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dissabte, 27 de juny del 2015

El fin del mundo.


Sí, pecadores, sí, el fin de los tiempos, Armageddon, el exterminio de la especie, la subversión universal del orden constituido. Dios acaba de permitir el matrimonio homosexual. ¿Cómo Dios? Su representante en la tierra, el Papa de Roma, nada ha dicho al respecto. Eso es una locura del Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Pues eso, Dios. El Vaticano puede decir lo que quiera. Si los Estados Unidos, la patria del dinero, que es el dios verdadero, aceptan el matrimonio homosexual, aceptado queda urbi et orbi y mucho más que cuando se pronuncia el sucesor de San Pedro. Es claro que hay enormes extensiones del planeta, el mundo musulmán, por ejemplo, en las que esta forma de matrimonio es inimaginable. Pero eso pasa también con los pronunciamientos del Papa. Aparte de que la cuestión ni siquiera se plantea. En muchos de estos lugares los y las homosexuales son ejecutad@s sin más circunloquios, así que lo de casarse no es plan frecuente.

Sirva el recordatorio para plantear una de las cuestiones más acuciantes de nuestro tiempo: ¿es aceptable que la suerte de un ser humano dependa de algo completamente fuera de su control como es el lugar en el que lo nacen? ¿Es justo que, según en donde se nazca, la esperanza de vida sea de 40 u 80 años? ¿Lo es que, por nacer a un lado u otro de una frontera política, un gay sea linchado o pueda ejercer libremente sus derechos, entre ellos el de ser gay y llegar a presidente? No lo es, pero me temo que no tenemos clara idea de qué hacer. Podríamos discutir durante horas.

La voz del dios real del mundo, Mammón, el dinero, ha aceptado el matrimonio gay. Y el mundo, o una parte importante de él, lo celebra como un hito en el progreso de la sociedad. Lo es. Es un inmenso avance que la gente no padezca discriminación por sus opciones sexuales, que nadie pueda inmiscuirse en los sentimientos entre dos seres humanos en nombre de teologías absurdas. Si Dios, caso de existir, tiene algo que decir al respecto, ya lo hará.

Lo importante aquí es que los creyentes en el mismo dios que los magistrados del Supremo yanqui acepten las consecuencias de su decisión. No la decisión en sí, sino las consecuencias de ella. Doña Sofía de Grecia es muy dueña de advertir que la admisión del emparejamiento homosexual no nos autoriza a llamarlo matrimonio. Igual que el ministro del Interior es muy libre de seguir considerando que, para él, el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, sin mayores averiguaciones porque es un cristiano neoliberal. Y la exalcaldesa de Madrid, Botella, puede tranquilamente seguir hablando de peras y manzanas y hasta quizá deba seguir haciéndolo. Ellos y quienes como ellos piensen pueden pensar lo que quieran, pero sin interferir ni coartar ni mermar o reducir el derecho de los demás a matrimoniar como les parezca. La crítica según la cual esta decisión acabará legalizando la zoofilia solo puede caber en la cabeza de quien la practique o anhele practicarla.

En resumen, nada autoriza a un ser humano a convertir sus convicciones, por profundas que sean, en normas de obligado cumplimiento para los demás, sino es con su asentimiento. Imponer las propias convicciones como normal legal y moral sin el asentimiento expreso de quienes han de obedecerla no es una muestra de religiosidad o civilización. Es una muestra de barbarie.
 
Así que gracias al Tribunal Supremo de los Estados Unidos por hacer justicia. En España ya la teníamos en ese aspecto por iniciativa del gobierno de Zapatero, al haber superado un recurso de inconstitucionalidad que planteó el PP.

dissabte, 25 de gener del 2014

El verbo de Dios.

Animada por el edificante ejemplo del ministro Gallardón en defensa de la fe cristiana, la jerarquía se ha lanzado al combate dialéctico por la misma causa, pero no solo en defensa de la ley contra las mujeres, sino de todos los valores que representa: la homofobia, el estigma de las relaciones sexuales no matrimoniales, la sumisión de la mujer al hombre, la lucha contra el horrendo feminismo. Cumple así el pío deseo de su hasta ahora cabeza visible, Rouco Varela, de reevangelizar España, dejada de la mano de Dios. Son la legión tebana en apoyo de su capitán, San Mauricio Gallardón, batiéndose solo contra los asesinos de seres concebidos pero no nacidos. Arman un gran barullo y esperan que no los sometan al martirio.

Suelen argumentar los católicos, cuando alguien protesta por tener que escuchar en público una sarta de disparates y granujadas, que los curas tienen perfecto derecho a expresarse, que hay libertad de expresión y mucha gente está encantada de escucharlos. No lo dudo. Pero sus gustos no son necesariamente los de los demás y estos monseñores imparten sus doctrinas a través de medios públicos de comunicación que pagamos todos, incluidos quienes no tenemos ningún interés en escucharlos. Es más, cualquier cosa que expresen los curas en público, aunque sea subidos a una farola en una plaza, lo hacen con el dinero que todos los españoles estamos obligados a pagar a la iglesia y con el que esta se mantiene. Es lógica nuestra petición de que, cuando los católicos quieran escuchar a sus pastores, lo hagan en locales apropiados, privados, aparte, en donde no den la murga a los demás, que bastante tienen para pararse encima a escuchar (si, por ejemplo, son gays) cómo los insultan unos señores tocados con un cucurucho.

Una vez corregido este abuso de sobrevoz de la iglesia católica en España, ya decidirán los ciudadanos si les merece la pena acercarse a escuchar la doctrina de los clérigos sobre asuntos acerca de los cuales no suelen saber nada. Siempre hay, además, gente con sentido del humor. Mientras esto no suceda y la jerarquía se empeñe en ocupar los espacios públicos para sus monsergas, en lo que los economistas llamarían una típica externalidad, o sea una especie de contaminación acústica, tendrán que tragar con el correspondiente derecho de réplica de quienes están obligados a escuchar sus sermones y... pagarlos.

Y es que el clero dice cosas que producen verdadero pasmo. El nuevo cardenal, Fernando Sebastián, uno que en 2007 pedía el voto para Falange de las JONS, siete años más tarde ha progresado en su espíritu cristiano y ahora solo pide que se se trate a los homosexuales como enfermos, razón por la cual ya lo han llevado a los tribunales. No sé cómo acabará el asunto pero es difícil que este clérigo entienda lo inhumano y perverso de su razonamiento. Ningún fanático admitirá jamás que quienes no compartan a pies juntilla sus creencias y valores sean personas normales; son delincuentes o enfermos. Es el abc del totalitarismo. Pero está claro que, si hay un enfermo en esta fábula, es el fanático.

El obispo de Granada, editor del libro Cásate y sé sumisa, también está bajo la lupa de la fiscalía que investiga si el ensayo merece algún tipo de reproche penal. Pero Palinuro confiesa que su obispo preferido es el de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, que tiene un discurso más filosófico y carga contra el feminismo radical porque deconstruye la persona. Ahí es nada. Entra a saco en el terreno de la izquierda, igual que Gallardón pero, a diferencia de este, en lugar de enarbolar la bandera roja y ponerse al frente de la revolución, enarbola el lábaro con la cruz y desbarata a los heréticos e infieles con la espada.

Reconozco idealizar un poco pero es que uno espera que Dios envíe sus mejores soldados a la defensa de su causa. Un hermoso San Miguel con su espada flamígera o un aguerrido San Jorge de brillante armadura, por ejemplo. En su lugar hemos de vérnoslas con estos atildados burócratas, repeinados, de sonrosados mofletes, poco dados a la rudeza de la lucha en campo abierto y más a los placeres de la buena mesa. Pero lo que nos niegan en la estética nos lo dan en la dialéctica, en los alambicados conceptos que manejan. Este viene hablando de que el feminismo conduce a la deconstrucción de la persona. Ignoro lo que monseñor entiende por este concepto derridano. Según parece lo tiene por algo abominable. Porque gran parte del feminismo se vale de él para su objetivo, esto es, contraponer la ausencia en que ha consistido su condición desde tiempo inmemorial a la presencia masculina, hacer aquella visible mediante un proceso de différance, hacer visibles a las mujeres. Y eso es más de lo que el obispo puede tolerar.

Carga asimismo monseñor contra las teorías queer y cyborg. Está a la última. Se ve que conoce el manifiesto de Donna Haraway, al menos tanto como Gallardón el Manifiesto Comunista. No sé por dónde puede tener el clérigo cuita con lo cyborg. Una metáfora antes que un teoría. Le hace ilusión, imagino, soltar el término con sus resonancias cavernosas. Alguien que anda con cyborgs está al servicio del maligno. Y de inmediato encuentra Reig el tono pastoral para adoctrinar el rebaño: el feminismo que (ya ven ustedes) empezó pidiendo el sufragio para las mujeres, se ha radicalizado, se ha convertido en un instrumento político a favor del aborto, contra el matrimonio monógamo y la maternidad. ¿Pruebas? Bueno, ¿no está al servicio de los cyborgs? Es el vituperable "feminismo de cuota", el del "empoderamiento", el feminismo ginocéntrico. Le gustará más o menos al obispo (no lo tengo claro) pero este discurso justifica indirectamente la violencia de género.

¿Violencia la iglesia? Por el amor de Dios, si esta ofrece amparo al verdadero feminismo, el cristiano que, sin seguir modelos machistas, sabe reconocer y expresar el verdadero espíritu femenino. El suyo. El ánimo del prelado no solamente no es violento sino que anima a sus seguidoras a rezar por sus hermanas descarriadas, las del feminismo ginocéntrico.

Palinuro, un descreído, también invoca a los dioses, a todos, por si acaso, pues nunca se sabe (aunque sin rezarles) para que nos protejan a tod@s, mujeres y hombres, feministas y no feministas, frente a la ley que Gallardón pretende imponer, con ayuda de estos clérigos bocazas que no saben lo que dicen, pero no paran de anatematizar.

diumenge, 29 de desembre del 2013

Mi última pastoral.

Sí, hermanos, os esperamos hoy a todos en la eucaristía de la Plaza de Colón, en la misa de las familias. Me dicen hay medio millón de almas en camino, procedentes de todos los puntos de España. Y yo os bendigo y os digo: ¡sois la legión cristiana! ¡Los reevangelizadores del país! ¡Los apóstoles del retorno de España a su prístino ser nacional, la Iglesia católica, apostólica y romana! Mi corazón se conmueve. Ya puedo retirarme a una vida contemplativa, más acorde con mi ser.

Efectivamente, el sucesor de San Pedro, nuestro amantísimo padre Francisco, ha tenido a bien jubilarme, dando satisfacción a mis repetidas rogativas de nunc dimittis, Domine. Otro cualquiera quizá hubiese pedido más tiempo para llevar a cabo su labor. La mía está hecha, viéndoos hoy venir a cientos de miles, a recibir el espaldarazo de la misión divina.

El momento no puede ser más propicio. Como si quisiera hacerme un regalo de despedida, mi amado hijo, José María Ruiz-Gallardón, ha presentado ya el proyecto de ley de protección de los derechos del concebido. Nada podía serme más grato. Por fin se han escuchado nuestras plegarias y el poderoso brazo de la justicia secular ampara las inocentes vidas de los concebidos en cualesquiera circunstancias. Solo empaña el gozo que se tolere el aborto en los casos de violación, como si el hecho de que la madre sufriera un agravio fuera responsabilidad de esa alma inocente que lleva en su pecador seno.

No obstante, es un comienzo glorioso para la recuperación de esta sociedad materialista y consumista, solo dedicada al disfrute y el relativismo de los valores. Hoy acudís, amadísima grey, a participar en la comunión de los cristianos en pro de la familia y mañana saldréis a cumplir vuestra misión de llevar este mensaje a todos los rincones de España.

Familia solo hay una y solo puede haber una, la instituida por Dios como la unión de un hombre y una mujer con fines no concupiscentes sino reproductivos. Ella, sumisa; él, dispuesto a dar la vida por ella. Así camina la familia a los ojos del Señor. No os dejeís engañar por falsas tolerancias que son artimañas del maligno. Las demás uniones son contra natura, pecado, y deben volver a ser delito. Porque, por su mera existencia, atentan contra la familia de verdad.

El matrimonio homosexual no es matrimonio a los ojos de la Iglesia. Además, la homosexualidad quizá no sea una prueba de posesión demoniaca o una muestra de degeneración, pero sí de un comportamiento desviado que puede tener cura si se apela a la fe con la fuerza suficiente. Y, por supuesto, a menor homosexualidad, menor riesgo de pederastia, ese nefando crimen consistente en abusar de la inocencia de unos pequeñuelos que Cristo siempre quiso que se le acercaran.

Y, por supuesto, queridos hermanos, portad la espada flamígera de San Miguel en contra de todo atisbo de aborto. España vuelve a ser tierra de refugio para las hipotéticas víctimas de esa forma moderna de genocidio de la interrupción del embarazo. El ministro de Justicia, el hermano Ruiz-Gallardón, a quien esperamos ver hoy en la Santa Misa, dice que su ley es la más progresista del gobierno, que nos pone en vanguardia del siglo XXI. Desde luego, es una ley tan a favor de la persona que protege sus derechos incluso antes de serlo.

No os dejéis engañar por los sofismas del adversario, cuyo solo interés es la condenación de las almas. Vendrán a hablaros de los derechos de las mujeres, en especial del de la libre disposición del propio cuerpo. ¡El derecho a eliminar otra vida, concebida por decisión libre de la madre! ¡El derecho de borrar a capricho las consecuencias de nuestros actos! No existe ese derecho y, de existir, cedería ante el superior del inocente por nacer . Una vez concebida la nueva vida, el cuerpo de la mujer ya no le pertenece sino que pertenece por entero al concebido y, subsidiariamente a quienes lo representan, la Iglesia y los poderes públicos cuando están regidos por principios católicos como sucede con el Estado español que dice no profesar religión alguna, pero es fiel hijo de la Iglesia. La maternidad es un acto trascendental. Los derechos de las mujeres no lo alcanzan. Y sobre eso de los derechos de las mujeres habría mucho que hablar, pero no es el momento.

También os atacarán en vuestra fe por el lado práctico, el material, el de los hechos y no los principios. Os dirán que la ley no frenará los abortos. Unas -quienes puedan permitírselo- irán a abortar a Inglaterra o Francia y otras habrán de hacerlo en condiciones de ilegalidad y clandestinidad y, dicen, riesgo de muerte. Es posible, aunque las cifras están por ver. En todo caso, posible y muy lamentable; pero menos que aceptar que el mal se generalice y corrompa la sociedad. Recuérdese que, cuando la colectividad está corrupta por entero, Dios no se molesta en hacer leyes, sino que la destruye por el fuego, como hizo con Sodoma y Gomorra. Allí tambén había promiscuidad, homosexualidad, sodomía, prostitución y muchos abortos. Y su destino fue terrible.

La imagen es una ilustración de Frantisek Kupka titulada El dinero, para la revista satírica anarquista francesa L'assiette au beurre, de dos de noviembre de 1901.

dijous, 27 de juny del 2013

Luces y sombras.


El articulista diario -un bloguero que se precie viene a serlo- espera que las noticias del día le deparen una idea para desarrollarla y exponerla con galanura. Y así suele suceder. Lo de la idea; lo de la galanura ya es cosa distinta. Una idea. Pero, a veces, la realidad se hace más abigarrada y en vez de una surgen dos o más ideas. El articulista no sabe a cuál atender pues las dos, si dos son, resultan atractivas, estimulantes, merecedoras de elaboración. Generalmente se acaba sacrificando una para concentrarse en la otra pero, a veces, decide uno escribir sobre las dos por la razón que sea. En este caso, las dos noticias dignas de comentario son la sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos y la decisión de Griñán de no repetir como presidente de Andalucía. Luces y sombras. ¿Cómo dejaremos pasar sin más esa decisión judicial tan importante para el progreso de la humanidad? Y ¿cómo no comentaremos la situación del PSOE cuando de él depende en gran medida el destino de nuestro país? La primera noticia invita al optimismo; la segunda, al pesimismo. El optimismo como el pesimismo van siempre juntos, como el Yin y el Yang o las oscilaciones del péndulo.


La consagración del matrimonio homosexual en la sentencia del TS de los EEUU es la justa coronación de una larga lucha por hacer efectivos los principios de igualdad ante la ley y de no discriminación en este caso por razón de la opción sexual. La humanidad avanza. Hasta en España, aunque a trancas y barrancas. El Foro de la Familia presentó una iniciativa legislativa popular en 2007 contra la ley de estos matrimonios, de 2005, que el Congreso rechazó. Antes, 50 diputados del PP presentaron un recurso de inconstitucionalidad que el Tribunal Constitucional resolvió en contra, consagrando el matrimonio homosexual en 2012. En España, al menos en eso, íbamos por delante. Pero la aceptación del TS estadounidense es decisiva por la influencia que ejerce en el resto del mundo. Todavía hace poco que París ha vivido movilizaciones masivas de ciudadanos contrarios a la aprobación de la ley de matrimonios homosexuales en la Asamblea Nacional. Unas manifestaciones de mucho radicalismo y visceralidad, como las que se produjeron en España a raíz de la aprobación de la ley, en las que iban unos iracundos obispos en primera fila. El argumento era salir en defensa de la familia clásica, amenazada por esta nueva perversión.

La decisión del TS de los EEUU tiene importancia, sobre todo, porque es una decisión de un órgano judicial, no político. Y si los jueces no aprecian que la legalización de las familias homosexuales ponga en peligro la familia tradicional no se ve cómo el Foro de la Familia, la Iglesia católica o la misma Reina de España pueden justificar una posición contraria si no es debido a sus prejuicios.

El derecho de los homosexuales a contraer matrimonio es incontrovertible. La idea de que la familia tiene una función exclusivamente reproductiva es falsa por partida doble. En primer lugar porque no solo tiene una función reproductiva, sino otras varias de orden convivencial. En segundo lugar es también falsa si por reproductiva solo entendemos una forma de reproducción e ignoramos otras, por ejemplo, la adopción. Pongo un ejemplo moral: estoy seguro de que habrá familias argentinas (o españolas) que se hayan hecho con hijos por medios fraudulentos, por ejemplo comprándolos y que, al mismo tiempo, se opondrán al matrimonio homosexual con el argumento de que las familias se han hecho para reproducir la especie.

En el otro lado, el lado de la sombra o la situación del PSOE, de nuevo cuestionada por la despedida de Griñán. Rubalcaba ha corrido a afirmar que esa decisión no altera el calendario del PSOE, no vaya el personal a razonar por analogías. Pero es inútil querer evitar que los razonamientos de Griñán sobre la necesidad de dar paso a gente nueva se apliquen a la actual dirección de los socialistas, prácticamente de una veteranía casi venerable.

En la izquierda nos gusta pensar que la cosa no va de personas sino de ideas, de actitudes. Pero las personas cuentan mucho. Tanto que se imponen a las políticas de los partidos. El PSOE en este momento es una hechura de Rubalcaba quien aplica sin contemplaciones su política de hacer una oposición responsable que, hasta la fecha, se ha resumido en un pacto de Estado con el gobierno y algunas vagarosas afirmaciones de que el pacto no obstaculizará una política de oposición exigente. Pero esta no aparece por parte alguna. Hay una creciente falta de visibilidad del PSOE, al tiempo que el gobierno sigue maltratando a la población, privándola de sus derechos, esquilmándola, empobreciéndola, obligándola a emigrar. Además, quienes están aplicando este duro programa de expolio son unas gentes muchas de las cuales han estado cobrando sobresueldos de dudosa licitud, dando así un ejemplo de cinismo y corrupción difícil de igualar.

Si en esta situación de verdadera indignación social el PSOE no tiene una presencia permanente, al lado de la gente de la calle que está siendo exprimida; si no es capaz de explicar qué sucede, quiénes son los responsables, cómo y por qué, ni de proponer alternativas, en verdad no está haciendo oposición. No creo exagerado pensar que a esta ambigüedad e indefinición deben los socialistas su sistemáticamente baja intención de voto. Cada vez más baja.

dimarts, 16 d’abril del 2013

Las clavijas de Clavijo.


Ni en el Vaticano dejan los suyos tranquilo a Rajoy para que el hombre haga lo que mejor sabe hacer, esto es, nada. Hasta la Santa Sede ha llegado el piafar del caballo blanco de Santiago en Clavijo, montado por Rouco Varela esta vez para que los cristianos aniquilen a los infieles y prohíban el aborto y el matrimonio homosexual. Al propio tiempo, los cruzados de la causa de la Fundación FAES exigen al pusilánime presidente del gobierno que muestre garra y que no se deje ganar la calle. Lo segundo suena un poco a bronca de jayanes en mitad de la calle. Un estilo dialéctico propio de Aznar. Lo primero llega más a lo profundo. El aborto es un pecado nefando para la Iglesia católica que lleva aparejado la excomunión automática. La abortante y sus cómplices quedan excomulgados. ¿Puede considerarse cómplice a un presidente del gobierno que, estando en su mano acabar con los abortos, no lo hace? ¿No será, así, más cómplice que nadie, pues lo es de múltiples interrupciones criminales del embarazo?

Rajoy no es un monarca más o menos absoluto como Enrique II o Enrique VIII, pero tampoco parece que Rouco sea Thomas Beckett o Tomás Moro. Ya no llegan los conflictos tan a cosa de vida o muerte. Hay procedimientos administrativos. La Iglesia tiene numerosos intereses que cuidar para jugárselo todo a un conflicto institucional. Además, es mejor mantener la amenaza que ejecutarla. Los fieles se enardecen más. Habrá que escuchar al pío ministro del Interior cuando su jefe regrese a España. Para él, los deseos de Rouco son órdenes.

Por todas partes aprietan las clavijas a Rajoy. Lo quieren al frente de la revolución conservadora, repartiendo mandobles y aprovechando la situación en que la oposición mayoritaria anda perdida en un jardín interior del que solamente sale para demostrar que cada vez está más alejada de la realidad. Los escraches ponen dramáticamente de relieve que lo mejor, la crema de nuestra sociedad, la dirigencia, se ven amenazados y hostigados, como si fueran perroflautas identificados por los antidisturbios porra en mano. ¡Ah, no, eso no puede ser! Los escraches de los grupos provida ante las clínicas abortistas son la voluntad de Dios; los de los antidesahucios ante las puertas de los políticos opuestos a la ILP de dación en pago son tiranía de Satanás. ¿Para qué tenemos un gobierno, para qué una policía? Los escraches deben terminar. Los de Satanás.

¿Qué hace falta para que Rajoy actúe? ¿Fundamentación teórica? Lo que la FAES no da, Cospedal lo presta: los escraches son nazismo. Ahora ya puede Rajoy entrar en batalla. ¿No derrotamos en su día el comunismo? Y eso que las potencias occidentales, equivocándose de enemigo, se habían aliado con él en contra del nazismo. Claro, no podían tener la presciencia del Caudillo, centinela de Occidente. Ahora, ya derrotado el comunismo, vamos a derrotar también el nazismo, para que se vea nuestro católico sentido del justo medio. Además, a qué engañarnos, estos nazis y los comunistas de antaño son la misma chusma.

Santiago y cierra España.

(La imagen es una foto de mermadon 1967, bajo licencia Creative Commons).

dimecres, 30 de gener del 2013

España cañí.

Según mis noticias, TVE ha censurado una escena de homosexualidad en una serie propia, que se emite en horario de máxima audiencia, pretextando la audiencia infantil. Los niños no pueden ver cómo dos hombres (o dos mujeres) se besan. Pero sí pueden ver que se odian, se engañan, se envenenan, se asesinan, incluso entre hermanos. Tampoco es tan extraño. Al fin y al cabo, Caín y Abel no se llevaban muy bien. Desde luego, es una curiosa forma de entender la moral. La serie, según parece, es una imitación de Falcon Crest. Eso sí que me parece obsceno: adaptar productos culturales extranjeros, copiarlos, adoptar pautas culturales, formas de vida, costumbres extrañas, exponiendo situaciones que aparentan ser reales pero están fuera de la realidad cotidiana de la gente. Es un asalto, una imitación lacayuna y una renuncia a elaborar ficciones y relatos en los que la gente pueda reconocerse.

Pero, en fin, lo cañí es tomarla con la homosexualidad. Como ya no pueden tratarla de delito, han dado en la flor de considerarla una enfermedad, aunque la OMS hace años que la ha eliminado de la lista oficial de dolencias. No importa, en la España eterna se la sigue considerando una efermedad en virtud de la superior autoridad del obispado, experto en estos asuntos. Por eso hasta ofrece curarla. La autoridad secular, algo más prudente que la espiritual, prefiere invisibilizarla. Los matrimonios homosexuales, la homosexualidad han desaparecido de la Educación para a ciudadanía. Por supuesto, en la tele los chicos no se besan y, si se besan, se corta la escena. Y eso que esta no se rodó en el procaz extranjero sino en el viril solar patrio.

Claro, el Consejo de Europa la ha tomado con TVE, a la que acusa de someterse a las presiones del gobierno. TVE lo niega en solemne comunicado y tiene razón. TVE no se somete a las presiones del gobierno. Es el gobierno. O, mejor dicho, parte de él. Es su aparato de publicidad y propaganda con absoluta desfachatez. No saben los señores del Consejo de Europa qué es la España cañí. Podrían darse una vuelta por el foro.

El Rey está para el arrastre pero no puede abdicar porque es un momento muy malo para el prestigio de la Monarquía. La abdicación de la Reina de Holanda, frecuentemente empleada como espejo de la Corona española, no tiene nada que ver. Si se quiere emplear el caso como ejemplo, compárese con Isabel II de Inglaterra, que en tres años habrá reinado tantos como la Reina Victoria. La Monarquía no es una institución racional y no se atiene a pautas racionales. Cada cual abdica cuando le parece. Lo cañí de la historia es que el Rey no puede abdicar debido a la maraña de complicaciones procesales en que se encuentra su familia. Visto lo visto, quién sabe si él mismo. Siendo Rey, es irresponsable; pero no siéndolo, estando abdicado, cabría sostener lo contrario. El Rey Juan Carlos I no está sujeto a responsabilidad. ¿Y el ciudadano Juan Carlos de Borbón? Esa sería otra historia.

Lo último en cañí vuelve a los niños. Los escolares de la pública que lleven fiambrera (ahora llamada tupper por la misma razón por la cual el rompecabezas de toda la vida se llama puzzle) pagarán 3,8€ en concepto de ignoro qué. El precio del menú en el Congreso de los Diputados es de 3,5€. Sus señorías tienen el papeo subvencionado con cargo a los fondos públicos. Los escolares pagan incluso sin tener por qué. No comprendo cómo se puede permitir algo así.

Y cañí del todo es el asunto de los sobres. Rajoy ha prohibido a los suyos, gobierno y partido, hablar de él. Igual que la TVE escamotea los besos entre hombres. Pero los besos existen y los sobres, también. Los últimos han salido hasta en el New York Times. Es decir, son la comidilla mundial. En definitiva, un nuevo ataque, una nueva infamia de la conspiración judeo-masónica antiespañola. Eso sí que es cañí.

divendres, 9 de novembre del 2012

Los obispos contra tod@s.

Con la decisión del Tribunal Constitucional (TC) de declarar constitucional el matrimonio homosexual los curas han echado mano a la pluma. Cómo cambian los tiempos. Antes se la hubieran echado a la espada, al hacha o la hoguera. En menos de 48 horas la Conferencia Episcopal ha sacado una nota de prensa tocando a rebato contra el maligno. 48 horas para responder a una decisión que l@s sesud@s magistrad@s llevan siete años rumiando. Los curas lo tienen todo siempre mucho más claro porque aplican la palabra de Dios, que no es moco de pavo.
De todas formas, no sé qué pasa. Está perdiéndose el nervio de la fe. En otro tiempo, la conferencia episcopal, en lugar de emitir notitas de prensa, habría excomulgado a l@s magistrad@s que hayan firmado ese horrible atentado contra la familia. Algunos siglos antes, es@s desgraciad@s estarían ardiendo en la hoguera, que es una forma rápida y segura de eliminar los miasmas de la herejía. Algun@s dicen que esto demuestra que la especie avanza porque ya no se ejecuta a las gentes por sus creencias y tampoco se las excomulga. Basta con mostrarles una nota de prensa, como si fuera una tarjeta roja. Habrá quien diga que eso no es un avance sino un retroceso (los mismos obispos, probablemente), una grave dejación en la voluntad de combatir el mal. La nuestra es una sociedad plural y el personal cree lo que le viene en gana. Conozco una secta de judíos cristianos, y otra de negros estadounidenses que sostienen que los primeros habitantes de América fueron negros, exterminados por una conjura de blancos y cobrizos; o algo así. Las creencias son libres. Es algo que entiende todo el mundo.
Todo el mundo menos los obispos. Estos quieren obligar a que su creencia sobre el matrimonio sea la de todos los demás. Ellos, a su vez, fundamentan su creencia no en la experiencia directa, única madre de la ciencia, ya que la tienen vedada por decisión propia, sino en la palabra de Dios que, en efecto, no es moco de pavo... para quien crea en su dios. Va de suyo que creer en el dios de los obispos también es obligatorio, al menos en cuanto a sus efectos.
Es todo bastante rudimentario y tiene mucho de alucinante. ¿Qué pintan unos señores que no pueden contraer matrimonio diciendo a los demás cómo deben ser los suyos? Y no solamente a quienes siguen sus enseñanzas, que sería lógico, sino a todo el mundo. No pintan nada y ellos lo saben. Por eso la redacción de la nota es confusa, contradictoria, revela un estado de nervios de sus eminencias cercano al histerismo. Dicen los obispos: No es de nuestra competencia hacer juicios sobre la pertinencia jurídica de las sentencias de los tribunales. Pero eso es falso porque un par de párrafos antes han dejado dicho que alzamos nuestra voz en pro del verdadero matrimonio y de su reconocimiento jurídico. Pues claro que su interés -su interés principal- es configurar el orden jurídico de acuerdo con sus dogmas porque no se resignan a regular la vida de sus fieles sino la de tod@s. Lo de a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César les suena a mongol. Que se lo digan al Cardenal Richelieu, a Mazarino, al Cardenal Cisneros, a Tomás Moro, al Papa Pío IX (y demás ocupantes del solio de San Pedro antes y después), al Cardenal Herrera Oria, a Monseñor Escrivá de Balaguer, todos príncipes de la iglesia y todos políticos de intriga y compló.
Al parecer, la indignación dogmática de los obispos cristaliza en su amarga queja de que los matrimoniados pierdan su derecho a ser consignados en la correspondientes registros como "esposo" y "esposa" para ser anotados como "cónyuge A" y "cónyuge B" o "consorte A" y "consorte B". Terrible pérdida, sollozan los obispos, que incide además en la del derecho de l@s hij@s a ser educad@s como futur@s esposos y esposas. No sé lo que prevé la norma al respecto pero, si es cierto lo que dicen los obispos, me parece lamentable. Los registros deben dejar la máxima libertad complatible con la racionalidad burocrática weberiana y no veo en qué afecta a esta reconocer el derecho de cada cual a registrarse como le dé la gana, como esposo/esposa, cónyuge A/cónyuge B, esposo/esposo, esposa/esposa, consorte A/consorte B, como quieran. Pero no es bastante. Los obispos quieren suprimir el derecho de los demás a registrarse de formas que ellos no aprueban. 
Ese es el verdadero problema. No que haya matrimonios homosexuales sino que haya quien pretenda imponer a la comunidad su concepción de matrimonio como pretende imponer el resto de sus dogmas.

dimecres, 7 de novembre del 2012

Un derecho.

Palinuro no da la enhorabuena a l@s homosexuales porque también se la da a l@s heterosexuales. Estamos tod@s de enhorabuena. Una colectividad de nuestr@s conciudadan@s es más libre, tod@s somos más libres; es más respetada, tod@s lo somos; se libera de un estigma injusto, tod@s lo hacemos; no tiene por qué esconderse, los demás tampoco. Tod@s estamos de enhorabuena porque un tribunal ha reconocido lo que la inmensa mayoría de l@s ciudadn@s encuentra legítimo: que cada cual organice su vida sentimental, sexual como le parezca bien. O para, decirlo en lenguaje llano, que cada cual se lo monte como le dé.
Tiene gracia que los neoliberales, que abominan de la afición del Estado a meter sus narices en los negocios privados, sean quienes insisten en que las meta en las camas ajenas. Así que algo no funciona aquí, bien sea la cama, bien el negocio bien los neoliberales. Y, en efecto, la paladina del neoliberalismo made in Spain, Esperanza Aguirre, ya dijo hace unos días que el Tribunal Constitucional, de tribunal solo tiene el nombre y que es un órgano político. Al margen de que la cosa del nombre tenga su telendengue -véase más abajo- ese TC está en la Constitución que Aguirre dice defender con uñas y dientes. Pero, en fin, eso son cosas suyas.
El TC ha llevado su audacia a permitir la adopción a los matrimonios homo. Y ahí ya ha pisado siete líneas rojas porque esa adopción despierta las iras de los prejuicios más oscuros del patriarcado, del machismo hoy todavía muy extendido en la sociedad. Así están respondiendo con suma virulencia las organizaciones en defensa de la familia (católica) que presentan este reconocimiento de derechos de tercer@s como un ataque a la familia. Eso carece de sentido. A la familia ni le va ni le viene que, en vez de tener una o dos formas tenga diecisiete, salvo si alguien cree que su idea de familia es la familia por antonomasia, como sucede a los católicos.
Pero la familia no es una institución religiosa (y aunque lo fuera) sino civil y no es racional que el poder político pretenda organizar la convivencia civil según las reglas de una religión, confesión o secta. Asi, guste o no guste a los pintorescos neoliberales españoles, lo diga o no el Tribunal Constitucional, sea este un órgano político o químico, el matrimonio es la unión de dos personas con independencia del sexo y quieran serlo libremente. El argumento de los más hipócritas (muy parecido al de los racistas, por cierto) es que no tienen nada contra la unión de personas del mismo sexo pero que no le llamen matrimonio. Al final, véase más arriba, las palabras importan sobre todo cuando de ellas se derivan consecuencias jurídicas. Así parece haberlo dicho la Reina, que será reina, pero no dueña de las palabras.  Nadie tiene el copyright de los términos y nadie puede obligar a l@s demás a llamar a lo que hacen como a él/ella le dé la gana.
El espaldarazo del TC lo es a una ley del vilipendiado Zapatero. A cada cual lo suyo, ¿no? Menudo avance que en este y en otros terrenos sensibles ha dejado el leonés. Lástima que lo que tuvo de acertado y valiente en lo social no lo tuviera también en lo económico, en donde no hizo más que meter la pata, probablemente con buena intención. El PP, en cambio, se tiró siete años torpedeando la ley, yendo del ganchete con los obispos en defensa de las familias que los obispos quieren imponer y llevando a declarar al Parlamento a gentes que, puestas a hablar de la homosexualidad, parecían de otro planeta. Ahora no hay más remedio que reconocer la justicia de unos derechos que jamás debieron reprimirse.
Enhorabuena a tod@s.

diumenge, 1 de juliol del 2012

La incomprensible homofobia.

El carácter pacífico y poco amigo de pendencias del ser humano hace que, cuanto más violenta e irracional sea una actitud, más en el fondo se la respete, antes por temor que por convicción. Esas ejecuciones públicas de homosexuales en el Irán con grúas no son peculiaridades culturales o religiosas sino simples crímenes inhumanos que debieran mover a las naciones civilizadas de la tierra a romper relaciones con bárbaros de tal calibre.
Pero eso no sucede porque, en realidad, la homofobia es una actitud mucho más extendida de lo que parece. No tan extrema como entre los iraníes, más suave, pero también muy injusta y dañina para la concepción de la dignidad de la persona. Las intervenciones públicas de la jerarquía católica, sus diatribas contra la homosexualidad disfrazadas de paternal congoja por los destinos de los homosexuales como ovejas desviadas carecen de fundamento evangélico.
No obstante, los católicos son muy libres de seguir las enseñanzas de sus obispos y adecuar a ellas su comportamiento. Pero esa forma concreta de proceder respecto de los homosexuales no tiene por qué extenderse más allá de los límites de su religión. Los homosexuales no católicos no tienen por qué tolerar que los traten de desviados, de enfermos o de pecadores. Ese es un problema exclusivo de los homosexuales católicos.
La homofobia, una actitud que considero incomprensible, lo impregna todo. Eso se ve en la cuestión del matrimonio gay. El Tribunal Constitucional parece a punto de darle el visto bueno. Los sectores conservadores, probablemente, presionarán en favor de una nueva ley que lo haga imposible. El discurso justificatorio es siempre el mismo: "no tengo nada contra los gays ni contra que vivan en pareja con iguales derechos que los heterosexuales, pero que no le llamen a eso matrimonio". Luego sí tiene algo contra los gays, pues los limita en sus derechos.
La mentalidad homofóbica no puede admitir una familia gay porque cree estar en posesión de la verdad en lo que a la familia se refiere: una unión de un hombre y una mujer con fines de procreación. Pero la historia registra otras formas de familia y en la actualidad también las hay, como la poligamia entre los musulmanes. Está bien que sea la idea católica de familia, pero los católicos no tienen más derecho a imponer a los demás su idea de familia que los demás a imponer la suya a los católicos. 
La homofobia es incomprensible.

diumenge, 27 de maig del 2012

La familia, el sexo y los curas.

Este finde, mientras se descubría que los Robber Barons de la Península, todos ellos gentes de orden y convicciones católicas, se han levantado el capital de las otrora prósperas cajas de ahorros, se está celebrando en Madrid un aquelarre de la reacción más carcunda, llamado Congreso Mundial de Familias en el que se ha atacado en toda la línea la homosexualidad, el feminismo, la revolución sexual, la promiscuidad, el relativismo, el divorcio, el "extremismo sexual" (sic) etc., enfin la panoplia entera de las obsesiones sexuales de los curas y demás reprimidos de la parroquia, que son un puñado. Lo organiza Hazte Oír, una asociación integrista y colaboran los medios más católicos, como Intereconomía, ABC y la Razón. Participación entusiasta de miembros del clero, entre ellos el inefable obispo de Alcalá, Reig Pla, y de muy representativos militantes del PP, de su sector de sacristía y adoración nocturna, estilo Mayor Oreja.
Si estas organizaciones, gentes, asociaciones se reunieran a hablar de sus cosas, contarse su historias y hacer sus ritos, no habría nada que objetar. El problema es, sin embargo, que estos fanáticos de las convicciones religiosas y morales más ultramontanas pretenden imponer sus alucinaciones como criterio normal en la sociedad, incluso a quienes no son creyentes en sus dogmas. Y frente a eso ya hay que defenderse puesto que en el tal congreso había nutrida representación del PP, tanto mediático como político, dispuesta a poner en práctica y convertir en regla obligada sus supersticiones y mitos, gusten o no gusten a los demás. Porque ellos representan la palabra de Dios.
Hay que fastidiarse. El obispo Reig ha soltado otra soflama en contra de los derechos de quienes no piensan como él a los que tilda de enfermos, desviados, desordenados y en un tris que delincuentes. Pero sigue sin saber de lo que habla. Como todos los reaccionarios (por ejemplo, Aguirre) la tiene tomada con el mayo del 68 e hilvana disparates como este: convergencia de “ideología marxista, freudiana y liberal” que emergió en torno al Mayo del 68 francés. Ha oído campanas, no sabe dónde, pero lo junta todo. La revolución sexual, el psicoanálisis y el marxismo, el llamado freudomarxismo es de los años veinte y primeros treinta. Y el liberalismo no pinta nada en ninguna de las dos fiestas; es en realidad una reminiscencia del Syllabus de Pío Nono, cuando se condenaba el liberalismo, el racionalismo (¡incluso el moderado!) en el siglo XIX, siglo en el que Reig Pla estaría más a sus anchas. En mayo del 68 hay muchas otras cosas que el obispo ni huele; hay anarquismo, comunismo prochino, surrealismo, dadaísmo, situacionismo...En fin, es asunto complejo. Por eso quiere Aguirre destruir su recuerdo; no le gusta la complejidad. Prefiere la simplicidad. Se nota.
La idea de la sexualidad (la "sana", claro está, aunque lo que interesa a estos voyeurs enfermos es la "insana") del Congreso no puede ser más absurda, con todos los respetos, más ajena al sentido común. La sexualidad se sublima, idealiza y se presenta como algo precioso, nada menos que un regalo de Cristo a los seres humanos. Siendo esto así ¿por qué renuncian a ella los curas? Rechazar un regalo de Dios, ¿no tiene su punto de soberbia? Allá resuelvan ellos este misterio de que la gente dé crédito a lo que dicen unos que no hacen lo que dicen. Porque este es ya el núcleo del absurdo casi surrealista, como lo del 68, y es que aquellos que renuncian a la sexualidad son quienes orientan en la suya a los que no renuncian. La sexualidad es un mundo intrincado y, si no se practica (solo, acompañado, en grupo, al alimón, como sea) no se puede conocer y de lo que no se conoce no debiera hablarse. Sin embargo no paran de hacerlo, metiéndose en donde no les llaman, en todas las casas y todas la camas, con la pretensión de obligar a la gente a adaptar su comportamiento íntimo a las estrechas reglas fabuladas por una tradición de neuróticos.
Porque el Congreso se llama de familias, pero el plural sobra ya que el supuesto fundamental no es que la familia deba protegerse sino solo la familia católica. Las demás no tienen ni derecho a llamarse familias. ¿Por qué? Porque la familia es lo que la iglesia católica diga que es y eso pretenden acorazarlo en la legislación civil, que obliga a todos, católicos y no católicos. Esa idea de la familia presupone un matrimonio entre hombre y mujer, no con fines concupiscentes, sino de reproducción de la especie, siendo obligatorio acoger cuantos hijos quiera Dios mandarnos, sin medios contraceptivos. Unión de por vida, hasta que la muerte separe lo que quizá unió erróneamente la vida. Una concepción antediluviana de la familia que no conseguirán imponer ni a los católicos. Y una que descansa sobre la recuperación de la autoridad marital en el seno del matrimonio. El Congreso de Familias vería con buenos ojos -si los congresos tuvieran ojos- que las mujeres, tocadas por el Señor en sus almas femeninas, vieran de nuevo la luz, abandonaran esa locura de la igualdad, y sumisa y mansamente volvieran al hogar y al fogón y a experimentar las delicias de la esclavitud. Año del Señor 2012.
Monseñor Reig Pla truena contra el feminismo y, ¡oh, sorpresa!, la ideología de género. No está muy claro qué enciende la santa ira del prelado el feminismo y la ideología de género aunque sea de suponer que la obscena y diabólica pretensión de alcanzar la igualdad de ambos sexos en todos los aspectos de la vida. No lo dice porque no se atreve, pero lo piensa. Pues, ¡qué! ¿no fue hecha Eva de una costilla de Adán? ¿Cómo va a ser igual a Adán? ¿Cómo va a ser la parte igual al todo? Mujeres: desfilando hacia la cocina. Dejad el mundo a los hombres pues ya veis lo bien que lo hacen. Y hasta es posible que, habiendo estos recuperado su autoestima, os maten menos. Desde luego, garantizado, se sabrá menos y ya se sabe que ojos que no ven...
Los homosexuales tienen rancho aparte y en este Congreso los han puesto de chupa de dómine. Uno incluso ha dicho que los homosexuales buscan el fin de la especie, majadería típica de recurso al "enemigo exterior", el otro, para crear un "nosotros" ficticio con el que machacar a los demás, agarrotamiento moral que solo se alivia en matanzas, pogroms, persecuciones. Es llamativa esa inquina, ese odio inacabable de los católicos, sobre todo de su clero y, desde luego, de Reig Pla a los homosexuales. Aunque lo disfrazan de caridad y no es otra cosa que hipocresía y desprecio, es una obsesión que debe de tener algún motivo. Porque, aunque se admitiera que la homosexualidad fuera un pecado, hay otros capitales mucho más extendidos y peligrosos, como la avaricia, la envidia y no digamos la gula. Basta con ver a los obispos. Esta obsesión particular es por la enfermiza relación que los curas establecen entre la homosexualidad y la lujuria porque es lo que tienen más cerca. Así como la pederastia, también muy frecuente entre el clero y que es el mayor de los ataques a la familia puesto que consiste en dañar el fruto del santo matrimonio.
Carece de toda validez lo que diga una congregación de gente entre la que se da tanta pederastia sin que, por otro lado, haya una actitud decidida de condenarla, perseguirla y castigarla sino al contrario, de encubrirla y excusarla con razones taimadas, ambiguas y falaces.
Así que ya puede la carcunda, tan del gusto del gobierno de hoy, vociferar lo que quiera. La humanidad seguirá su camino hacia una sexualidad libre, digan lo que digan estos cuervos de torcidas doctrinas y almas amputadas.

dilluns, 21 de maig del 2012

¿Quién persigue a quién?

Según el Cardenal Rouco en Alcalá de Henares se está persiguiendo inicuamente al obispo Reig Pla a causa de sus declaraciones sobre los homosexuales. Rouco las atribuye al amor cristiano de Reig por la especie y por sus ovejas descarriadas y/o enfermas. La mayoría municipal, en cambio, las considera inadmisibles por homófobas y merecedoras de algún tipo de ostracismo o expulsión a las tinieblas exteriores a Alcalá.
¿Y qué dijo exactamente el obispo para encrespar así la opinión pública? Vino a decir que la homosexualidad es una enfermedad que “se cura” con una terapia adecuada. Un disparate muy extendido entre mucha gente conservadora y tradicional bastante de la cual va más lejos y la considera un delito. En varios países acarrea la pena de muerte. O sea, no es asunto para andarse con frivolidades, aunque sean mitradas, pues fácilmente pueden convertirse en tragedias. Se empieza hablando de enfermedad y se termina haciéndolo de delito. Más claramente: esas declaraciones estigmatizan a los homosexuales y, por tanto, los persiguen.
En verdad, el obispo supuestamente perseguido, según Rouco Varela, es el que persigue a una colectividad que no es de su agrado, la de los homosexuales y lo hace, además, con desprecio no ya de las virtudes cristianas sino del mero sentido común. La Organización Mundial de la Salud dejó de considerar la homosexualidad una enfermedad en 1990. Carece de sentido que un obispo enmiende la plana en asuntos médicos a la OMS. Por eso los homófobos católicos recurren al término “desorden”, en un intento de ocultar sus intenciones, siendo así que “desorden” quiere decir enfermedad. Un obispo no es quién para determinar qué sea o no enfermedad y, si lo hace, está usurpando ilegalmente unas competencias profesionales.
Suele aducirse, llegada aquí la discusión, que, al fin y al cabo, la iglesia es una asociación privada voluntaria y habla para sus miembros y no para el conjunto de la sociedad y, en consecuencia, puede decir lo que le parezca y convenga a los intereses de la asociación. Nadie tiene derecho a perseguir a un obispo cuando habla a su grey, diga lo que diga. La validez de este argumento, obviamente, depende de que sea cierto que el obispo habla a su grey. Y no lo es.
En primer lugar, aunque las declaraciones se produjeron en el curso de un acto litúrgico, se transmitieron a través de la televisión pública, TVE2, en tiempo real. Esto de retransmitir las misas católicas mediante una radiotelevisión pública implica meter el culto religioso en todos los hogares, sean o no creyentes. Por supuesto, el creyente en otra religión o el ateo el domingo a las 12 del mediodía no tenían opción: o veían la misa del señor Reig y escuchaban sus disparates homófobos o se iban a alimentar los patos en el Retiro.
En segundo lugar, y ello es más grave, el obispo Reig no habló de y para el círculo de sus seguidores sino para el conjunto de la colectividad, no por lo que se refiere al auditorio sino por lo que hace al objeto del disparate, los homosexuales. El obispo Reig calificaba de “curables” a todos los homosexuales y no solamente a los homosexuales católicos. Imaginar esta segunda hipótesis sería completamente absurdo. Pero eso no puede ser óbice para una creencia religiosa que tiene a gala dar por ciertas cosas no ya absurdas sino directamente delirantes. Si, a pesar de todo, el obispo no restringe su “diagnóstico” a los homosexuales católicos sino que, al contrario, dice reafirmarse en su criterio da la impresión de que, en efecto, quien se dice víctima de una persecución es el que persigue a los demás. Y que haya montado un circo, obligando a todos los curas de su diócesis a predicar en misa en contra de algunos de sus semejantes por razón de su orientación sexual, no lo hace menos sino más perseguidor de su prójimo al que, según su religión debiera amar.

(La imagen es una foto de Mukarra, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 19 de maig del 2012

La iglesia militante.

Diez de la mañana de un soleado día de mayo. Monseñor Pouco da una rueda de prensa para explicar la alegría de la iglesia como cuerpo místico ante los nuevos contenidos de esa materia semidemoniaca de Ciudadanía.
- El cuerpo místico de Cristo no descansa. Está siempre en acción, luchando contra el maligno, el mundo, sus pompas y sus obras. Siempre blandiendo la espada de la fe para que no eche raíces la herejía, el cisma, la blasfemia o los pecados contra natura. Fue así como convencimos al ministro, que es hombre devoto, de que omitiera toda referencia a la "homofobia", concepto incomprensible para los escolares.
- Pero, monseñor,-señala un joven reportero, recién salido del nido- la homofobia es un delito.
- Precisamente por eso, hijo mío. No vamos a convertir la Ciudadanía en una apología de los delitos.
- No -porfía el importuno-, si es al revés.
- El mal no tiene derecho ni revés, mi joven amigo. Cualquier intento de exponer las almas cándidas de los escolares al contagio con el mal y el pecado debe ser combatido. Combatido con la decisión de la iglesia, que no deja pasar una.
Once y media de la mañana del mismo día. El Cardenal Pouco  interviene en un magazin radiofónico de "Radio Calvario" en un programa llamado"El alma de España":
- Sí, fuimos nosotros quienes insistimos para que Ciudadanía condenara el "nacionalismo excluyente". Contaré una anécdota: la autoridad civil quería que se condenara todo nacionalismo sin más. Nos pareció poco prudente, porque puede haber un nacionalismo bueno, saludable, cristiano. Lo que condenamos es la exclusión porque no hay nada más anticristiano. La iglesia católica es inclusiva, quiere proteger bajo sus alas a toda la humanidad, por eso es católica. Algunos dicen que tenemos un espíritu belicoso e imponemos nuestras creencias a sangre y fuego cuando podemos. Pero yo os digo que eso es falso. Nuestras creencias, que son las verdaderas, se imponen por el amor y la caridad. Lo de la sangre y el fuego es de épocas pasadas cuando, si la iglesia pecó, así fue por la voluntad de Dios para su mayor gloria.
Dos en punto de la tarde. El día está denso por una nube de aire africano. El Príncipe de la iglesia asiste a un almuerzo en la sede del Arzobispado en honor de la alcaldesa de la capital del Reino, quien acaba de declarar que jamás cobrará el IBI a la iglesia.
- Monseñor puede estar seguro -afirma la alcaldesa mientras prueba una endibia a la salsa roquefort- de que para cobrar ese tributo habrá que pasar por encima de mi cadáver.
- Dios no lo quiera, hija. No lo digo por la exacción sino por tu cadáver. Estamos realmente reconocidos a la corporación municipal, de cuya devoción y piedad no teníamos dudas ya desde los tiempos del alcalde anterior a quien el Señor ilumine en su misión de ser el nuevo San Miguel que dirija las legiones celestiales en lucha contra las potencias infernales del aborto y la sodomía.
- San Miguel, Monseñor, y San Gabriel, que anuncia la buena nueva a la doncella.
- Todos los arcángeles, hija -sentencia Monseñor, mientras unta una rebanada de pan de mousse de cabracho, al que es muy aficionado-. Todos los arcágeles y algunos santos, como San Jorge, que derrotó al monstruo de tres cabezas: 1ª) la de la promiscuidad; 2ª) la del control de la natalidad; 3ª) la de los matrimonios gays.
- Me gustaría mucho escuchar sus razones en contra de esa monstruosidad para fortalecer mi fe.
- Pues ven esta tarde a una reunión que tengo con curas párrocos en Alcalá y las oirás. A propósito, dados los tiempos que corren nos hemos permitido pedir al catering que facturen este almuerzo al Ayuntamiento así como un pequeño óbolo para ayudar a reparar el tejado que tiene goteras.
Cinco de la tarde del caluroso día. Sigue el aire esfixiante del África. Monseñor preside un sínodo diocesano en la iglesia de San Alejandro Parvo, de céntrica ubicación. El ambiente del concilio está tenso y cargado no solo debido al aire africano sino por la decisión municipal de pedir al obispo Puig Serrat que ahueque el ala a causa de sus declaraciones homófobas. Monseñor Pouco toma la palabra:
- Parece mentira. Vengo ahora de estar con la alcaldesa de Madrid, fiel hija de la iglesia y me encuentro esta sublevación municipal, casi masona y republicana. En efecto, en efecto, basta con salir a la calle para darse cuenta de que el África empieza en los Pirineos. Un país de salvajes, hombre, gobernados por acémilas. Porque, en definitiva, ¿que ha dicho el obispo? Que los homosexuales son unos enfermos. Lo mismo que decía la OMS cuando era una verdadera organización cristiana y no como ahora, una especie de soviet internacional de la homosexualidad. Lo diré con más claridad: la internacional rosa, la que está detrás de esa odiosa campaña de acoso y derribo de este santo varón. Preciso es protegerlo y no permitir que lo linchen unas hordas incapaces de comprender que lo que Monseñor Puich pretende es devolver al redil a las ovejas descarriadas.
Nueve de la noche del día caluroso. Después de los rezos de completas y antes de retirarse a sus aposentos, el purpurado hace repaso del día, uno más que ofrece al Señor en su lucha en favor de la reevangelización de España que el Santo Padre le ha encomendado. ¿Por qué no ha de estarle resrvado por la gracia divina el destino de un nuevo Santiago y cierra España?
(La imagen es un cuadro de Champaigne con un triple retrato del Cardenal Richelieu (hacia 1640)).

diumenge, 8 d’abril del 2012

El odio a los homosexuales.

Viendo el odio que destilaban ayer las palabras del obispo de Alcalá, ese franquista que celebra misas en honra de un genocida, se queda uno sorprendido. ¿Qué habrán hecho los homosexuales a este hombre? Porque está tan furioso contra ellos que los envía al infierno sin remisión, a ese infierno del que creo haber leído que dudan hasta los papas. Para la iglesia católica la homosexualidad es un horrible pecado y parece que también para otras religiones del Libro. En muchos países, además de pecado, es un delito. También lo era hasta hace poco en España y en otros países de Europa. Y en algunos donde es delito, lleva aparejada la pena de muerte. Está clarísimo en el mapa adjunto.

Afortunadamente, en los países más avanzados de la tierra la homosexualidad no solo es legal sino que en algunos -entre ellos el nuestro, al menos hasta ahora- se han protegido sus derechos especialmente. Sin embargo, también en estos países más avanzados sigue habiendo sectores de opinión muy contrarios, furiosamente contrarios, a los homosexuales a los que no es extraño que a veces se les haga objetos de violencia en público cuando muestran su condición.

La pregunta es: ¿de dónde viene este odio a la homosexualidad? En Occidente al menos todo el mundo sabe que en Grecia y en Roma no había homofobia y que las relaciones entre varones no eran infrecuentes. Las tres religiones del libro apuntan a la condena a la homosexualidad que en él se contiene. Recuérdese, de paso, que en Israel la homosexualidad es legal. Pero la verdad es que el Antiguo Testamento no trae mucha condena explícita de la homosexualidad; algunos dicen que, en realidad, ninguna porque los dos textos básicos, esto es, la historia de Lot y Sodoma y Gomorra (Génesis, 19) y los dos pasajes del Levítico, 18: 22 y 20:13 son interpretables en varios sentidos. Personalmente creo que el Levítico condena la homosexualidad masculina, pero en una sola ocasión, sin reiterarla como hace con otras amonestaciones. El Nuevo Testamento es también preciso en algunas cartas de Pablo pero, en cambio, los Evangelios, que son lo importante, no dicen nada.

¿De dónde, pues, viene este odio a los homosexuales que no deja vivir a los homófobos? Y no es broma; en el caso del obispo citado es una manía, una obsesión que lo tiene de cruzado de la homofobia por el mundo, diciendo verdaderos disparates.

En mi opinión, parte de este odio es, en realidad, un reflejo de otro, aun más profundo, que es el odio a las mujeres, la misoginia. Por regla general, el homófobo es también misógino, aunque quienes practican lo primero suelen gloriarse de ser irresistibles para las mujeres. Eso no quiere decir nada. Don Juan es un misógino. En una actitud superficial, casi instintiva, los heterosexuales proyectan sobre los homosexuales la figura de las mujeres porque ellos se ven como hombres solo. Y en un mundo patriarcal como el nuestro (aunque hay diferencias entre nuestra parte y la de los musulmanes, por ejemplo) las mujeres son seres de segunda.

La identificación del homosexual con la mujer es propia de gente poco avisada; sobre todo en el caso de los curas quienes, por tener prohibida la sexualidad, ni saben de lo que hablan. Es el núcleo de lo que se discute en los pasajes del Levítico pues habla de realizar el coito entre varones al modo femenino. De ahí viene también la costumbre, que ya está perdiéndose, de llamar afeminados a los homosexuales. A estos se los condena con tanta más saña cuanto se comprueba que la condición anatómica de hombre no garantiza lo que se considera el adecuado comportamiento sexual. Es decir, así como las diferencias anatómicas entre hombres y mujeres son insalvables, entre los hombres son inexistentes. No se puede distinguir un homosexual de un heterosexual si no es por sus actos, lo que echa sobre las espaldas del segundo el estigma de la ocultación y el engaño, o sea, los homosexuales son pérfidos; justo como las mujeres. Así se produce ese fenómeno que se ha dado en llamar la homosexualidad en el armario.

Ese es, sucintamente reconstruido, el discurso del odio. No es el mismo que el racista o el xenofóbico ya que, en estos casos, suele haber diferencias anatómicas, en el color de la piel sobre todo. Es un odio más profundo, que está mezclado con el miedo. Pero eso ya nos llevaría muy lejos a ver cómo el odio es la proyección exterior de un sentimiento que se ha adueñado del odiador. Encontrar un alter ego que cargue con nuestros miedos y tratar de exterminarlo. Literalmente. En el Irán ahorcan públicamente a los homosexuales.

Del concepto en que la sociedad convencional bien pensante tiene a la homosexualidad femenina mejor es no hablar. El odio se exacerba a extremos criminales. Y es que hasta en la represión que sufren ciertas gentes por su opción sexual, las mujeres llevan la peor parte. Como siempre.

(La imagen es una foto de Wikimedia Commons,que está en el dominio público.).

dissabte, 7 d’abril del 2012

La dictadura católica

Personalmente me trae al fresco si unas gentes sostienen que la homosexualidad es un vicio, un pecado, una enfermedad, un delito o cualquier otro mal que sus obsesivas mentes quieran atribuirle. También me es indiferente si esas mismas gentes (u otras) sostienen que el derecho de las mujeres al aborto es en realidad un horrendo crimen. Están en su derecho de pensar así y no hay razón alguna para impedirlo. Muy probablemente, las personas (por ejemplo, los curas, los obispos) que están todo el día dando vueltas a tales asuntos en el fondo tienen un problema de neurosis de raíz sexual (cosa que se evidencia en los numerosos casos de pederastia eclesiástica), pero ese es un asunto de su estricta competencia, excepto, por supuesto, cuando se convierte en delito, como suele suceder.

Igualmente parece claro que estas ideas y oposiciones son producto de mentes atrasadas, acomplejadas, asustadas, supersticiosas, ruines y carentes de todo interés. Tampoco nada que objetar mientras sus manifestaciones se hagan en el contexto de quienes las comparten de forma que se alimenten unos a otros con ideas y creencias que, al menos a Palinuro, resultan estúpidas. L@s pobres de espíritu necesitan apoyos externos, "guías espirituales" que les "expliquen" las reglas morales, símbolos, promesas, castigos y recompensas; como los niños. Si esas "guías" resultan luego ser verdaderos sinvergüenzas que hacen lo contrario de lo que predican y tienen montado un lucrativo negocio a cuenta de la credulidad ajena es algo que los creyentes deberán ventilar por su cuenta, si quieren.

Lo inaceptable es que quienes profesan estas necedades impongan su discurso sectario, que normalmente alimenta el odio e incita a la violencia contra los diferentes, a través de los canales públicos de comunicación que pagamos todos los contribuyentes, nos toquen o no sus delirios. Palinuro, como ya ha dicho en otras ocasiones, no mira la TV. Nada. Pero la paga y, por lo tanto, tiene derecho a opinar sobre lo que por ella se emite. Y su primera opinión es preguntarse por qué tienen los gays y l@s abortistas del país que sufragar las injurias y los insultos proferidos por cualquier majadero tocado con una tiara?

Si los curas y obispos quieren seguir emponzoñando la convivencia y sembrando su mensaje de odio (curiosamente, en nombre de un Cristo de amor) que lo hagan en buena hora en sus locales privados y por medio de sus canales privados de comunicación. Y digo bien: sus locales privados; no las iglesias que también pagamos todos, salvo si pasan a costearlas los curas de su peculio particular. Y, desde luego, sus canales de comunicación privados. TVE-2 es un canal público y la instrumentalización de un bien público con fines sectarios es una prueba de tiranía y dictadura.

(La imagen es un instante de la homilia del Santo Oficio del Viernes Santo desde la Catedral Magistral de los Santos Niños Justo y Pastor de Alcalá de Henares, oficiado por el Obispo Monseñor Juan Antonio Reig Pla. Captura de la página web de RTVE).

diumenge, 25 de setembre del 2011

¿Qué les han hecho los homosexuales?

Otra vez machacando el hierro en frío. La derecha vuelve al ataque contra los matrimonios homosexuales. En los últimos días Rajoy por un lado y el Papa Benedicto XVI por otro han negado el derecho de los homosexuales masculinos o femeninos a formar familias mediante el matrimonio.

En el caso de Rajoy, como era de esperar, no se aducen cuestiones de fondo o doctrinales. Siendo la igualdad ante la ley un derecho que no admite excepciones negativas (excluyentes) aunque las tenga positivas (incluyentes) y que es reconocido, al menos formalmente, por la derecha, no cabe no respetarlo. La negativa de Rajoy se alimenta sólo de consideraciones electorales. El candidato cree que la mayoría de sus votantes se opone a los matrimonios homo y por eso se opone él. Pero, al no poder invocar razones de fondo, su oposición es confusa, incomprensible y cree rebajarla asegurando que es solo una cuestión de nombre. Es como si Rajoy fuera nominalista en la polémica de los universales: que los homosexuales no se asusten pues el nombre no tiene importancia. Sin embargo sí la tiene y es decisiva, como explica muy bien Beatriz Gimeno en un artículo en El Plural, titulado Rajoy es un antiguo. Y eso lo sabe Rajoy, como sabe que cambiar la ley de matrimonios homosexuales es actuar injustamente con un sector de la sociedad, privarle de un derecho, excluirlo por ley. En el fondo se trata del prejuicio de la derecha contra la homosexualidad que no se mueve en el terreno racional sino en otro pasional, sentimental, arbitrario. La homosexualidad cuestiona el fundamento de una cultura patriarcal y machista y eso no puede consentirse.

La cosa está más clara con el Papa que, como no tiene que ganar más elección que la del colegio cardenalicio y sólo una vez, se pronuncia con contundencia no contra el nombre sino contra la cosa en sí. Por eso, en su visita a Alemania ha recordado lo que sostiene es doctrina divina, esto es que la familia es la unión del hombre y la mujer. Nada de fórmulas híbridas o de terceros géneros. Hombre y mujer y sanseacabó. Es la homofobia cristiana en estado puro.

Esa homofobia viene de lejos, está en el Antiguo Testamento, en el Pentateuco, en la historia de Abraham, como testifican bien las cenizas de Sodoma y Gomorra. Eso explica la dureza con que los pueblos del Libro procedían y proceden contra los homosexuales. El más salvaje en la actualidad el de los islamistas en algunos de cuyos países se los ejecuta en público. En algunos cristianos hasta hace poco se los encarcelaba y, en general, en todos los pueblos de tradición judeo-cristiana la condición de homosexual está socialmente estigmatizada.

La cuestión fundamental es cómo se justifica tanta animadversión, tanta hostilidad y tan nulo espíritu de justicia e igualdad. No cabe aducir la universalidad de la prohibición (al margen de que aunque fuera universal no por ello sería justa) ya que hay culturas en las que la homosexualidad no está mal vista. Sin ir más lejos, la griega clásica, cuya valoración del amor incluía el homosexual aunque, por ser patriarcal, era mayoritariamente (pero no únicamente) masculino. Tampoco el supuesto carácter antinatural de la práctica pues la naturaleza da ejemplos para todo, incluido el hermafroditismo.

Así que la pregunta se mantiene: ¿qué razón hay para la homofobia? Ninguna. Son puros prejuicios, convenciones, topicazos, alimentados desde luego por una tupida red de referencias literarias, artísticas, filosóficas que han acuñado una mentalidad homófoba muy arraigada, como se hace patente en el uso cotidiano de la lengua.

No puede haber argumentos racionales en contra de la homosexualidad, como no puede haberlos en contra de una raza o de un sexo. Pero igual que, a pesar de todo, hay racistas y sexistas, hay homófobos, como Rajoy y el Papa. La mejor prueba de esta imposibilidad es que los homófobos más inteligentes aducen que su oposición a la homosexualidad no se fundamenta en consideraciones racionales sino médicas desde el momento en que la homosexualidad es una enfermedad. Es un caso de manual de la biopolítica de Foucault por cuanto muestra cómo el poder se vale de todo para reprimir y castigar, incluida la Medicina.

Lo malo de esta homofobia es que pretende convertir en ley, esto es, en norma racional y universal (entre otras cosas) un prejuicio que va contra los derechos y la dignidad de un elevado porcentaje de la sociedad y digo elevado porque, aparte de los homosexuales, muchos otros también nos sentimos injustamente tratados por tener que vivir en una sociedad en la que se niegan sus derechos a unos grupos de ciudadanos por razón de su orientación sexual.

(La imagen es una foto de Guillaume Paumier, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 3 de juliol del 2011

Lo recto, lo torcido y lo retorcido.

El poder ciega. Está la Iglesia tan acostumbrada a tratar de pecado lo que condena y, cuando puede imponerlo, también como delito, que el solo hecho de dejar de hacerlo le parece una magnánima concesión por la que todos debemos estar agradecidos. Agradecidos de que a algunos ciudadanos ya no se los considere delincuentes por su opción sexual y no se los condene a penas de cárcel. Agradecidos de que no se use la ley para imponer opciones subjetivas.
Nada de agradecimiento; al contrario, suscita irritación comprobar que esa misma Iglesia decida reciclar a los antiguos pecadores y/o delincuentes en enfermos invocando para ello su magisterio. Declarar a otro "enfermo" por razones morales es algo atroz y no deja de serlo porque el que comete la demasía diga, como dice el Obispado de Alcalá de Henares, que lo hace desde el más exquisito respeto hacia todas las personas. Todas, no; a los homosexuales, no. Y no sólo a los homosexuales masculinos, tampoco a las femeninas, aunque éstas no cuentan para la Iglesia porque no cuentan para la Biblia. El patriarcado asoma siempre la pelambre. Hasta para delinquir hay que ser varón.
Sostener que una opción sexual es una enfermedad es, lo sabemos desde Foucault, una forma de represión. La enfermedad preferida para estos fines represivos es la mental. La Unión Soviética, presumiendo que los opositores políticos eran unos dementes, utilizaba la psiquiatría como un arma de represión, cosa que escandalizaba a los psiquiatras occidentales. Decretar como enfermedad mental una opción sexual no es menos escandaloso.
Sin embargo, este criterio puede no ser solamente un error y una agresión; puede ser también un cálculo interesado, un cálculo retorcido. Si la opción homosexual es una enfermedad, la pederastia también. La paidofilia puede ser una enfermedad o no; eso ahora no importa. Pero, desde luego, es un delito. Por eso sabemos que la hay, porque las víctimas denuncian, porque hay víctimas. En cambio no sabemos cuántos curas y monjas son homosexuales porque la homosexualidad, al ser comportamiento privado entre adult@s que consienten, no es un delito. No hay víctimas. Hacer pasar por enfermedad un delito es inmoral como también lo es tachar de enfermo el comportamiento que, sin perjudicar a nadie, no aprobamos por razones morales.
Con esta obsesión por fiscalizar lo que hace la gente en la intimidad, la Iglesia muestra ser en verdad muy de este mundo. En tiempos del nacionalcatolicismo de Franco se encerraba a los homosexuales (es decir, a los más indefensos) en aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes de la República. En algunas partes del planeta la homosexualidad se castiga con la muerte y en muchas otras con penas de prisión. La ONU propone despenalizar la homosexualidad en todo el mundo, cosa a la que, por supuesto, se oponen varios países musulmanes y el Vaticano. Una coincidencia de religiones muy reveladora.
Y ya, puestos a razonar con sentido común, eso del celibato del clero, ¿es enteramente sano? ¿No produce desequilibrios? ¿Obsesiones quizá? En todo caso es algo coherente con el odio de la Iglesia a la sexualidad, disimulado bajo la celebración de ésta en el terreno exclusivamente reproductivo cuyo símbolo máximo es la madre de dios, que cumple la función reproductiva sin perder la virginidad. Un odio sublimado en un absurdo: la sexualidad es santa cuando es reproductiva; pero la perfección se alcanza no ejérciéndola, manteniendo la castidad que es la no-reproducción Y quienes creen y viven en este mundo de delirio osan llamar a otros enfermos.

dimecres, 23 de març del 2011

La hipocresía de la Iglesia.

En estos días están debatiéndose en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en su 16º período de sesiones, asuntos relativos a la Declaración de las Naciones Unidas sobre derechos humanos, orientación sexual e identidad de género que se aprobó en diciembre de 2008 a instancias de la Unión Europea, presidida entonces por Francia. La han firmado unos 67 Estados, los Estados Unidos lo hicieron en 2009 ya con Obama porque Bush, lógicamente, se negó. Faltan los demás y de ellos se oponen decididamente 70 porque la declaración pide que se despenalice la homosexualidad en todo el mundo. Obsérvese: no que no se discrimine a los homosexuales o no se les nieguen unos u otros derechos sino que no se les encarcele o ejecute.

Pues bien, el representante permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas, el arzobispo Silvano M. Tomasi, se opuso ayer a que se despenalice la homosexualidad con el siguiente discurso, monumento al sofisma y a la hipocresía. Ya lo hizo su antecesor en su día, cuando se presentó la propuesta en 2008. Monseñor Celestino Migliore se oponía a la despenalización porque crearía nuevas discriminaciones... en concreto en los países que no reconocen el matrimonio homosexual, que es lo que procupa a la Iglesia, siempre tan atenta a lo que hace la gente en la cama.

Pero es que monseñor Tomasi ha mejorado a monseñor Migliore porque, en lugar de invocar una causa tan ridícula, hace una fina distinción sosteniendo que la Iglesia reconoce el derecho de la gente a tener sentimientos gay, pero no a que los traduzcan en comportamientos. Es decir: sé gay si quieres, pero ojito con lo que haces. Es inevitable acordarse del artículo 16 de aquel increíble Fuero de los españoles de 1945 que rezaba: "Todo español podrá expresar libremente sus ideas mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado", uno de los cuales era que la religión católica era la del Estado. Como lo sigue siendo, según el vigente Concordato de 1953, acordado entre el Vaticano y el Estado español en nombre de la Santísima Trinidad.

Lo verdaderamente hipócrita de la declaración de Monseñor Tomasi es que viene precedida de una especie de jaculatoria en la que se recuerda cuán decididamente se opone la Santa Sede a toda violencia que se ejerza contra la gente a causa de sus sentimientos y pensamientos sexuales o sus comportamientos sexuales. Comportamientos. Bien, la Iglesia no puede ignorar que hoy hay 70 países en el mundo que consideran la homosexualidad como un delito penal y en once de ellos (Irán Arabia Saudita, Yemen, etc) penado con la muerte.

¿Cómo diablos, Monseñor, se puede estar en contra de despenalización de la homosexualidad y decir al tiempo que se condena toda violencia ejercida contra los homosexuales? La cárcel y la muerte, ¿no son violencia? El ahorcamiento ¿no es violencia?

Ahora que en España toma nuevos bríos un movimiento laico a propósito de la lucha contra las capillas en las Universidades y (es de esperar, otros espacios públicos: ¿qué pasa con los aeropuertos?), conviene saber de qué y de quién se está hablando. Se está hablando de gente que pide libertad para imponer sus creencias en donde no corresponde pero aplaude que se ejecute a otros por tener (y practicar) creencias distintas en cuanto a su vida sexual; es decir, gente a la que parece bien el asesinato.

Como la capacidad para la hipocresía y la mixtificación es fabulosa, debe recordarse que quienes pedimos la despenalización de la homosexualidad, en realidad pedimos la despenalización de todas las relaciones sexuales entre adultos que saben lo que hacen y consienten libremente. No estamos pidiendo la despenalización de la pederastia. Aunque a muchos curas les vendría de miedo.

Por último, la causa por la despenalización universal de la homosexualidad necesita cuantos apoyos pueda conseguir. Quien quiera colaborar, puede hacerlo.

(Las imágenes son un dibujo de Felicien Rops de 1879-1880, titulado Hipocresía, y una foto del sitio web de apoyo a la despenalización universal de la homosexualidad en las Naciones Unidas en la que se ve a dos adolescentes homosexuales a punto de ser ahorcados por homosexuales).

dijous, 10 de febrer del 2011

Carla Antonelli vs. Silvio Berlusconi

La libertad, el ideal más hermoso de la especie humana, es autodeterminación. Cada cual puede decidir por sí mismo, que es la idea básica de Hegel, aunque luego la complique mucho. Para decidir es preciso que haya opciones distintas. La libertad es libertad de elección. Y tiene sus contrarios: en la teología, la predestinación; en filosofía, la necesidad. Soy libre de vivir o morir: hay elección. Pero no soy libre de morir o no morir: no hay elección. Siempre en el mismo espíritu hegeliano, suele identificarse la naturaleza con el reino de la necesidad y ahí entronca ese concepto difícil y escurridizo del derecho natural.

El problema está en la naturaleza de la naturaleza. Quien postula que la naturaleza aquí y ahora es un límite absoluto, siendo así que es condición humana romper límites naturales porque en eso consiste la ciencia y la mejora de la especie, está haciendo trampa. Está mezclando necesidad y contingencia. Un bonito ejemplo: decía DeLolme al hablar del régimen británico que el Parlamento podía "hacerlo todo excepto convertir un hombre en una mujer". El cambio de sexo era visto como una imposibilidad natural y de ahí procedían, vía "derecho natural", todas esas tonterías que siguen esgrimiéndose sobre las funciones de los sexos, la esencia del matrimonio, el "eterno femenino", etc; y eso hoy en que, no ya el Parlamento, sino cualquier médico con cierta competencia puede hacer de un hombre una mujer.

Esa obtusa negativa a admitir la ampliación del reino de la libertad a costa del de la necesidad que suele tomar forma de principios ultrajados cuando no de memeces dichas desde la pantalla o el púlpito es tan antigua como la humanidad y hay que sobrellevarla con resignación, pero sin ceder a ella. Los aristotélicos creían que unos hombres eran libres y otros esclavos por naturaleza. Convencerlos de lo contrario costaría siglos. Todavía los padres de la patria en los EEUU, que firmaron aquello tan glorioso de que son verdades evidentes por sí mismas que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad eran propietarios de esclavos a los que obviamente no consideraban hombres.

Igual con la mujeres: también eran inferiores a los hombres por naturaleza; todavía hoy los sabios teólogos católicos no les reconocen igualdad pues les niegan el sacerdocio. ¿Y qué decir de los homosexuales? Franco les aplicaba la Ley de Vagos y Maleantes de la República, la conocida luego como gandula, que los ponía fuera de la ley y los encerraba en prisión indefinida. Y en Irán los ejecutan en el entendimiento de que la homosexualidad es una transgresión de la ley natural, la divina, etc, etc.

De forma que si venimos de ese pasado, nada tiene de extraño encontrar cretinos que creen no serlo cuando se mofan del reconocimiento de la libertad de los transexuales, quienes constituyen la última frontera en esa lucha del ser humano en contra de la necesidad porque son el momento en que estos conceptos abstractos de libertad se hacen concretos en la vida personal de las gentes.

Tal es la causa que tan justamente simboliza Carla Antonelli; la causa de la libertad, de la pluralidad, la ampliación de los derechos a las minorías perseguidas, la humanización del ser humano, la vida vivida noblemente, sin engaños ni dobleces y sin necesidad de fingir que se es lo que no se es.

Su polo opuesto es el simbolizado por Silvio Berlusconi, firme defensor de la idea de los límites naturales (el también podría haber dicho que la mujer debe ser mujer, mujer en un momento especialmente lerdo) y de las instituciones enraizadas en la tradición como la familia patriarcal, bendecida por la Iglesia católica, así como de las pautas del machismo latino más insoportable. Un hombre de orden, defensor de la civilización occidental y de los valores cristianos, un hipócrita que se sirve de la política para evadir la acción de la justicia y que, para no responder ante los tribunales de las acusaciones de proxenetismo, concusión, cohecho y tratos sexuales con menores por dinero, entre otros presuntos delitos, parece dispuesto a convertir Italia en una pocilga moral, atacando los principios del Estado del derecho y el respeto a la dignidad de las personas. Porque tal es la quintaesencia de esta actitud moral respetable, conservadora, patriótica, de la gente bien de toda la vida, la que va del brazo de los curas: no importa cuán canalla seas y de cuántas personas abuses con tal de que no lo parezca.

Antonelli o Berlusconi, esa es la apuesta hoy. Y somos libres de elegir.

La imagen es la portada de la revista Zero de marzo del 2007 después de la aprobación de la ley de identidad de género (15 de marzo de 2007).