé cuenta ahora. Lo único que este prodigioso incompetente sabe hacer es amparar a los corruptos y conseguir que la banda de ladrones que capitanea haya expoliado el país.

En lo tocante a Cataluña, la incompetencia tiene rasgos casi delictivos. Desde la famosa sentencia del Tribunal Constitucional de mayo de 2010, el independentismo catalán pasó de ser una reivindicación de partido a serlo social, nacional, transversal. Y, desde entonces ha llevado la iniciativa en procura de su objetivo de un referéndum de autodeterminación en Cataluña.

Durante esos años, el gobierno presidido por esta nulidad no ha hecho nada por dialogar o negociar con los independentistas, se ha cerrado en banda, ha despachado con cajas destempladas a dos presidentes de la Generalitat que venían a exponer sus demandas y ha dado orden a su frente mediático de que ataque sin cuartel al independentismo, al tiempo que, al parecer, también se le hace la guerra sucia.

Hasta los de su cuerda, los empresarios catalanes, le instan a negociar y llegar a alguna solución política. El olmo y las peras. El mismo presidente reconoce que no tiene propuesta alguna, que no se le ocurre nada, vaya. Y eso que asegura encontrarse en el mejor momento de su vida. Se le nota cuando se pone apocalíptico previendo desastres sin cuento con la independencia de Cataluña. Lo único que se le ocurre es meter miedo o, mejor dicho, exteriorizar su propio miedo.

La cuestión no es qué cabe esperar del gobierno. Ya se sabe: nada. La confrontación y a ciegas. Es qué cabe esperar de la oposición: si va a cerrar filas tras el gobierno en combate o va a presentar alguna propuesta de negociación.

Ayer, Palinuro, extralimitándose, presentaba una. Ni él mismo se fía de ella. La intención era simplemente decir que hay que dialogar, que no se puede aceptar la decisión de este gobierno de cerrarse al diálogo.

En una democracia no es admisible impedir el diálogo y, si esto sucede, los independentistas se sentirán legitimados para proclamar una DUI, una Declaración Unilateral de Independencia en el Parlamento. Y a ver qué hace el gobierno.