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dimecres, 15 de juny del 2016

Más sobre el debate del lunes

He leído todo tipo de comentarios sobre el esperado debate a cuatro, único de esta campaña electoral. Declaraciones, artículos, columnas. Me he enterado de cómo sonreía fulano, de si mengano tenía el gesto adusto, de cómo vestían todos y cuáles eran sus gestos más y menos favorables. He leído sobre los gustos, filias y fobias de unos u otros, sobre si iban bien documentados o no y sobre su manejo de las cifras y datos. Y, por supuesto, de si "ganó" este o aquel o aquel otro o de si el que "ganó" lo hizo porque no "perdió" y observaciones tan inteligentes como estas.

Pero lo que no he visto en parte alguna ha sido un juicio sobre el conjunto del debate, una valoración de su categoría, del peso de los argumentos, de la forma de exponerlos, de sus distintas facetas y mucho menos he leído alguna reflexión sobre la pertinencia o impertinencia de los razonamientos y los temas abordados. Posiblemente porque la categoría de los analistas y expertos comunicólogos sea aun inferior a la de los políticos, que ya es decir.

Lo más llamativo del debate y lo que al menos algún análisis habría de señalar fue su pavorosa falta de nivel intelectual. Ni una idea nueva, ni un juicio o conceptos audaces, inesperados, sobre asuntos de los que habla todo el mundo en la barra de los bares con más conocimiento de causa, más familiaridad y más perspicacia que estos líderes de pacotilla. 

Las elecciones costarán 160 millones de euros (aparte de lo que no se ha podido producir en estos seis meses de desidia y marasmo) por culpa de la incompetencia de estos mismos cuatro individuos, incapaces de ponerse de acuerdo en nada, salvo en repetir la jugada y en que el coste lo paguemos los ciudadanos. Ellos no solamente no pagan sino que se consideran con derecho incuestionable a volver a presentarse y reclamar el voto tras haber fracasado una vez, con orgullo, con soberbia, sin pedir disculpas y todos sosteniendo que tienen la fórmula mágica, el bálsamo de Fierabrás. ¿No es increíble?

Falta de nivel intelectual es, incluso, caritativo. No se trata de pedir a esta gente que esté a la altura de los tribunos, diputados y oradores del pasado, de un Donoso Cortés, un Emilio Castelar o un Manuel Azaña. Al lado de aquellos políticos estos son analfabetos funcionales. Pero sí nos asiste el derecho de que, además de asesorarse sobre el peinado, la corbata y el perfil, esta gente aprenda a hablar en público y no convierta los debates en una aterradora lluvia de lugares comunes, latiguillos, topicazos y meras estupideces, que dejen de decir "Mire usted, señor X...", "oiga usted, que aquí se trabaja", "¿sabe usted lo que le falta , señor Y? Yo se lo diré...", déjeme decirle...", "hay algo importante que quiero decirle...", "nosotros pensamos", "nosotros proponemos", "le digo sinceramente...", "creemos, como no podía ser de otra manera...", etc., etc.

Añado una consideración a la que Palinuro dedicó un párrafo en su post de ayer, sigue el bloqueo, pero no he visto tratado en otros lugares y, sin embargo, merece especial consideración: el patriarcado, el machismo rancio que destiló todo el debate, del principio al final. Ni una sola mujer en el plató para hablar de lo que interesa al 52% de la población. Solo una entre los tres moderadores y no tenía parte en el guión ni palabra en la función. ¿Alguno de los participantes lo hizo observar? Ni uno. Todos tan a gusto en un mundo en el que cuatro machos (y españoles,  blancos, de clase media, edad media, heterosexuales, residentes en capitales y católicos de confesión y práctica o culturales) hablan en nombre del conjunto de la población española cuando, tomando estos datos en consideración representan a menos del 20% la población entre todos ellos

Ninguno de estos machos hizo la menor referencia a las mujeres como no fuera, en algún caso, para tratarlas como objetos y no como sujetos. Salvo una referencia de pasada a que sigue habiendo una brecha salarial considerable entre hombres y mujeres (en el caso de Sánchez quien, creo recordar, se permitió la machada de decir que el PSOE es el "partido de las mujeres") no hubo ninguna otra referencia a cuestiones feministas. Los periodistas hubieron de insistir un par de veces para que se dignaran decir unas breves y desdeñosas palabras sobre la violencia machista. 

Ninguno de ellos introdujo en su discurso una perspectiva de género. Dudo incluso de que sepan lo que es. Incapaces de desglosar las cifras y datos que manejaban (y que están desglosadas por sexos; basta con buscarlas) para explicar que, si el índice de paro es X, el de paro femenino es X x N; si el de pobreza es Y, el de pobreza femenina es Y x N; si el de precariedad es Z, el de precariedad femenina es Z x N, siendo N siempre un número positivo. Ninguno de ellos habló de la prostitución, de la trata de mujeres, de la sobreexplotación, el acoso sexual, el laboral, el trabajo de las empleadas del hogar. Ni una palabra.

Que esto lo haga la derecha, esto es, el Sobresueldos y Rivera está en la naturaleza de las cosas. Que lo hagan los dirigentes del PSOE y de Podemos es intolerable. La próxima vez que alguno de estos dos fantoches diga algo parecido a que "la revolución será feminista o no será", mandadlo a escardar cebollinos. 

Una cuestión, y va en serio. Mucha gente se pregunta cómo es posible que siete millones de personas voten a la derecha. Yo me pregunto cómo es posible que once millones de mujeres voten a estos cuatro machos que no saben hablar porque su capacidad de raciocinio se concentra un palmo por debajo de su ombligo, que es su punto de referencia.

dimarts, 15 de desembre del 2015

El debate, bien. La escenificación, repugnante

Por razones empresariales y moralmente dudosas, la Sexta es una cadena antisocialista dedicada a favorecer e impulsar a Podemos. Los medios son muy poderosos, cierto, y este más,  pero ni con su apoyo es probable que los de los círculos ganen, aunque siempre se puede echar una mano al PP, que es lo que, en el fondo, importa a los empresarios.

El debate fue concebido minuciosamente desde el comienzo en contra de Sánchez. Aparentemente no, porque, por ejemplo, el título, que estaba sesgado, rezaba "El último debate del bipartidismo". Ese era el inicio del empeño de la cadena en seguir las consignas de Podemos (y Ciudadanos) de igualar a los dos partidos, vieja táctica de la amalgama de los contrarios que trae muy siniestros recuerdos.

Luego se dio paso a Jorge Verstrynge, presentado como politólogo y analista, quien reiteró lo de la "vieja política" y la amalgama. El PP y el PSOE son lo mismo. Júzguese el valor de esta afirmación de alguien que fue secretario general del PP y que no llegó a ingresar en el PSOE, a pesar de haberlo solicitado, porque los socialistas no lo admitieron. Un buen momento para sacarse una espinita sin que se note, ¿verdad?.

A continuación, apareció Pablo Iglesias, a remachar la cantinela del bipartidismo, el PP = PSOE, lo antiguos que son los dos y lo moderno que es él. Después del debate, siguió largando cuanto quiso sin nadie que le contradijera y tuve ocasión de oírle hablar de que la política necesita de fair play. Ni él ni Rivera saben qué sea eso. Prestarse a comentar y apostillar un debate entre dos candidatos que, al no estar ya presentes, no pueden defenderse, como si él fuera un observador neutral, un experto objetivo o un periodista, cuando es otro candidato en liza directa con los dos debatientes ausentes debe de ser el juego más sucio que he visto en mi vida. Porque de lo que se trataba era de descalificar en caliente para manipular la opinión del auditorio. Y Rivera, cuando menos, mostró ciertos reparos al hablar de su evidente falta de objetividad. Iglesias, ni mencionó el asunto porque, y no es la primera vez que lo demuestra, carece de escrúpulos. Él va a ganar, como se ve, cueste lo que cueste. Esos reiterados y compungidos "creo humildemente", etc., mientras se hace trizas a quien no puede contestarte, abusando de tu enchufe en un medio que tiene a su vez su finalidad, son puro fariseísmo. Es posible que gane, quién sabe, pero ya no será con mi voto porque yo sí creo en el juego limpio. Es en lo que más creo. Quien recurre al juego sucio merece desprecio y no votos.

En este contexto, aplausos a la pareja García Ferreras-Ana Pastor que consiguieron montar un espectáculo para linchar a Pedro Sánchez pero que pareciera algo imparcial, objetivo, muy moderno e incisivo. La conclusión que los espectadores teníamos que sacar era que los dos partidos son iguales, la vieja política y blablabla. Terminado el debate se dedicaron a manipular los datos de opiniones de ganadores/perdedores, asegurando que las redes decían que no había ganado ninguno, cuando ya El País reconocía que en la red, las webs y Twitter los internautas daban ganador por gran mayoría a Sánchez, es parte del esfuerzo de anoche de montar un espectáculo orwelliano. Apoyaría Público, el digital de Roures, vocero de Podemos, titulando a toda página enfrentamiento a navajazos, incidiendo en la amalgama que reiterarían los dos cómicos comentaristas. (Por cierto, también entró Alberto Garzón quien, aun presentándose igualmente como equidistante, tuvo, como es habitual en su caso, mucho más nivel que los otros dos sumados).

El debate, en sí, por supuesto, una bronca permanente. Era lo esperable; lo lógico. Rajoy fue a él porque no tuvo otro remedio sabiendo que no tiene nada que decir ni nada que debatir porque su posición en todos los aspectos es insostenible. Así que su guion tenía dos líneas maestras y a ellas se atuvo: mentir sistemáticamente sobre todos los asuntos, absolutamente todos, y montar la gresca en cuanto pudiera, no dejando hablar al otro, interrumpiéndole sistemáticamente. Sánchez estuvo mucho mejor, dadas las circunstancias de inferioridad en que se mueve y, en el aspecto formal es criticable su machacón "mire señor Rajoy" que no había quien lo aguantara. Pero, efectivamente, estuvo mejor porque mezcló una crítica muy dura al PP y a Rajoy personalmente con baterías de propuestas de futuro. Que los analistas Iglesias y Rivera nieguen este aspecto porque les interesa para seguir con la melopea de la amalgama es otra cosa. Pero basta con visionar de nuevo el debate y escuchar. Son medidas claras, concretas, diversas y algunas originales, como la ley de igualdad salarial y con un grado de especifidad propio del medio televisivo y muy superior a lo que yo he oído a los dos en la larga serie de apariciones con que nos llevan obsequiando desde hace meses. Porque quien sí que no hizo propuesta concreta alguna fuera de repetir que tiene intención de crear dos millones de puestos de trabajo en los próximos años fue Rajoy. Pero, no importa, los dos partidos de la vieja política son iguales porque lo dice un especialista en juego sucio contra el PSOE. Por cierto que Ciudadanos, que lleva diez años en el Parlament de Cataluña diga que ellos también son "nueva política" prueba hasta qué punto importa a estas gentes decir la verdad.

Rajoy, en efecto, no hizo otra cosa que mentir, interrumpir, montar gresca y hacer gestos, muecas, guiños a cada cual más divertido. Los momentos memorables (unos para bien y otros para mal) estuvieron a cargo de Sánchez. Por eso la gente le da por ganador, aunque Ferreras se invente lo contrario. Cosa comprensible porque algunos de esos momentos (en concreto el de llamar "indecente" a Rajoy) no solo noqueó al presidente de los sobresueldos sino al propio periodista que, luego, en la continuación del programa no paraba de reponer las imágenes, como si algo en su adormecido espíritu intentara decirle que ahí hay una verdadera bomba.

Sánchez no se retractó en el plató cuando Rajoy, fuera de sí, le dijo que era una observación ruiz, o sea ruin y tanto en ese momento como luego, en su camino de salida, interpelado por una periodista, reiteró que no se retractaba porque eso, es decir, que Rajoy no es una persona decente, es lo que pensamos millones de españoles. Por supuesto. Y también los dos "analistas", para quienes, al parecer, una persona decente y una indecente son lo mismo. Por cierto, siendo la corrupción lo que más define la legislatura de Rajoy, debe señalarse que el único que lo ha dicho con todas sus letras, ha mencionado personalmente al responsable y ha citado algunas de sus trapacerías más sonadas, (aunque no todas), como los viajes a cuenta de la Gürtel o los sobresueldos ha sido Sánchez. Nunca nadie ha escuchado nada parecido a los de la nueva política. La envidia es muy mala consejera, pero eso ya no tiene vuelta atrás: los llamados emergentes no han atacado de ese modo la corrupción nunca y, sin embargo, tienen la desvergüenza de decir que fue un debate entre dos iguales (aunque estuvieran a punto de llegar a las manos), basado en el y tú más, como si no hubiera quedado claro que Rajoy estaba desarbolado frente a quien le recordaba que su partido, el PP, más parece una asociación de delincuentes que "ha fulminado todos los artículos del código penal".

Incidentalmente, en otro alarde de fariseísmo, Iglesias lamentó que los dos candidatos se insultaran de aquel modo y que eso en Podemos es impensable. Es decir, llamar criminales cada dos por tres a los socialistas no es un insulto, probablemente porque lo dicen entre sonrisa y sonrisa, de esas que han plagiado a Otegi.

Sánchez metió la pata con el aborto al acusar a Rajoy de haber atacado el derecho de las mujeres a decidir sobre la maternidad y Rajoy exprimió la ocasión media docena de veces. No estuvo ágil el socialista quien hubiera debido mencionar que, sin duda alguna, el gobierno, el ministro de Justicia de entonces y el propio Rajoy cocinaron una ley represiva en contra de las mujeres al dictado de los curas, pero no pudieron terminarla porque no se atrevieron a la vista del rechazo social que provocó.

Por último, Palinuro también tiene una espina que sacarse. Ante la insistencia de Sánchez en decir que el presunto corrupto Rajoy tuvo que haber dimitido hacía dos años, el interpelado se creció y le preguntó por qué no le había presentado una moción de censura ni pedido su dimisión en sede parlamentaria. Le está bien empleado. Palinuro lleva años invitando a la oposición a que presente una moción de censura. Años. No cito los posts porque son legión. Pero años. Y recomendando igualmente que exija la dimisión de esta vergüenza de presidente y hasta animando a la oposición a que hiciera una retirada al Aventino. Pero nadie prestó la menor atención. Alguno me recordó que la oposición no podría ganarla, como si eso importara. No es rápido el amigo Sánchez que empieza a hacer oposición en serio cuando el Parlamento está ya disuelto. Merecido se lo ha ahora que le pasa lo que a todos los cobardes: no se atreve a actuar cuando es obligado y, luego, se le ríen en la cara cuando ya no puede enmendar el yerro.

Digan lo que digan los francotiradores de la Sexta y su gran equipo de manipulación, el debate fue vivo, apasionado, suscitó mucho interés, dejó a Rajoy desorientado y mostró el temple de un político nuevo, con decisión y empuje. No sé si esto le servirá para remontar en la intención de voto. Queda poco tiempo y él ha perdido mucho haciendo el ganso. Pero se lo merece mientras que los emergentes de pacotilla se quedan disfrazando su envidia de moderación, petulancia y superioridad.

Sé que esta crónica no me va a hacer especialmente simpático a los ojos de un potente conglomerado de medios que manipula cuanto toca y es la plataforma de lanzamiento de estos nuevos más viejos que la radiogalena, así que terminaré de arreglarlo: ninguno de ellos observó las más clamorosas carencias de un debate que pretendía ser sobre España en su conjunto, a saber: la cuestión de la República/monarquía, la de la separación de la Iglesia y el Estado y Cataluña. Sobre esta última algunas lamentables afirmaciones de Sánchez y Rajoy, dos sólidos nacionalistas españoles dispuestos a no dejar a los catalanes decidir en libertad. Ninguno de los "objetivos" comentaristas dijo nada al respecto obviamente porque ellos están de acuerdo con los dos debatientes en todo: República/monarquía "no toca"; Iglesia y Estado, "aparta la bicha"; y, sobre Cataluña "sin novedad en el frente".

Y estos son los que llaman a los otros "vieja política".

A ver qué opina mañana el personal sobre este intento de linchamiento de Sánchez quien, por cierto, no tiene una cadena de televisión a su servicio, como los de Podemos, ni un periódico. No tiene nada.

dimarts, 8 de desembre del 2015

Un mal debate.

Antes de entrar en harina, un juicio sumario sobre las dos ausencias del debate de anoche. Rajoy volvió a demostrar que es un cobarde. No se atrevió a dar la cara, aunque esa fue una de las numerosas promesas (todas incumplidas) que hizo para ganar las elecciones de 2011. Se escondió en Doñana, a comer una paella, mientras la ratita hacendosa que tiene en la vicepresidencia le sacaba las castañas del fuego. Lo normal con este acomplejado gandul, verdadero bochorno del país que dura ya cuatro largos años. La ratita trató de disculparlo con una de las habituales mendacidades con que esta asociación de presuntos malhechores coloca sus trolas: Rajoy no ha ido porque no hacía falta ya que el gobierno es un equipo. Podía haber dicho que Rajoy no iba porque está salvando almas en el Congo y la mentira hubiera sido menos insultante.

La segunda ausencia es la de Alberto Garzón. Sigue sin haber motivo alguno para excluir al cabeza de lista de Ahora en común, esto es IU, como no sea impedir que su discurso llegue a la gente. Su exclusión es una vergonzosa muestra del viejo espíritu censor español y carece de toda justificación, como la de UPyD. Como persona de izquierda, Palinuro no puede admitir que ni Pablo Iglesias ni Pedro Sánchez defiendan el derecho de Garzón a debatir con ellos. No entiendo cómo alguien de izquierda acepta beneficiarse de una injusticia ajena y sin formular aunque sea una mera queja.

En cuanto al juicio sobre el debate, nado contra corriente. Todo el mundo se felicita por este acierto de Atresmedia, considera que se ha roto un tabú, que ha ganado la democracia , etc., etc. Yo también creo todo eso. Efectivamente, en este país de ventajistas y tramposos hemos dado un paso muy importante hacia la normalidad y la transparencia democráticas al haber abierto y hecho más naturales las comparecencias televisivas y no sometidas a minuciosos preacuerdos que esterilizan todo intercambio. Con razón el amigo de los sobresueldos se ha escaqueado pues en un ambiente de libres interpelaciones, hubiera quedado como un ecce homo.

Pero eso habla sobre la oportunidad y la conveniencia del debate. No sobre el debate en sí. En sí mismo, este ha sido muy malo. Malísimo. Y no por culpa de los cuatro políticos, sino por la de los periodistas que lo han planeado mal, quizá por falta de pericia con el formato, quizá por pedantería. Cuatro políticos todos ellos candidatos a la presidencia del gobierno (los tres hombres manifiestamente y la mujer tapándolo de momento) se enzarzarán con alusiones con lo cual es casi seguro que, si se pretende que cubran todos, absolutamente todos los temas de la agenda política, solo se conseguirá embrollar más los asuntos. Es un error garrafal de planificación. La obsesión por agotar la temática forzó un ritmo trepidante, con frecuentes interrupciones mutuas, réplicas, contrarréplicas, sin tiempo para reflexionar sobre las propuestas o que se sedimenten o puedan calibrarse. Una planificación más competente hubiera aligerado la agenda temática porque el interés por tocar todos los puntos, aunque fuera a la carrera, no permitió discernir exactamente qué dijo cada quién. Obviamente, de haber sido más realistas y haber reducido los temas para que los intervinientes no tuvieran que largar a la carrera, hubiera sido posible incorporar a Garzón como es de justicia. Pero no fue así y por eso todo el mundo se lanza a determinar quién "ganó" el debate pero a base de recuerdos visuales sobre la actuación de cada candidato, su modo de moverse, de mirar, de accionar con las manos etc., lo que venía favorecido por el formato de todos de pie, de cuerpo entero, y no de análisis de sus propuestas.

Palinuro también dará respuesta a la pregunta de ¿quién ganó el debate? según su leal saber y entender, pero antes quiere hacer un pequeño repaso a algunos temas tratados en el intercambio porque, al fin y al cabo, no se pedía nuestra atención para decidir quién da mejor ante las cámaras, sino quién hace las propuestas más inteligentes, razonables, de futuro.

El bloque de economía y Estado del bienestar lo despachó Sáez de Santamaría según costumbre en su partido: echando la culpa de todo a Rodríguez Zapatero y mintiendo descaradamente en todos los datos. Y cuando digo "descaradamente" lo sostengo porque está claro que estos gobernantes corruptos saben que mienten y saben que sabemos que mienten. Pero les da igual porque vienen directamente de la tradición franquista, cuando nadie era responsable de nada que saliera mal y ellos repiten ese comportamiento. Que le digan que España está en la ruina, que la deuda pública es del 100% del PIB, que nunca se han cumplido los objetivos de déficit, que el paro es inasumible, que han recortado las prestaciones de los más débiles y que han esquilmado la caja de la seguridad le da igual. Ella seguirá repitiendo los embustes que forman el argumentario del gobierno porque, como buenos franquistas, solo sienten desprecio por las convenciones democráticas de que los gobernantes deben rendir cuentas de sus actos y decir siempre la verdad. En materia de contratación laboral ninguno parece tener las ideas muy claras pero el discurso más convincente, al menos para Palinuro, es el de Podemos. En cuanto a los impuestos, algo parecido: el gobierno sigue mintiendo y Rivera no le va en zaga. Las propuestas más atractivas, las de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

En materia de educación, Sáez de Santamaría trató de defender la LOMCE, la necia ley de un necio ministro que ni los de su partido quieren aplicar. Pero luego todos se fueron por los cerros de Úbeda hablando del respaldo grande o pequeño a una ley general de educación. Ninguno cuestionó el sistema de colegios concertados, la verdadera estafa con la que se privilegia la educación privada, sobre todo la de los curas y se desmantela la pública. Ninguno, tampoco, habló de la enseñanza de la religión católica como materia curricular ni se atrevió a topar con los privilegios de la Iglesia. Todos callados como monaguillos. Este (y el de la República, por supuesto) es uno de los argumentos por los que Palinuro sostiene que los tres aspirantes a presidente no dan la talla. Hablar de educación en España y no hablar de la Iglesia católica (en general, no hablar de los curas y sus privilegios en absoluto) es engañar a la gente.

En cuanto a la corrupción, sin duda, hubo algo más de acrimonia en el intercambio, pero nada en comparación con la que tendría que haber habido. Iglesias fue quien estuvo más contundente, seguido de Sánchez. Pero se dejaron muchas cosas en el tintero. La principal de todas, extenderse en el cobro de sobresueldos (solo se mencionaron una vez y como de pasada) y en quiénes lo habían efectuado. Según Bárcenas, Rajoy recibió unos 400.000 euros en negro y Soraya Sáez de Santamaría unos 600.000. ¿Qué sentido tiene callar estas responsabilidades personales, fuera de un miramiento pacato con quienes no han tenido reparos en trincar todo lo que han podido?

Igual que la financiación de los partidos políticos. No está mal hacer propuestas constructivas, aunque no se oyeron muchas, fuera de la de Iglesias, muy puesta en razón, de que los partidos no sean financiados por los bancos. Pero hay que ir más al fondo de las cosas. El PP está acusado en sede judicial por financiación ilegal y es obligación de todo demócrata denunciar a esta organización como más parecida a una asociación de malhechores que a un partido político.

En el tema catalán, llamativo cierre de filas del nacionalismo español (PP, PSOE, C's) frente a Podemos, el único con el sentido democrático y la valentía de pedir un referéndum de autodeterminación en Cataluña, ya. El federalismo de Sánchez suena a un ejercicio poco interesante de hacer de necesidad virtud y la actitud de C's y PP, está mucho más cerca del "una, grande, libre" del franquismo que de la democracia. Pero esto tampoco es una novedad. Tanto los del PP como los de Rivera son franquistas más o menos declarados y, entre otras delicias, no consideran que en España haya más nación que la suya. Los del PP la quieren para expoliarla; los de C's está por ver.

El debate sobre violencia machista no es obviamente un asunto que quite mucho el sueño a los intervinientes, ni siquiera a la vicepresidenta que, siendo mujer, podría tener algo más que decir al respecto al margen de recomendar a las chicas que no se dejen fisgar el móvil, como si estuviera revelando un factor crucial. Nadie, en cambio, le recordó que su gobierno empezó negando hasta la denominación de violencia de género por boca de aquella analfabeta que tenían de ministra de Sanidad, Ana Mato, y siguieron recortando en todos los servicios relacionados con esta lacra, tanto en formas de intervención social como en protección o medidas remediales. Y, en efecto, todos estaban de acuerdo porque, en el fondo, esto del feminismo ninguno lo siente como algo propio; ni Sáez de Santamaría.

En materia de guerra de Siria y terrorismo, el único que destacó por su relativa coherencia fue Iglesias de nuevo. Su negativa a firmar el Pacto antiterrorista y a enviar tropas a Siria le valió los ataques concentrados de sus contertulios que, como en el caso del nacionalismo español también cerraron filas, con Sánchez y Rivera dispuestos a mandar tropas bajo el paraguas de la legalidad de la ONU y la vicepresidenta dando largas a todo porque sabe de sobra que el atentado del 11M en Atocha fue la consecuencia de la canallada de Aznar de meternos en la guerra del Irak y no quiere que les pase ahora algo parecido.

Por último, la cuestión de los pactos postelectorales fue un juego de dobleces. Sáenz de Santamaría, aferrada a la consigna de que gobierne la lista más votada reconocía implícitamente que su partido no repetirá la mayoría absoluta y, con su talante autoritario y mentalidad franquista, exige el gobierno para la lista más votada al margen de la dinámica parlamentaria. Es tal su carencia de sentido democrático que no se da cuenta de que, de imponerse este criterio habría que reformar la constitución para eliminar la figura de la moción de censura porque, mientras esta figura exista, todo gobierno que no cuente con apoyo parlamentario superior a la mayoría absoluta estará en precario. Y legítimamente. Los tres candidatos dijeron que ellos "salían a ganar", como si alguien saliese a perder y, de este modo, se escabulleron de compromisos respecto a los pactos postelectorales. Hicieron bien porque, como están los sondeos, puede pasar cualquier cosa.

Por último, lo prometido es deuda y Palinuro expone su criterio de ganadores y perdedores, no sin reiterar que tiene un valor muy escaso en un debate de cuyo contenido, probablemente, no guarde memoria mucha gente a horas de haberse producido.

Doy ganador a Pablo Iglesias porque es el mejor comunicador, quien aguantó más fuego concentrado de los otros, es flexible, respetuoso con los demás y es más convincente. En segundo lugar, a cierta distancia, Pedro Sánchez que estuvo brillante a ratos, pero es menos convincente, fía demasiado al pasado y no es muy respetuoso con los tiempos ajenos. En tercer lugar, Albert Rivera que dio impresión de estar nervioso y, aunque apenas interrumpió a los otros, su discurso, siempre hablando de la necesidad de innovar pero aportando pocas innovaciones, acabó, como siempre, siendo muy confuso. En último lugar, la vicepresidenta del gobierno, una fábrica de mentiras descaradas una detrás de otra (basta con escucharla acerca de la lucha que dice que han librado en su gobierno en contra de la corrupción de la que son responsables), con su talante autoritario, la vulgaridad de sus ademanes y su falta de respeto a los tiempos de las intervenciones ajenas. Y es que los franquistas jamás podrán ser demócratas.