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dimecres, 19 de juliol del 2017

No hay manera

En menos de 24 horas, el acuerdo de la izquierda sufre su primer revés, roce, lo llama la prensa prudentemente, como el que no cede el paso en la puerta; aunque aquí parece tratarse del que se adelanta. Están los dos aliados mirándose de reojo y buscándose las vueltas. Harían bien en establecer unos protocolos de actuación para evitar los roces o desacuerdos y ser menoss quisquillosos.

Sobre todo porque ese rifirrafe continuo desmerece de las firmes declaraciones ideológicas y estratégicas. Dice Montero que la prioridad es echar a Rajoy de La Moncloa y al PP del gobierno. Pero, por lo que hacen, más parece que esa tarea la cumplirán antes los jueces mandando al grueso del partido entre rejas.

La detención del baranda del fútbol por un presunto delito prevaricación no es un hecho insólito, sino lo normal. No hay sector de actividad económica (deportiva, empresarial, cultural, bancaria) que esté en relación con el poder político y no haga negocio con la corrupción de este. Está todo igual de podrido en este sistema de capitalismo de captura del Estado.

Quien haya visto el documental sobre las cloacas de Interior sabe que esa corrupción afecta a todas las áreas del gobierno, singularmente el ministerio del Interior, en donde parece haberse montado una policía política con fines claramente delictivos.

Un gobierno que tiene o ha tenido ministros reprobados, acusados o investigados, que tiene dirigentes de todo tipo en la cárcel y cuyo presidente está pendiente de declaración como testigo en un proceso por corrupción de su partido, del que ha sido todo: tesorero, secretario general y presidente, carece de toda autoridad moral para enfrentarse a la reivindicación independentista. Carece de toda legitimidad para exigir a los independentistas que acaten la ley cuando el primero que no lo hace es él mismo; ni como órgano ni personalizadamente.

La lentitud y el zascandileo habitual de las izquierdas, pasa ahora a ser irresponsable, puesto que deja en manos de esta derecha neofranquista la cuestión catalana. Hay quien dice que, en realidad, es un efecto querido. La izquierda prefiere que sea la derecha quien reprima el independentismo catalán, quedando ella así exonerada. Como Poncio Pilatos. Habrá gente así, seguramente, pero entiendo que la mayoría acusa más bien un sentimiento de frustración: no haber sido capaz de proponer una solución negociada admisible por ambas partes. Esa conciencia de fracaso no le permite exonerarse, sino que la convierte en el furgón de cola del PP en Cataluña.

Y todo para comprobar que también es el furgón de los fracasados, tanto si el referéndum se celebra como si consiguen impedirlo. 

dimarts, 18 de juliol del 2017

La izquierda se tantea

Entre otras cosas, la izquierda española es lenta. Ha pasado casi año y medio desde aquella aciaga votación de no-investidura de Sánchez por el voto contrario de Podemos y algo más de un año desde que las subsiguientes elecciones de junio de 2016 demostraran que aquel voto en contra había sido un tiro en el propio pie. Y eso suponiendo que  estuviera animado del sincero deseo de conseguir el sorpasso y no fuera una maniobra para garantizar el gobierno de la derecha. La metedura de pata propició la semirrebelión del ala socialdemócrata concluida en Vista Alegre II con el triunfo del ala bolchevique que ahora se ve obligada a pactar con quien menos puede digerir. Entre tanto, un año.

Un año de gobierno desaforado del PP que alterna sus jornadas procesales con las declamatorias. Un año de desgobierno económico más, anegado por la corrupción. Un año con los independentistas catalanes en rampa de salida.

En efecto, la izquierda española es lenta. Pero hay que ser optimistas. Por lo menos, las dos izquierdas se han sentado a hablar y han acordado algo muy puesto en razón, algo que era obvio desde el primer momento: la izquierda coordina su acción, se une, para desalojar democrática, parlamentariamente al PP. En esa unidad de acción pueden aparcar razonablemente la cuestión catalana, pues no están de acuerdo en ella. Un sector del gobierno sería partidario de pactar un referéndum y el otro, no. Asunto distinto es si cabe tal aparcamiento dadas las urgencias del momento. En todo lo demás podría gobernar, cosa que empieza a ser angustiosamente necesaria, como lo era hace un año.

El problema es que la izquierda no puede llegar al gobierno si no es mediante una moción de censura para la que necesita los votos de los indepes catalanes y, aun así, también los de 2 de Bildu y el de Coalición Canaria. Que el PNV se sumara es más que dudoso, pues han negociado los presupuestos con el gobierno. Pero quizá se abstenga algún diputado; o los cinco.

Resulta entonces que la posibilidad de la izquierda de llegar al gobierno a implementar el programa acordado depende de la única cuestión que han decidido dejar fuera del acuerdo. La posición de Podemos es conocida: favorables al referéndum pactado (con campaña por el "no" a la independencia), pero no a su celebración unilateral (excepto los anticapis). Y esto ya les valió los votos de ERC (no del PDeCat) a su moción de censura.

Queda por ver la oferta del PSOE, salida de la reciente reunión con el PSC, que se presenta como novedosa alternativa al autismo del gobierno. En totum revolutum parece ser: plurinacionalidad, nación cultural, federalismo, recuperación del Estatuto de 2006, revisión en profundidad del sistema de financiación, quita de deuda y así, sin duda, hasta dar respuesta a 44 de las 46 famosas peticiones de Puigdemont. Quedan fuera el pacto fiscal y el referéndum.

A primera vista no parecen ser ofertas tentadoras para que los indepes suspendan su hoja de ruta. Además de irrelevantes para la cuestión de fondo que aquí se dilucida (el derecho de autodeterminación) son imprecisas y muchas de ellas inverosímiles, pues dependen de imponderables, como que la derecha acepte una reforma de la Constitución.

La confrontación toma rasgos cada vez más amenazadores. Ya están en juego las fuerzas de seguridad. La entrada de la Guardia Civil en el Teatro Nacional de Catalunya es uno de esos actos que algún majadero de los que parecen llevar un micrófono de corbata, llamará de "normalidad democrática", es un paso más en la dinámica de acción-reacción. Los de la CUP han enviado una declaración colectiva al juez, identificándose personalmente como cooperadores necesarios en el referéndum.

La sustitución del director de los Mossos d’Esquadra, Batlle, por el independentista Pere Soler sigue en la misma dirección. Permite entrever un futuro inmediato de conflictos con cuestiones referentes a la obediencia debida, fácilmente traducibles en actos de desobediencia institucional. De ahí al procesamiento e inhabilitación de los dirigentes catalanes no hay más que un paso. Pero puede ser un paso en falso si las autoridades se niegan a acatar las medidas que contra ellas se tomen, planteando una cuestión de legitimidad que, es de suponer, tendrá mucho respaldo social.

No se ve cómo será posible evitar el art. 155 e, incluso, medidas excepcionales más concretas y, para darles eficacia, el despliegue de una fuerza pública superior a los Mossos que no puede ser otra que la Guardia Civil.

Llegados a este punto, o escenario, ¿no es más prudente pactar un referéndum, defender pacíficamente las convicciones propias y atenerse al resultado?

Mientras no haya una solución a Cataluña, el gobierno de la izquierda no pasará de ser oposición coordinada a un gobierno del PP que, según se ve, actúa como cuando disponía de mayoría absoluta.

diumenge, 16 de juliol del 2017

Adivinen de qué va

Muy interesante la entrevista con Íñigo Errejón en El País. Por el titular se ve que el sentido común es noticia. Que solo habrá gobiernos progresistas si Podemos y el PSOE se entienden es la evidencia misma, no un descubrimiento. Era la evidencia misma desde el origen de Podemos. Se llamaba por entonces unión o unidad o alianza de la izquierda. Si algo tan obvio no se ha producido es porque los del sorpasso (todos en el partido de Errejón) querían probar fortuna. Muy legítimo a la par que inútil; incluso contraproducente porque, al no gobernar la izquierda, lo hace esa derecha que el propio Errejón considera “depredadora”.

Carece de sentido echarse unos a otros las culpas a base recriminarse hechos o dichos del pasado. Para entenderse las fuerzas de la izquierda solo necesitan la voluntad de hacerlo. Pero esa posible unión no tiene perspectiva de gobierno si no es con los votos de los independentistas catalanes y un par de añadido. Y esto nos lleva directamente a la cuestión catalana que es de lo que en realidad va la entrevista en profundidad. Como todo lo que hoy se discute en España: Cataluña.

Errejón defiende el derecho a decidir de los catalanes y es partidario del referéndum pactado; si también lo es de un referéndum unilateral, como su compañero de partido, Urbán, no queda claro. Pero tampoco es relevante.

Lo relevante es la defensa de un patriotismo español de izquierda. Rechaza Errejón la visión pesimista de España y se hace lenguas del carácter dinámico, abierto, progresista de nuestra sociedad en las últimas dos generaciones. Una España de la que sentirse orgulloso siendo de izquierda. Recuerda un poco un reciente libro de Miguel Candelas, Cómo gritar ¡viva España! desde la izquierda. Más o menos la misma idea: la otra España que por fin amanece.

La amarga experiencia detecta en un programa de regeneración patriótica española tanto el ¡Viva España! Como el ¡Arriba España! Pero no hay que cerrarse en banda por fatalismo. Merece la pena escuchar las razones de esta repatriación del sentir nacional a la que, se deduce, finalmente se avendrían los indepes catalanes. En el entendimiento de que será distinta del latiguillo de Rajoy y el Rey de la gran nación.

Porque, al menos en la izquierda, es nueva. La generación anterior, también en la izquierda, más conservadora, había intentado lo mismo: generar sentido de nación a base de camuflar esta tras la Constitución. Era el llamado Patriotismo constitucional, importado de Alemania, que mostraba la superioridad de la idea liberal de nación sobre la esencialista. Ese patriotismo constitucional era tan contrario a lo que se proponía que se lo apropió el PP solemnemente en un congreso.

Así que la patria española que ahora se postula hace caso omiso de la Constitución, incluso quiere abrir un proceso constituyente. Tabla rasa con el pasado inmediato (aunque con juicio matizado sobre la Transición) y propuesta de renacimiento de una España capaz de reflexionar sobre sí misma y avenirse a soluciones democráticas del tipo que sean.

Es verdad que en el pasado ha habido puntos en que la acción colectiva española ha sido avanzada, progresista, democrática. Pero han sido destellos en una noche cerrada cuyos efectos se hacen sentir hoy de modo palpable. Basta un simple recordatorio: las más de cien mil víctimas de la vesania franquista siguen en las cunetas.

¿De dónde sale esa idea de que España podrá reinventarse como nación abierta, justa, progresista y, en definitiva, unida (aunque compuesta), cuando las propias izquierdas que la propugnan son incapaces de unirse? ¿De dónde va a salir? De la fe, que mueve montañas. Tanto más naciones.

Y la fe se tiene o no se tiene. Quienes no la tengan, por ejemplo, los indepes catalanes, pedirán algo más tangible que una virtud teologal o un estado de espíritu. Algo que les interese más que su plan u hoja de ruta de ir al referéndum y la consiguiente independencia si gana el “sí”. Y sobre eso, la oferta del nuevo patriotismo popular español es poco concreta.

Sobre eso y sobre lo más general, hasta la idea de nación. Mientras los nacionalistas españoles no se ponen de acuerdo en los caracteres ni siquiera en su misma existencia, los indepes catalanes traen un relato patriótico completo de la nación catalana, en todos sus momentos, desde los orígenes semilegendarios hasta la circunstancia actual, en que pretenden darle acta de nacimiento como Estado. No veo a los parteros de la nueva criatura muy interesados en integrarse en un enésimo y vagaroso proyecto regeneracionista español basado, como siempre, en la fe.

dimecres, 5 de juliol del 2017

No basta con ganar la "liga"

Sí, efectivamente, da la impresión de que "la liga de la izquierda" está ganada. Aquí de sorpasso ya no habla nadie. No sé en Córdoba. Ha sido un "resurgimiento" de la nada como un relámpago. Primero se ganaron las primarias contra toda previsión y luego se ganó la "liga" por arrinconamiento. Toda la esperanzada aventura de Podemos con el espíritu del 15M se ha reducido a la acción parlamentaria cotidiana con puntos de originalidad y provocación que la práctica parlamentaria acaba engullendo siempre. La esperanza de llegar al gobierno depende del partido que se había pretendido aniquilar. KO.

Y, entre tanto, también, la de articular una oposición eficaz que revele los mecanismos y responsabilidades concretas por la corrupción y revierta las políticas más agresivas de la derecha. Para todo eso y más, la participación del PSOE es imprescindible. Porque es el partido hegemónico de la izquierda.

Pero, además de ganar la "liga" de la izquierda, el PSOE tiene que ganar la carrera de obstáculos de la cuestión catalana. Y eso no es tan sencillo. A la reunión del jueves con Rajoy, Sánchez lleva dos encargos: uno, trasmitir al presidente de la Gürtel la preocupación real con Cataluña; dos, insistir en que ese mismo presidente de los sobresueldos proponga algún tipo de solución política, más allá del cumplimiento de la ley.

Es una actitud muy razonable: que antes de echar mano a la cachiporra, el Estado se siente a negociar alguna fórmula aceptable por ambas partes. Tratándose del PP, esto es una quimera. Pero se trata, cuando menos, de un gesto, algo que se pueda invocar para justificar el apoyo del PSOE al gobierno en este contencioso.

Pero lo ideal sería que, además de instar al gobierno a "abandonar el inmovilismo" y a encontrar una "solución política", el PSOE aportara la suya. Cosa muy urgente por cuanto del otro lado ya se ha advertido que una posible solución es la intervención de las fuerzas armadas.

dissabte, 1 de juliol del 2017

Las mieles del triunfo

Desde el punto de vista humano, las primarias del PSOE componen un relato sentimental. Mientras la candidata derrotada, después de dos bufidos y un par de sofocones, se retiró a su tierra a luchar por su supervivencia, Sánchez, el brillante triunfador se pasea hoy de plató en plató. Atiende a las reiteradas solicitudes de unos medios que no más ayer no recordaban ni cómo se llama. Y no solo los platós. También ocupa toda la pantalla. Triunfaría aunque su campaña de imagen la llevara Diógenes el cínico. 

Las primarias ganadas por Sánchez han sido un aplastamiento a manos de un guerrero, convertido en desfacedor de entuertos con mucha presencia mediática (como dicen en el oficio, "las cámaras lo buscan") y un relato poderoso que hacía un llamamiento a valores muy arraigados entre la militancia del PSOE. Frente a eso, la campaña de Díaz disponía de unos recursos de imagen muy pobres y carecía de discurso. Su derrota se selló el día mismo que se organizó la felonía del 1º de octubre pero ni ella ni sus asesores lo sabían.

A esa legitimidad de origen quiere añadir Sánchez ahora la de ejercicio. Y, en efecto, a partir del apoyo popular que ha concitado y que rebosaba el estrictamente partidista, Sánchez ha resultado un líder en la línea de lo que los especialistas llaman un liderazgo fuerte y transformador. El aparato del partido, que amenazaba ser una fronda, está pacificado y el nuevo equipo dirigente tiene un margen considerable de acción aumentado por el hecho de que, al no estar su victoria prevista, nadie tenía respuestas preparadas para sus iniciativas. Pues no solo lo buscan los medios sino también los otros partidos y tanto lo benefician las solicitudes de Podemos y C's como los bufidos del gobierno y su partido, que dicen no fiarse de él cuando los necesitados de un voto de confianza son ellos.

La iniciativas petrinas han consistido en lo esencial en abrir conversaciones en todos los horizontes en busca de una mayoría alternativa a la del PP, con todos sus recovecos y dificultades. En la medida en que en esas conversaciones incluyen a Podemos, ha comenzado a funcionar un efecto sifón previsible de votantes de estos de regreso a la casa del padre del PSOE. Ello plantea un curioso problema de competitividad entre ambos partidos que ya se verá cómo se resuelve pues hay varias posibilidades abiertas.

Pero los contactos intraizquierdistas solos no garantizan el gobierno, de forma que el PSOE tiene dos líneas de acción para conseguirlo completando esa posible alianza con C´s o con los indepes catalanes. La primera es impensable, según parece por la radical oposición de Podemos; la segunda por la parcial oposición del propio PSOE. 

El problema real es este, el de las necesarios votos de los indepes porque, a su vez, el problema real general de España es el independentismo catalán y el concreto, el referéndum. La cuestión de la llamada "ilegalidad" del referéndum es un pretexto insostenible porque la legalidad o ilegalidad de los actos es una cuestión política, una cuestión de voluntad política del órgano depositario de la soberanía que es el Parlamento como legislador, competente por tanto para convertir lo legal en ilegal y viceversa. 

Dicho lo cual, es incomprensible cómo el PSOE no ve que la opción del referéndum pactado desbloquea la situación política y está en línea con lo que la opinión pública internacional espera en España. Es también incomprensible porque un fracaso del PSOE en esta cuestión, la más importante hoy en el país, convertirá las mieles del triunfo en las hieles de la derrota.

dimecres, 28 de juny del 2017

El triángulo

Las cosas parecen ir rodadas. Sánchez, cuya pegada como líder está sembrando el desconcierto, ya se ha reunido con Iglesias en el comienzo de lo que acabará siendo una unidad de acción del PSOE y Podemos, lo llamen como lo llamen. Es lo lógico y lo que innumerables voces reclaman hace años. La unión de la izquierda. Palinuro ha sido siempre partidario. Incluso propuso una fórmula para resolver el siempre intratable tema catalán, consistente en que orillaran sus diferencias sin eliminarlas. Y ver luego cómo reaccionaría el bloque independentista ante una moción de censura (MC) con Sánchez de candidato.

Desde luego, la propuesta de unidad de la izquierda no se agota en la MC y hasta puede prescindir de ella. Pero, para llegar al gobierno, la izquierda necesita ganarla y esto solo es posible, manteniendo la línea de izquierda, con los votos independentistas catalanes.

Hay otras variantes, sin duda, pero todas tienen peplas. La primera sería una MC apoyada por PSOE, Podemos y C's que tendría una clara mayoría absoluta sin precisar los votos catalanes. Pero parece ser la más improbable, dada la incompatibilidad existente entre Podemos y C's, que sus dirigentes convierten en inquina personal.

La segunda variante sería olvidarse de la MC y seguir la legislatura arbitrando una oposición de "geometría variable". En algunos aspectos la mayoría sería con C's y en otros con los indepes catalanes. Esta opción es en parte la que (salvando el vade retro a Podemos y los indepes) proclamaba como propia el PSOE de la extinta Gestora. Una oposición dura a un gobierno en minoría. Nadie se lo tomó en serio pero la llegada de Sánchez ha cambiado visiblemente las tornas. Esta variante tiene otros inconvenientes. Retrasa el acceso del PSOE y la izquierda al gobierno hasta las próximas elecciones y se abre a un resto de legislatura sobresaltado y probablemente inoperante. En la medida en que el Parlamento fortalezca su posición, el gobierno intensificará su política de enfrentamiento con él, derivando todo lo que pueda a la vía judicial o a la jurisdicción constitucional, desde la posibilidad de vetar la legislación hasta la de suspender las comisiones de investigación que le incomoden, como la de la financiación ilegal del PP.

En realidad, la única unidad de la izquierda con perspectiva de estabilidad, por paradójico que pueda parecer, es la triangular, PSOE, Podemos y el bloque independentista. El obstáculo es el referéndum, contra cuya celebración viene pronunciándose Sánchez siempre que puede. Palinuro, que no es nada original, cree la consulta muy razonable, lo ha creído siempre, como lo cree medio mundo por ahí fuera, incluido el New York Times. El nacionalismo español -ese que, según él mismo, no existe- tiene algún tipo de dificultad congénita para apreciar la conveniencia de una decisión que otros pueblos civilizados y democráticos han tomado en similares circunstancias. 

Cabe aceptar tan lamentable condición pero ello no es óbice para que se recuerde que alguna diferencia habrá de existir entre la derecha y la izquierda en cuanto a la llamada "cuestión catalana". Esa diferencia está clara respecto a Podemos, que acepta un referéndum pactado. No lo está, sin embargo, respecto al PSOE. No aceptar el referéndum es exactamente lo que hacen el gobierno y el PP y C's. Pero el PSOE tendrá que proponer algo más, algún terreno de diálogo y entendimiento que no sea el de la confrontación, la represión, la violencia. Porque, caso de no hacerlo, estará dando la razón al independentismo cuando este plantea la separación de un Estado que ignora y no respeta los derechos y las reivindicaciones de los catalanes. Que no las tiene en cuenta. 

dissabte, 24 de juny del 2017

La hegemonía y sus alifafes

El marxismo occidental ha sacado mucho partido del concepto gramsciano de hegemonía. Con él sintetizaba el revolucionario sardo el famoso dicho de Marx y Engels en La Ideología alemana de que "las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época" Esto es, seguían los dos alemanes,"la clase que tiene el poder material de la sociedad tiene también al tiempo el poder espiritual", probablemente la síntesis más pura del marxismo.

Gramsci abogaba porque el proletariado combatiera la hegemonía ideológica burguesa con la revolucionaria, para lo cual desarrolló una batería de conceptos auxiliares, como el de “intelectual orgánico” o el del “Príncipe moderno”. Además del proletariado, contaba con una imprecisa masa “nacional popular” que se sumaría a la revuelta porque parte de la hegemonía ideológica se haría en términos “nacionales”. En sí mismo, esto ya era sospechoso a ojos marxianos, pero no es ahora importante, aunque tenga su interés.

Lo importante es que el intento gramsciano, claramente voluntarista, de fabricar una estrategia revolucionaria en sociedades democráticas, pasa por alto un supuesto fundamental del criterio marxista: para alcanzar la hegemonía ideológica, la clase debe ser dominante y no se llega a ser dominante por la ideas, sino por el poder material. Es el poder material el que da la hegemonía y no al revés. Las ideas del proletariado, la masa nacional-popular o el sursum corda serán dominantes cuando esos grupos sean materialmente dominantes. Antes, no, aunque pueda parecerlo.

Es curioso que un marxista elabore una estrategia que contradice el principio cognitivo mismo del marxismo. Pero, en todo caso, así se acepta en el discurso público, especialmente el de la izquierda. Esta libra ahora dos batallas por la hegemonía: una dentro de sí misma, la lucha por la hegemonía entre el PSOE y Podemos y la otra en el sistema político en su conjunto, la lucha por la hegemonía ideológica entre la derecha y la(s) izquierda(s).

La primera batalla, entre Podemos y el PSOE tiene escaso fondo ideológico. En Podemos hay una rama anticapitalista con algo más de envergadura y proyección. El resto se agota en una lucha táctica que se dirimió en Vista Alegre II, pero sigue reverberando en el horizonte. Si se añaden las quejas de IU por su falta de visibilidad y los desajustes de las confluencias, es poco lo que de sustantivo puede ofrecer la formación morada en la porfía ideológica. Su discurso se circunscribe al llamado “régimen del 78” y apenas se cuestiona el sistema político, ni el económico en su conjunto.

A su vez, el PSOE es casi mudo en cuestiones ideológicas. Los ganadores de las primarias manifiestan una voluntad nominal de echar el partido hacia la izquierda pero, en lo sustancial sigue siendo un partido dinástico, defensor del sistema político que Podemos dice atacar: la monarquía y la unidad de España. De cambiar el modelo de sociedad o el sistema productivo, ni una palabra. Ni siquiera de una “refundación del capitalismo”, como prometió un despendolado Sarkozy años ha. El PSOE aspira a ser “nueva socialdemocracia”, restableciendo (aunque muy mejorado) el antiguo Estado del bienestar. En esto coincide con Podemos, cuyos dirigentes sostienen ser la “verdadera socialdemocracia”.

Está claro, pues, que la lucha interna por la hegemonía en la izquierda es puramente cuantitativa: a ver quién tiene mayor respaldo electoral y en esto va ganando el PSOE de calle.

Lo interesante viene cuando se observa la otra lucha por la hegemonía, la de la derecha contra la(s) izquierda(s). Estas se encrespan en críticas duras y actúan con contundencia (pues hay lugares en donde gobiernan o tienen mando en la oposición, como en el Parlamento) en aspectos concretos de la acción de la derecha, básicamente corrupción, abuso de poder, censura, malversaciones, múltiples ilegalidades. Pero son aspectos concretos de funcionamiento de un sistema cuya legitimidad no se cuestiona (caso del PSOE) o se hace de un modo anárquico y episódico (caso de Podemos) y cuyos fundamentos ideológicos, en el fondo, se comparten.

La izquierda tiene perdido de antemano el combate por la hegemonía ideológica porque lo libra dentro del marco conceptual e ideológico de la derecha. Así se ve en su idea de España y la nación española que es la acuñada por la reacción desde hace siglos y afirmada finalmente por el derecho de conquista mediante una guerra civil cuyos efectos se dejan sentir hoy. El país no ha conseguido no ya desenterrar a los cien mil asesinados por la vesania fascista; ni siquiera establecer unas bases mínimas de acuerdo respecto a ese trágico pasado.

Eso no es una nación. Es la imposición a la fuerza de una idea de nación de la clase dominante. La idea dominante de nación que la izquierda no cuestiona. El PSOE, de modo obvio, poniéndose literalmente a las órdenes del PP y Podemos de forma más esquinada. Los dos proclaman la “plurinacionalidad” del país, en el caso socialista más en el campo de los universales filosóficos y en el de Podemos en el de un enunciado programático de importación. Pero ninguno cuestiona el hecho de que ambos comparten la idea de nación española acuñada a sangre y fuego por la derecha.

Sé que esto puede suscitar escepticismo. A las pruebas me remito. En el debate sobre la moción de censura o en algún otro muy reciente, Pablo Iglesias respondió de una forma lapidaria a una intervención bronca de Hernando diciendo: “Sí, España es un gran país, pero lo sería más sin ustedes.” Aparentemente, lo que las redes llaman un “zasca”. Pero, si se observa bien, de “zasca”, nada.

España no es un gran país bajo prácticamente ningún parámetro de “grandeza de país” que quiera establecerse y, desde luego, bajo ninguno de los que maneje Pablo Iglesias. España no es un gran país. ¿Por qué lo dice, sin embargo? Porque participa de las ideas dominantes de la clase dominante que llama “gran nación” (Rajoy y el Rey no se cansan de repetirlo como conjuro de magia simpatética) a una cuyas circunstancias económicas y sociales son lamentables. Un país incapaz de dar de comer a su población, a la que manda a la emigración y con unas clases directivas de todo tipo (empresariales, profesionales, académicas, publicísticas) ineptas que no han conseguido desarrollar una actividad productiva que no sea el sector servicios.

Porque esa idea de nación dominante no responde a una realidad sino a una ficción, un relato unilateral que se ha impuesto a lo largo de la historia por todos los medios, con harta frecuencia los violentos y los muy violentos. Un relato que ha hecho suyo la izquierda sin percatarse, al parecer, de que, al integrarse en él, se autoexcluye porque el relato la excluye. No existe un relato paralelo de una España progresista y liberal, sino es en el campo de las derrotas y los proyectos frustrados.

Es falso que haya dos Españas. Solo hay una. La del garrote, vil o con honor, pero garrote. La otra se somete y, llegada la necesidad de afirmarse como nación, se funde con ella. ¿De qué hegemonía pueden hablar quienes no se atreven a plantear el problema de la legitimidad de la monarquía y la de la República?

Esta es la razón por la que la izquierda tiene perdida la batalla por la hegemonía ideológica frente a la derecha. No porque las ideas dominantes sean mejores, sino porque son las de la clase dominante, la que tiene el poder material y la que paga más por fabricarlas, a diferencia de las clases dominadas. 

España no es un gran país sino un remedo, un simulacro de democracia sumido en una crisis constitucional profunda que la clase dominante no sabe cómo resolver si no es recurriendo a la represión, como siempre. Y mientras la izquierda no reconozca la situación límite ni haga autocrítica y proponga soluciones negociadas civilizadamente con todas la partes y sin exclusiones, mientras esto no suceda, la hegemonía de la derecha será incuestionable.

Es decir, mientras la izquierda siga siendo cobarde, la derecha estará envalentonada.

dimecres, 21 de juny del 2017

La nación de las izquierdas

El artículo de elMón.cat. Si aplicamos la división (el cleavage, como dicen los expertos) entre derecha e izquierda a la cuestión nacional como se plantea hoy día aquí, damos con una perspectiva que no suele mencionarse. De eso trata el artículo, para llegar a la conclusión de que, aunque no quiera reconocerse, el referéndum catalán y la hoja de ruta en conjunto, depende en buena medida de que la izquierda, hoy dividida en el Estado a cuenta de Cataluña y en Cataluña a cuenta del Estado, encuentre una posición común. Cosa harto difícil.

Aquí la versión castellana:

Es la izquierda

El reciente triunfo de Pedro Sánchez en las primarias tiene unos puntos significativos. Ha reorientado el partido nominalmente más a la izquierda, en espera de que ese cambio se materialice. Ha vuelto a soslayar, a base de aplazarla, la cuestión de la forma de Estado, República o Monarquía. Y ha incluido por primera vez en el programa el concepto de plurinacionalidad.

De inmediato han sonado las alarmas en el nacionalismo español. Y no solo el de la derecha, que se da por supuesto, a pesar de su tradición regionalista al estilo de Vázquez de Mella o Rodríguez de Miñón, sino el de la izquierda. Y, dentro de esta, el del PSOE. Y dentro del PSOE en el mismo campo sanchista, en donde se apresuran a afirmar que la plurinacionalidad se agota en el concepto de “nación cultural”. Una reacción contraria tan fuerte en sus expresiones como débil en sus razones.

En realidad, el nacionalismo ha fracturado siempre a la izquierda y el independentismo, con mayor motivo. En la izquierda española, la plurinacionalidad ahora aceptada por el PSOE, fue primeramente enunciada por Podemos y dibuja una nueva línea de fractura entre Podemos y la fracción sanchista del PSOE (y no toda ella) y el resto de este partido.

En esta situación, el PSOE de Sánchez tiene dos opciones: una es acercarse a Podemos y reconocer contenido político a la idea plurinacional, pactando un referéndum y la otra es cerrar filas con el sector de Díaz, restringir la nación a la cultural y convertir por tanto la idea plurinacional en una expresión vacía. Esta última opción presenta la desventaja de no diferenciarse de la de la derecha y eso debiera ser preocupante para la izquierda. Aunque no para la que dice tener “sentido de Estado” que es su vínculo con la derecha, porque el Estado de que ambas hablan es el de la oligarquía nacional-católica.

Con independencia de cuestiones menores, el nacionalismo independentista fractura a la izquierda española, parte de la cual no tiene el coraje de amadrinar una solución nueva, original, pactada, del contencioso territorial y actúa en esto como subalterna de la derecha.

Y eso en la izquierda española. Pero lo mismo sucede con la izquierda catalana. El independentismo también la fractura. Parte de ella es independentista e integra JxS, otra parte también lo es y apoya parlamentariamente al gobierno, pero otra parte, Els Comuns, no es claramente independentista, aunque sí favorable a un referéndum pactado y una última parte, el PSC es unionista. La cuestión nacional fractura la izquierda catalana tan claramente como la española.

En definitiva, la independencia se verá posibilitada o no por la actitud que adopten las izquierdas y si son capaces de ponerse de acuerdo en un objetivo común, cosa que debiera ser sencilla teniendo en cuenta que el independentismo es republicano. Pero para todo eso es imprescindible que la izquierda española no se pliegue a la visión de la derecha y sea capaz de formular un proyecto propio e innovador que pueda someterse a referéndum en condiciones de igualdad con las demás opciones. Un referéndum pactado.

La obstinación en impedir el ejercicio del derecho de autodeterminación invocando un asunto de principio (la soberanía nacional) lleva a una confrontación institucional y social de consecuencias imprevisibles. El empleo de la fuerza en contra de las instituciones representativas catalanas animará a estas a una Declaración Unilateral de Independencia (DUI), que pondrá el contencioso en manos del Tribunal Internacional de Justicia y, mientras tanto, generará una situación de ingobernabilidad de Cataluña y, por lo tanto, de España.

La cuestión está en si ambas izquierdas, la española y la catalana, consiguen liberarse mentalmente del marco conceptual de la derecha española. Si tienen el valor de apoyar un cambio pacífico y radical de las estructuras del Estado que satisfaga a todas partes por no ser una enésima imposición. Y, en caso de que eso tampoco se consiga, si tienen el coraje de apoyar un proceso independentista en Cataluña en uso del innegable derecho de los catalanes a la autodeterminación. Entre otras cosas porque quizá sea la última oportunidad de España para entrar en el siglo XXI.

dimarts, 20 de juny del 2017

El PSOE, trasunto de España

Los perdedores de las primarias aceptan el resultado de boquilla, pero no en su actividad práctica. Acusan a Sánchez de proceder con revanchismo en la composición de los órganos directivos, hablan mal de él, no lo felicitan, no lo apoyan y, cuando pueden, lo boicotean. Lamentable falta de espíritu deportivo y elegancia. La espantada de la delegación andaluza en el Congreso fue una pataleta de criatura mimada y de pocas luces. La falta de ánimo y respaldo de las viejas glorias es bastante ruin.

Da la impresión de que Sánchez ha tratado de combinar dos criterios, el integrador de los antiguos adversarios y la necesidad de cubrirse las espaldas frente a posibles felonías de quienes ya las practicaron una vez. Para sus partidarios, la integración ha sido excesiva. Para sus adversarios, la composición de los órganos partidistas es revanchista y sectaria.

Nada que no suceda habitualmente en los partidos, que se rigen por el principio de que "el ganador se lo lleva todo". Hasta podría decirse que, así como el PSOE ha dado muestra de un comportamiento democrático ejemplar (aunque no se le reconozca) igualmente ha procedido con cierta magnanimidad y liberalidad en la tarea de componer sus órganos de dirección. 

Pero la oposición a Sánchez y el "nuevo PSOE" no se da solamente en el terreno orgánico, sino también en  el doctrinal. El punto de discordia es el concepto de plurinacionalidad. Su aparición en el programa ha sido un aldabonazo en la tranquila inopia de la opinión pública, adormecida en la práctica de que el mejor modo de resolver un problema es ignorándolo. Eso ahora ya es imposible. Ser de izquierda, en España, consiste de entrada en formular, dar carta de naturaleza, reconocer la existencia de un problema que nadie quiere afrontar.

El problema nacional español. 

Por esto es el PSOE un trasunto de España, porque ese problema nacional lo fractura como fractura al país. Se mire como se mire, este es un ámbito en el que coexisten varias naciones con muy diferente peso, alcance e identidad de la correspondiente conciencia nacional. Decir que España es un Estado plurinacional es la evidencia misma. 

La negación no suele hacerse desde un punto de vista racional sino sentimental. Sale el patriotismo y el nacionalismo, con el agravante de que no se reconoce como tal y acusa de él a los demás. Los enemigos socialistas de la plurinacionalidad, muchos de ellos entre los mismos sanchistas, critican la ambigüedad, la confusión del concepto, sus consecuencias indeseadas, sin percatarse de que si eso es consecuencia de la nación y el nacionalismo, también lo será de la nación española y el nacionalismo español. 

Estas exigencias de garantías que, en realidad vienen a decir que solo se reconoce condición nacional si no se ejerce, son un ejemplo de filisteísmo difícil de superar. El Reino Unido y el Canadá, entre otros, se consideran como Estados plurinacionales sin que venga ningún maestro Ciruelo a aquilatar el alcance del concepto, reduciéndolo aquí, emasculándolo allá. En los dos ha habido referéndums de autodeterminación y no sucede nada.

España es un Estado plurinacional y esas naciones no tienen por qué ser lo que otra (la española en este caso) les deje ser, sino lo que quieran ser.

La cuestión nacional fractura al PSOE y a la izquierda en su conjunto. El reconocimiento de la plurinacionalidad es un paso en la buena dirección, pero un paso muy primero y del todo insuficiente. Si, después de él,  se reduce el alcance de la nación a lo meramente cultural, el avance se habrá frenado en seco porque equivale a una negación de los aspectos decisivos, político y jurídico, que le dan su perfección. Y, además, reduce a los ciudadanos de esa nación a la condición de ciudadanos de segunda, puesto que no pueden serlo del Estado de su nación sino del de otra. 

Va siendo tiempo de que la izquierda aborde la solución del sempiterno problema de la nación española con propuestas propias, nuevas, distintas de las tradicionales de la derecha, cuyo fracaso es patente. Para ello, el concepto de plurinacionalidad es muy útil si se lleva a sus lógicas consecuencias, esto es, el reconocimiento de la plenitud de los derechos políticos y jurídicos de las naciones.

Y un referéndum pactado que nos permita saber en dónde estamos.

diumenge, 18 de juny del 2017

Allá vamos

Las hispánicas entretelas de algún veterano socialista se agitan escandalizadas. Guerra pide la aplicación del artículo 155 de la CE. No fue suficiente su cepillado del Estatuto de 2006. Ahora quiere pasar por el cepillo a los gobernantes. Un demócrata. Porque el art. 155 que, además, no dice nada, es muy suave. Si por el sevillano fuera, los fementidos secesionistas catalanes debieran ser deportados a Madrid cargados de grilletes.

¡Estado plurinacional! ¿Qué es eso? Tampoco es para ponerse tan nervioso, como plurinacionales se reconocen más Estados: Bolivia, el Canadá, Australia, el Reino Unido, Bélgica, entre otros.

Verdad es que la plurinacionalidad requiere profundización. Y ahí es donde el concepto se abre al debate. Si la expresión no es un flatus vocis habrá que darle algún contenido. Y este no puede reducirse a una mera consideración de las naciones como hechos culturales.

Hablemos de Cataluña porque es pensando en Cataluña como se ha aprobado la plurinacionalidad española. Responder a la movilización independentista catalana, mantenida en el tiempo, transversal, con amplísimo apoyo social, democrática y pacífica aceptando su condición de nación "cultural" es quedarse tan corto que casi suena a tomadura de pelo. El independentismo quiere el reconocimiento de Cataluña como nación política en plenitud de sus derechos y un tratamiento de igual a igual con la nación española. Por supuesto, esto plantea un problema de incongruencia dado que la nación española solo se ve a sí misma incluyendo en ella a la catalana y, en su concepción imperial, encuentra absurdo que la parte quiera tener un tratamiento idéntico al todo.

Lo respetuoso con la plurinacionalidad de España en este caso concreto catalán es autorizar la celebración de un referéndum pactado que permita tomar decisiones con el apoyo mayoritario de la población en un sentido u otro. Como hacen las naciones civilizadas cuando se encuentran en esta situación. Convertir el referéndum en un asunto de principio y negarse no solo al reconocimiento de los derechos de los catalanes sino también al conocimiento objetivo de la situación, es la actitud de la derecha, orientada claramente a una confrontación con el independentismo.

No puede ser la de la izquierda.

Por lo demás, parece que en el Congreso se ha mascado la tragedia con una propuesta de las JJSS de meter la República en el programa del PSOE. Es imaginable lo contento que se hubiera puesto Palinuro, incorregible republicano. Pero, al final no ha sido así porque la nueva izquierda del PSOE todavía arrastra temores de antaño en esto de la República y la Monarquía y ha mandado callar a los cachorros. Como siempre, se argumenta que es extemporánea, no coincide  con las preocupaciones de los españoles (esto suele decirse de casi todo lo que molesta) y distrae la atención de cosas más importantes.

Nada de esto es cierto, pero tampoco importa mucho. Por más que quiera acallarse el debate sobre la cuestión República Monarquía, reaparece inevitablemente a la hora de abordar la plurinacionalidad del Estado puesto que el independentismo catalán es republicano.

divendres, 16 de juny del 2017

La gloria y la crítica

La moción de censura de Podemos ha tenido, como todo, luces y sombras. La luz: la revelación de alguna figura política prometedora, una crítica demoledora al gobierno de la corrupción y la consagración de un estilo parlamentario nuevo, directo, sin concesiones pero respetuoso, en contraste con los usos tumultuarios de la bancada del PP que Rajoy llamaría de hooligans porque no sabe que existe el término "gamberro"; señorías gamberras, vamos.

La sombra: ya parece incuestionable que la estrategia del sorpasso es un fracaso. Se han necesitado tres años para reconocer algo claro hace otros tres. Tres años, dos elecciones generales, varias autonómicas y municipales, una consulta atípica catalana, dos investiduras y una moción de censura. 

Y todo para que el paradójico resultado de la moción haya sido evidenciar los límites de Podemos y su candidato, quien ha tenido que comerse literalmente sus recientes palabras de que no habrá alianza con el PSOE a nivel de júnior. Sin el PSOE no se llega al gobierno; contra el PSOE, menos; y destruirlo mientras se asaltan los cielos ha resultado la aventura del bocazas de Ícaro.

Paradójicamente, el fracaso de la moción de censura ha fortalecido la figura de Sánchez y consolidado la de su partido al que ya todos, Podemos incluido, llama "nuevo", adjetivo potente en mercadotecnia. La moción de censura ha sido a mayor gloria de Sánchez y de su partido. El primero, ausente -circunstancia esta que, bien llevada, continuará el relato de la candidatura de Sánchez- y el segundo, reafirmado en su centralidad política gracias a una intervención muy consistente, justa y moderada de Ábalos.

El equipo camina hacia la gloria. Pero la gloria ciega al tiempo que la crítica enmudece y el líder se lanza a su propia destrucción seguro de sí mismo. Cuando Sánchez comprueba que tiene una valoración alta, le conviene recordar que quizá no se deba a sus méritos, sino a los deméritos de los competidores, abundantes y hasta divertidos. El mérito de Sánchez, cuando lo tenga, consistirá en dar cumplimiento a ese compromiso de buscar una amplia mayoría que permita desbancar al PP. Aparte de que el verbo desbancar se presta a chistes, la expresión es demasiado vagarosa. En lenguaje reglamentario es más sencillo: presentar una moción de censura ganadora. Esa moción de censura solo puede ser de dos formas con variantes: forma a) PSOE, C's, Podemos; forma b) PSOE, Podemos, JxS y algunos otros. 

Las dos tienen al PSOE y a Podemos. Por tanto, sería lógico que se pusieran de acuerdo respecto a quién invitarían. Más acorde con la invitación a la izquierda de Sánchez es aproximarse a JxS, pero esto plantea un problema de equilibrio constitucional. Sin embargo, la moción de censura permite una posibilidad de entendimiento. Si ERC vota a favor de la moción de Podemos que acepta el referéndum pactado pero no el unilateral, lo mismo podría hacer JxS con otra moción del PSOE y Podemos en idénticos términos. 

La pelota estaría entonces en el tejado del PSOE y si este aceptaría un referéndum pactado y, por ende, legal. Aquilátese aquí la legalidad. Ábalos dice que el PSOE apoyará al gobierno en todas las medidas legales en el contencioso catalán. O sea, que no va a apoyarlo en las ilegales. Bueno es saberlo. Pero la cuestión es si, además de apoyarlo, propone iniciativas de solución por su parte o insta a propuestas de negociación que permitan hacer legal una solución razonable negociada políticamente.

El problema está ahí y ahí es donde Sánchez tiene que mostrar su talla.

dijous, 15 de juny del 2017

La realidad siempre es interpretable


La moción de censura constructiva es un invento diabólico, pensado para no emplearlo nunca. Se les ocurrió a los alemanes después de la Segunda Guerra Mundial, aterrorizados por la memoria de la inestabilidad parlamentaria de la República de Weimar. Atacaban lo que pensaban que era una de las causas del nazismo. Era un miedo parecido al que les inspiraba la reproducción de la locura inflacionista en los años de aquella República. Del miedo a la inflación desbocada ha salido el Banco Central Europeo, con su sede, claro, en Frankfurt que tiene a la Eurozona en estado de austeridad. En cuanto a la inestabilidad parlamentaria, la moción de censura constructiva (konstruktive Misstrauensvotum) está en el artículo 67 de la Constitución alemana.

De ahí la tomaron los españoles, siempre muy influidos en cuestiones jurídicas por los teutones, casi al pie de la letra en el artículo 113. En los 68 años de vida de la Constitución alemana, la moción de censura constructiva se ha presentado en dos ocasiones: una, para perderla en 1972 (Rainer Barzel contra Willy Brandt) y otra para ganarla en 1982 (Helmut Kohl contra Helmut Schmidt) y ambas tuvieron consecuencias insospechadas, aunque de signo distinto. En España, siempre más papistas que el Papa, en 40 años de vigencia de la Constitución, hemos tenido tres, las tres perdidas: una de F. González contra Suárez en 1980, otra de Hernández Mancha contra F. González en 1987 y esta última de Iglesias contra Rajoy.

De la experiencia española se sigue que, si las mociones de censura se presentan a sabiendas de que no se ganarán reglamentariamente, ofrecerán alguna otra ventaja. La más clara es escuchar otros discursos en el foro público, visibilizar otras posiciones. Una ventaja política considerable en una sociedad en la que la política es electoral y las elecciones se ganan exponiendo los programas propios ante la opinión pública en el Parlamento, en los medios y, si de Podemos depende, en la calle y en la cola del supermercado.

Así que, habiendo fracasado reglamentariamente la moción, tiene efectos políticos de los que ahora se ocuparán los analistas en debates sin cuento, contraponiendo todo tipo de interpretaciones de un episodio que, sin parecerlo, puede haber cambiado sustancialmente el tablero de juego.

Algo, no obstante ha quedado tan claro que escapa a toda relativismo por vía de opiniones. La moción ha revelado una figura política de mucha categoría en la persona de Irene Montero. Su intervención rigurosa, documentada, valiente y sin concesiones ha sido la mejor de todas al modesto juicio de Palinuro. Una enmienda a la totalidad política y moral. Téngase en cuenta que, aunque Montero tiene ya amplia experiencia en intervenciones anteriores, nunca en un pleno extraordinario de estas características. Ha pronunciado una especie de Maiden Speech que fija la carrera y el destino de quien lo hace. Tan contundente ha sido el discurso -en presencia de los ministros, todos con las orejas gachas, no queriendo escuchar lo que estaban oyendo- que sus enemigos, para responder, no han encontrado nada mejor que escudriñar en su alcoba.

Nuevo tablero, es de esperar, abierto a interpretaciones. La más llamativa, la discrepancia en las dos cabeceras de El País (El PSOE tiende la mano a Podemos) y la de Público (Iglesias pierde la moción de censura, pero abre la puerta a crear una alternativa con el PSOE). A lo que parece, las dos manos están tendidas y habrán de encontrarse en algún momento, salvo malévola aporía. Cada medio otorga el protagonismo a su favorito. En El País no gustan nada las nuevas relaciones peligrosas de Sánchez pero el pragmatismo manda. Díaz, su candidata, perdió. La autoridad es Sánchez. Y no se le pueden poner barreras a través de unos editoriales que son verdaderas sangrías de lectores.

En Público se apunta el tanto al equipo de casa y es Podemos quien "abre la puerta". Innecesario recordar que no tendría que abrirla si no la hubiera cerrado cuatro días antes afirmando que Podemos no estaba dispuesto a entrar en coalición alguna con el PSOE porque no quería ser el miembro "júnior". Es un cambio de 180º en un visto y no visto; merece alguna aclaración. Salvo que se haya encontrado una forma de asociación compuesta por dos séniores y ningún júnior, cosa rara. Ya decíamos que la consecuencia política era la alteración del tablero político. Quizá un terremoto, aunque no hasta ese extremo. Ábalos viene reclamando la hegemonía y la primogenitura en nombre de un partido renovado

Podemos presiona ya para que los diputados de la izquierda se pasen las vacaciones negociando la nueva moción de censura en cuanto se abra periodo de sesiones. Vuelve la impaciencia de esta organización que parece aquejada del baile de San Vito y no sé si es lo más acertado presionar a un PSOE que tiene que asentarse, proveerse de su equipo, fijar sus prioridades, recibir un mandato del congreso. Terminar de renovarse.

Pero, además, y sin ánimo de fastidiar a nadie la fiesta, quizá no deba pasarse por alto el hecho de que sin los votos catalanes, la moción no puede prosperar. Es decir, el meollo de esa moción de censura, como todo en la política española, es la llamada "cuestión catalana".

Que cada vez es más claramente la "cuestión española".

dissabte, 10 de juny del 2017

El narcisismo al servicio de la derecha

Un partido con tres años de existencia dice a otro de 138 años que no quiere alianza con él porque no quiere ser el aliado "júnior". Un partido que no es un partido sino una confusa amalgama de gente mal avenida no quiere ser el "júnior" de otro que sí es un partido unido, coherente, disciplinado y que acaba de dar una muestra sin parangón de democracia interna. Un partido con índices de participación del 15 por ciento (¡y telemática!) dice que no quiere ser el "junior" de otro con participación de más del 70 por ciento de la militancia y real, no virtual, material, tangible. Un partido cuyo líder (Iglesias) es el peor valorado popularmente (por debajo, incluso, de Rajoy) no quiere ser júnior de otro cuyo dirigente (Sánchez) es el segundo en valoración. El primero, en realidad, pues este lugar lo ocupa Rivera.

Cualquiera diría que tal pretensión es absurda y carente de lógica. Quienes la plantean, esto es, Iglesias y el núcleo duro (duro de mollera) del anguitismo e IU, tampoco la creen. Su costumbre de mentir al uso de la vieja política a la que tanto dicen combatir, los ha encallecido hasta el nivel de la más risible hipocresía.

Niégase ahora a ser júnior el mismo que, tras las elecciones de diciembre de 2016, se pidió la vicepresidencia del gobierno, típico órgano subalterno y de júnior.

¿Qué valor o crédito puede darse a estas declaraciones? Por supuesto, ninguno. Lo de ser o no júnior es una excusa. Podía haber dicho que no quiere unión o acuerdo con el PSOE porque su líder se llama Pedro y no Segismundo. Lo importante, lo que interesa aquí es que Podemos se niega a una alianza de la izquierda para echar a la derecha. Y rechaza expresamente imitar el ejemplo portugués, el único gobierno real de izquierda que hay hoy en Europa meridional. El único que puede de verdad acabar con la derecha.

Porque, en realidad, su objetivo, como sabe todo el mundo, no es echar a la derecha, sino acabar con el PSOE, cumplir el delirante sueño del simple maniqueo cordobés, Anguita, empecinado desde hace 50 años en probar que Lenin tenía razón y hay que acabar con la traidora y fementida socialdemocracia. Si, entre tanto, gracias a esta simulada lucha por unos principios que, en el fondo, no son tales, gobierna la derecha, a estos "izquierdistas" les da igual. Al fin y al cabo, los recortes, los abusos, los ataques, los robos, no van con ellos que, gracias a la credulidad de la gente, ya cuentan con nóminas suculentas y son tan parte de la antaño llamada casta como Villalobos, los Hernandos o Susana Díaz. Predicadores y vividores de lo público. La única diferencia entre Iglesias y cualquiera de los Hernandos son veinte años de ejercicio de cargos que, como sabemos, no es nada.

Ya oigo a los trolls de Podemos -ese ejército de fanáticos que hace el ridículo en las redes- indignados de que pueda tergiversarse de este modo la realidad. ¿No han presentado una moción de censura (MC) contra Rajoy? ¿Cómo puede decirse que, en realidad, es para apoyarlo? Pues muy sencillamente. Tan sencillamente que hasta los fanáticos de Podemos lo entenderán porque es un mecanismo muy simple. Otra cosa es que lo confiesen ya que, como sus líderes, viven de mentir.

Sí, presentaron una MC con su propio candidato sin consultarla ni negociarla con nadie, a sabiendas de que, si no la negociaban, no saldría. Una vez presentada, enfrentaron con ella al PSOE como un hecho consumado, al mejor estilo de quienes todos sabemos y, aunque trataron de dulcificarla admitiendo negociar el candidato, la MC estaba presentada y al otro solo le quedaba apoyarla o quedar como un servidor de Rajoy, oponiéndose a ella. Era un cálculo basado en la errónea expectativa de que Díaz ganaría las primarias y, así, sería fácil acabar con el PSOE, unciéndolo al PP. 

Con su esperanza puesta en la SG de Díaz, los de Podemos demostraban tener tanta idea del PSOE como los analistas y mercenarios de la prensa: ninguna. No salió Díaz; no podía salir. Salió Sánchez y para Sánchez es muy sencillo devolver la pelota de Podemos. Si presentaron su moción de censura sin contar con el PSOE (es más, aprovechando el vacío de poder de las primarias para tratar de hundirlo), tendrán que defenderla sin el PSOE, que se abstendrá. Y hará muy bien. Me consta que los socialistas tienen preparada una respuesta educada, cortés y mucho más constructiva que la propia MC, que no lo es. Si de mi dependiera, iría un poco más allá y, de ser yo el PSOE, ni asistiría al debate de una MC teóricamente contra el PP pero prácticamente contra el PSOE. Pero no me harán caso y también harán bien. 

Porque, en el fondo, lo que va a suceder ahora es muy sencillo. Podemos perderá la MC y, al anunciar que no aceptará alianza alguna con el PSOE porque no quiere ser júnior o cualquiera otro pretexto tan necio como este, lo que está diciendo es que permite a Rajoy terminar su legislatura. Adobarán, sin duda, su defensa de la MC con críticas, insultos y agresiones al PSOE para justificar de antemano su oposición a la unidad de la izquierda en nombre de la... izquierda.

Iglesias es el aliado objetivo de la derecha que esta izquierda vociferante ha sido siempre sin resultado aunque, a veces, como es el caso ahora, algunas circunstancias extraordinarias (caras nuevas, uso de los medios y complicidad con ellos) permitan que hoy los sigan algunas otras gentes, además de la habitual parroquia comunista. Y dejándose engañar, pues aquí, en el fondo, no hay engañadores y gente engañada, sino gente que quiere que la engañen. 

Que esto es así se ve palmariamente en el discurso de Iglesias quien sostiene que Podemos está casi a la par con el PSOE y hasta lo supera en "algunas áreas" (sic). Es la esperanza anguitista en boca de su fiel discípulo: esperad un poco, tened paciencia, que llega el sorpasso. Mientras tanto, que siga gobernando el PP. Y, para después, otros cuatro años del PP. Están para eso.

Pero no les saldrá gratis. Llegado el momento, después del Congreso, el PSOE deberá cumplir su promesa en primarias de pedir la reprobación y dimisión de Rajoy. Si esta no se produce, deberá considerar la posibilidad de plantear una moción de censura propia con Sánchez como candidato.

Porque, obviamente, hay que echar a este gobierno de presuntos delincuentes que ha destruido el país, lo ha esquilmado y lo ha partido. Pero echarlo de verdad. No hacerlo cara a la galería para consolidarlo. Y esa nueva MC, planteada por un partido socialista democrático, se presentará previamente como negociación a los demás partidos de la oposición y, entre ellos, claro, Podemos. Ante esta situación los morados tendrán dos opciones: a) sumarse para echar a Rajoy y hacerlo como "júniors" que es lo que son; b) oponerse y cargar con el estigma de ser los aliados objetivos de la derecha. 

Elegirán lo segundo y, en las próximas elecciones, volverán a la región del 7/9 por ciento del voto de IU. Como siempre. Porcentaje insuficiente, pero bastante para que no gobierne el PSOE que es lo que siempre han buscado. 

dimarts, 6 de juny del 2017

Todo se mueve

Fin de semana de encuestas. ABC y El País publican dos bastante coincidentes. En lo esencial, los dos bloques de la derecha y la izquierda mantienen posiciones. El PP flaquea y tiene fugas hacia C's y Sánchez recupera parte del voto emigrado a costa de Podemos. Parece razonable. Es lo que se ve.

En el campo conservador, la tendencia a la baja del PP está garantizada porque el partido vive en un torbellino de corrupción que no puede frenar. Una semana ha durado en el cargo Manuel Cobo, nombrado presidente de una comisión de lucha contra la corrupción. Una semana y se va invocando "motivos personales". El propio partido acelera su caída al entorpecer la acción de la justicia o hacer filibusterismo parlamentario. El descrédito aumenta. Lo de pasarse a C's tiene un aire a mudarse a otro piso en el mismo rellano. Rivera parece lanzado al estrellato. Clausura un seminario aznarino sobre liderazgo y, a continuación, lo ejerce al ser acogido en el club Bildeberg, una mezcla de los Rosacruces y los sabios de Sión.

En territorio cainita de la izquierda, el efecto sifón de Sánchez era previsible, tanto en lo positivo como en lo negativo. En lo primero, por la inaguracion de un discurso nuevo en el PSOE; en lo segundo por el agotamiento del de Podemos. El discurso de la izquierda democrática, si es creíble, tiene mucha fuerza. Ese giro socialdemócrata a la izquierda movido en buena parte por la presencia de Podemos y que tanto alarma a El País, iba a verse amparado y sostenido por un posible triunfo de Jeremy Corbyn en las elecciones generales británicas pasado mañana. Los sondeos muestran una intención de voto creciente de los laboristas y decreciente de los conservadores. Ahora, claro, con los atentados recientes, los ánimos pueden haber cambiado mucho. Por eso Corbyn ha arremetido contra May pidiendo su dimisión por haber recortado las dotaciones policiales cuando fue ministra del Interior.

Al margen de estas cuestiones más colaterales, lo interesante es esa conexión exterior en el discurso. Después de las inglesas vienen las alemanas y Schulz parece quedar en honroso segundo lugar para seguir validando la gran coalición. Todo eso afecta al socialismo español que, además, tiene a quien mirar y mostrar como ejemplo en Portugal. Frente a ese marchamo europeo, exterior, Podemos aparece como una peculiaridad, algo único en el panorama circunvecino. Lo más cercano, Syriza, no es hace tiempo espejo en el que mirarse. Su discurso y su práctica son erráticos, además de reiterativos por lo del Parlamento y la calle. Convocar una manifa en Sol en apoyo de la moción de censura no cambia un ápice el itinerario de aquella, pero viene a ser como si la manifestación fuera la comparsa. Lo suyo sería, en realidad, celebrar el debate de la moción también en Sol.

Esa permanente movilización, con claros destellos mediáticos, sembrada de exabruptos, inconveniencias, exaltados impulsos, contradicciones y tropiezos no es lo más acertado para sentar las bases de una unidad de acción. Sobre todo teniendo en cuenta que esa unidad empieza por faltar en la propia organización, gracias a las famosas confluencias. De modo que, cuando los líderes dicen "nosotros" (el término esencial en el debate político de amigo/enemigo, "nosotros"/"ellos"), cabe preguntarse exactamente a quiénes se refieren.

El discurso nuevo de Sánchez, además del paladio europeo, tiene un terreno muy favorable en el proceso de primarias que, con independencia de aficiones, ha sido un ejemplo de procedimiento democrático. Algo que nadie pone en duda. Y ha sido un acto espontáneo de rebelión democrática de la militancia con una muy alta participación. Como todo el mundo reconoce. En esa rebelión democrática hay bastante inpirado en Podemos o en lo que Podemos dice que hace, de interactuar con la militancia. Aquí la militancia ha desbaratado los planes ("chusqueros", ironiza Borrell) de los golpistas del 1º de octubre y ha repuesto en su cargo de SG al defenestrado Sánchez con fervor parecido al de los seguidores de Benito Juárez cuando este volvió del exilio; más cerca aún, los seguidores de Tarradellas cuando este regresó a presidir la Generalitat restaurada.

Pero no lo ha hecho de modo tumultuario, imprevisible, repleto de sorpresas y celadas, sino de una forma ordenada, pública, mostrando una poderosa estructura territorial de partido. Es una maquinaria de militantes, muchos de ellos voluntarios, tangibles en la vida cotidiana de la gente, cosa muy necesaria en las campañas electorales. No es una militancia vivida en las redes, sino una mezcla de ambas, un híbrido entre las redes y la vida real, ambas interactuando. Y  eso es muy poderoso siempre que el líder no defraude.

Plantea un voto a un partido que cuenta con presencia en las redes y muy difundida estructura territorial que se orienta a la izquierda pero solo a título de promesa. ¿Cómo dar crédito a esa promesa? Sencillamente, aplicando la línea de izquierda a la organización del mismo partido: voz y voto de la militancia, transparencia y responsabilidad. La ocasión llega. Las baronías se pliegan, pactan. Solo Andalucía trae aires de fronda. Y esa es la dura prueba de Sánchez. La ocasión llega, pero la pintan calva.

Conseguir que Andalucía, con el consabido respeto a sus peculiaridades históricas, actúe como una pieza más del mosaico de la política del PSOE para España (no como una tierra exenta) es vital para este y el crédito de su nueva línea de izquierda. Esta deberá reconocer que se vive un momento preconstituyente.

Lo interesante viene siempre al final, en un colofón reiterado en todas las piezas de análisis político español hoy día: ¿y qué se propone para Cataluña? Ya ha quedado claro lo que no se propone: referéndum, no. Es ilegal.

 Debiera quedar igualmente claro qué se propone. 

dimecres, 31 de maig del 2017

"Este país es una puta mierda"

La expresión es muy dura, desagradable, grosera, probablemente injusta. No es mía. Es de Ignacio Gónzález en una de sus castizas conversaciones telefónicas con alguno de sus compinches, cómplices y amigos, entre los que se encuentran, al parecer, el ministro de Justicia, el ex-ministro Zaplana, etc. Todas personas relevantes de la derecha; gentes de orden, probablemente católicas. Entre ellas el tal González, personaje público que llegó a ser presidente de la Comunidad de Madrid, tras haber sido mano derecha (y larga) de Aguirre. Un hombre por encima de toda sospecha, que administró miles de millones de dinero público de los que, con ayuda de su familia (la derecha siempre vela por la familia) sustrajo presuntamente cientos en una complicada red mafiosa, según parece con complicidades en muchos puntos de todos los poderes del Estado. Del ejecutivo, ministros; del legislativo, diputados y senadores; del judicial jueces y fiscales.

¿Un caso aislado? No, claro. Un partido con 900 imputados no tiene 900 casos aislados. Es un partido corrupto o, como dicen los jueces, una supuesta organización para delinquir. Y no de hace tiempo o en un lugar lejano. Aquí, ahora y hasta el futuro inmediato. Ese partido y ese gobierno tienen un nuevo presidente de Comunidad Autónoma (el de Murcia) imputado y un ministro reprobado con petición de dimisión junto a sus dos máximos fiscales, esos probos funcionarios a los que se atribuye la resurrección del viejo afilador. El titular de "Anticorrupción" es copropietario de una sociedad off-shore. El conjunto presidido por alguien citado a declarar como testigo en un proceso penal por primera vez en la historia.

Todo lo anterior era evidente hace meses, años incluso. Defenestrado en el golpe de mano "chusquero", Sánchez levantó bandera por el "no", sostuvo que la abstención habia sido un error y ganó las elecciones asegurando que pediría ipso facto la dimisión de Rajoy porque ni él ni su partido están en condiciones de gobernar. En lugar de ello lo ha llamado y se ha puesto literalmente a sus órdenes. Esgrimiendo el sagrado interés de la Patria, el PSOE renuncia a cuestionar la gestión anterior de la derecha respecto a Cataluña y apoya incondicionalmente una orientacion represiva del gobierno. Nada de dimisión: apoyo en toda regla. Y, de regalo, los presupuestos.

¿Cuál es la razón de este giro? Tengo una hipótesis. Asustados los barones y viejas glorias del PSOE (los de la foto del Ifema), al ver en directo y en tiempo real las condiciones de la candidata que apoyaban, tomaron una decisión. Hablaron con el candidato al que habían defenestrado por sospecharle veleidades pactistas con los indepes y le prometieron neutralidad en la campaña si él, a su vez, prometía mantener la unión nacional bajo la égida del PP. Obsérvese que ninguno de los del Ifema volvió a hablar en público a favor de Díaz, exceptuado el inimitable Zapatero. La andaluza se trabajó la campaña a solas y únicamente consiguió llevar al mitin de cierre a un Alfonso Guerra que parecía el espectro del Comendador. El resultado fue el que fue y lo primero que ha hecho Sánchez ha sido cumplir con el pacto antes que con su palabra. Y, de este modo, quien venía del frío para echar a la derecha, ha sido quien ha acabado de apuntalar el gobierno de la derecha más corrupta de Europa. Si non è vero, è ben trovato. 

Hay que hacer las paces, unir y recuperar el partido y prepararlo para las próximas elecciones que pueden ser en cualquier momento, sobre todo si el mandato del congreso es que pida la dimisión de Rajoy y haga una oposición eficaz, no "constructiva" como la de la gestora y la que el SG ha empezado a hacer. Esto quizá le resuelva la cuestión de la paz interna en el partido, depende de cómo se lo tome la militancia. 

Pero le queda articular una posición respecto al otro partido de la izquierda. La obsesión de Podemos con el protagonismo mediático lo lleva a entender su relación con el PSOE como una de amor-odio en la que acaba prevaleciendo el odio porque está anclado en el esquema conceptual de la vieja relación PSOE-IU. Por ello no puede convertir el espectáculo en realidad tangible y se ve obligado a recurrir muy a su pesar al primogénito, al que, como Jacob, trata de engañar sin conseguirlo porque el PSOE ahora está ahito, pisa fuerte, pues ¿no se codea con el presidente del gobierno en un episodio que sintetiza el renacer del venerable bipartidismo? Eso es preparar maquinaria de elecciones en nada de tiempo. Chapeau.

Lo malo es el discurso. Y sobre todo el punto negro de este, el pasaje de turbulencia, el nombre que, como el de la Biblia, no se puede nombrar: Cataluña y su proceso independentista. Al llegar aquí, se cierran las filas y surge un "no" bronco y a coro, el "no" nacional español. Sin razones, salvo el respeto a la ley. Pero ninguna ley puede pasar por encima de la voluntad del 75% del electorado de un territorio, una inmensa mayoría. Se responde que esa mayoría es minoría en el seno de otra mayoría, la española. Cabe dejar este debate a quien le interese y preguntar directamente al PSOE (a la izquierda en general) si también cree, como finje hacerlo la derecha, que el independentismo es una cuestión de un grupo de fanáticos, medio nazis y corruptos que han secuestrado la voluntad del buen pueblo catalán, más español que los manchegos. 

Si no es así, si cree que el millón y medio de votantes del JxS y los cuatro y pico millones de electores que piden un referéndum merecen un respeto y que se les escuche, como tanto preocupa a la vicepresidenta del gobierno, ¿qué piensa hacer al respecto? ¿Tratar la cuestión como un problema de orden público que se resuelve solo con medidas represivas o, como dice un dirigente de la nueva socialdemocracia, coercitivas? Esa propuesta de reforma federal de la Constitución,  se inspire o no en las de Anselmo Carretero, ¿qué viabilidad tiene? Sobre todo, ¿qué viabilidad tiene en Cataluña? 

Entre tanto, en este país, en donde rige la ley, y donde se fusiló a un presidente de la Generalitat, hoy hay otro que lo fue, procesado, como procesada está la presidenta del Parlamento y otros cargos o excargos de la Generalitat. Y la perspectiva es que el conflicto se agrave y se convierta en una espiral. 

A lo mejor tiene razón Ignacio González en su juicio. Él parece parte inseparable de este país.

dijous, 4 de maig del 2017

La realidad y la ficción II. Podemos

Como sucede con el del PNV, el discurso de Podemos evidencia un abismo entre la ficción y la realidad y comete una injusticia parecida, aunque con distinta víctima. Dicen los del partido morado ser objeto de sostenida, cerrada, agresividad del frente mediático. Forma parte de su relato autojustificativo. "Contra Podemos", suelen decir, "todo vale". Esto parece facultarlos para rechazar las críticas. Sin excepción. Sus contenidos no se examinan. Son falsos por ser críticas que reproducen todos los medios.

¿Todos? Algo de razón quizá tenga Podemos. Por ejemplo, esta infame y vergonzosa noticia del sándwich entre Podemos y la Sexta ha sido reproducida por todos los medios de derecha extrema. No así los medios comerciales más moderados en donde no se encuentra. No parece, pues, haber un frente cerrado de los medios contra Podemos y, desde luego, la Sexta no forma parte de él, como tampoco mucha prensa digital en donde Podemos tiene su propio diario, Público, con un estudio también propio de TV. Tan mal no están. 

El discurso tiene mucho de ficción porque, como puede comprobar cualquiera de buena fe, es Sánchez quien tiene a todos los medios cerradamente en contra de él, incluido Podemos a quien no interesa que Sánchez gane las primarias porque es el único con el que el PSOE puede recuperarse. O, si se quiere, cerradamente contra el PSOE que Sánchez representa ya que el otro, el de la gestora golpista y epistolar tiene en general buena acogida en la prensa, en especial la de derechas. La caudilla en la portada del ABC ha sido definitiva.

Con este ruido de lo icónico y el debate de a quién beneficia o perjudica una imagen suele perderse de vista la cuestión de fondo. Aquí esa cuestión es qué juicio merece la noticia sobre la Sexta. Porque supongo que nadie dudará de su veracidad; nadie dirá que es un montaje, falsa, un fake. Es una grabación de la policía autorizada por un juez en la que se dice que se está haciendo algo que es, en realidad, una variante de la vieja pinza entre Anguita y Aznar contra González en los lejanos 90. No es un delito. Es, simplemente, una inmoralidad. Una inmoralidad de Podemos. 

Anguita reaparece cada vez más detrás de Iglesias y el mensaje del dúo es el mismo: lo prioritario es acabar con el PSOE y ponerse en su lugar. Y, si no es así, que gobierne la dereceha. Envidia, rencor y despecho al mismo tiempo. El disparate de la moción de censura sin apoyos los ha llevado al frenesí de respaldarla en la calle, como si eso le diera mayor peso parlamentario. Está claro que con ella se quiere obligar al PSOE a retratarse apoyando al PP. Al PSOE parlamentario. Pero, por mucha amalgama de los dos PSOE que Podemos quiera hacer, ese discurso fortalece el PSOE callejero, el de la militancia que apoya a Sánchez.

Es decir, en su ceguera contra el PSOE, Podemos ayuda a la recuperación del partido que quiere destruir.  No hay ficción que pueda eludir esta realidad.

dijous, 13 d’abril del 2017

Cien años de comunismo

El próximo mes de octubre o noviembre, según el calendario que se siga, se celebrará el primer centenario de la Revolución bolchevique, un golpe de Estado con insurrección armada perpetrado por el soviet de Petrogrado, a las órdenes del Comité Militar Revolucionario, presidido por Lenin desde el Instituto Smolny. Así visto, parece una asonada y lo es; pero una asonada que cambió el mundo e inauguró una era nueva, la de la esperanza de una sociedad comunista aquí y ahora. La esperanza y supuesta realidad duró unos 75 años y se vino abajo hace algo más de un cuarto de siglo de modo bastante ignominioso.

Cualquiera diría que el comunismo había fracasado. Allí en donde se implantó originó tiranías de partido. Que en algunos casos, escasísimos, hayan sido "desarrollistas" nada quiere decir. También el franquismo quiso legitimarse vía "modernización". Queda la China, pero ningún comunista la señala ya como ejemplo de nada. Ni los propios chinos. De hecho, el comunismo occidental -que nunca había sido boyante desde la segunda guerra, excepto en el sur de Europa- prácticamente había desaparecido. En la mayoría de los países, los partidos comunistas cambiaron de nombre, de símbolos y hasta de ideología. En lugar de hacer frente al hundimiento del llamado socialismo real con algún intento de explicación científica, como hubiera exigido el patriarca Marx, en cuyo nombre se había actuado en la historia, los comunistas se confundieron con el paisaje.

Es el caso de IU en España, organización que pivotó siempre en torno al PCE y que permitía a este concurrir a las elecciones con un nombre no tan comprometido como el de comunista. El actual Coordinador General de la formación es Alberto Garzón, militante asimismo del PCE. Si no ando equivocado, todos los coordinadores generales de IU han sido militantes del PCE, para asegurar el predominio del partido, camuflado bajo una inocente denominación.

Ahora, Garzón, sin duda picado en su juvenil negra honrilla por la acusación de camuflaje, ha decidido salir a los caminos de España a explicar a la parroquia qué sea eso del comunismo hoy advirtiendo, de paso, que él es comunista y a mucha honra. El comunismo, como Garzón lo profesa, no tiene nada que ver con el totalitarismo soviético, así que el hundimiento del tinglado deja indemne la teoría de Garzón. Es un punto frecuente en las diversas corrientes del comunismo: lo que se hundió en la Unión Soviética no fue el comunismo "verdadero", sino otra cosa y aquí puede el lector aventurar cosas. A alguno tengo oído decir que lo que allí se hundió, en realidad, fue el fascismo.

En todo caso, no el comunismo que profesa (y, al parecer, quiere poner en práctica) Garzón, que viene directamente de Marx, sin aparentes interpolaciones leninistas. El comunismo del coordinador general es democrático. En otro lugar leí que, según él, el concepto marxista de "dictadura del proletariado" (DP), en realidad se refiere a la idea del demos de la Atenas clásica. Siempre que los románticos querían embellecer algo lo llevaban a Grecia. Con razón o sin ella, como Garzón en este caso. De demos ateniense la DP no tiene nada. Además, para un comunista, ese demos es escuálido: quedaban excluidas las mujeres, los niños, los esclavos, los libertos y los extranjeros.No sé yo si es un buen comienzo para una futura sociedad sin clases, pobladas por hombres nuevos.

Así que si la DP no es esa ilusión del demos, ¿qué podría seer? No hace falta dárselas de hermeneuta para entender que, al hablar de la DP, un hombre culto y un jurista del siglo XIX, como Marx, tenía que estar pensando en la figura del dictador del derecho romano. No había dictaduras por entonces y la única que hubiera podido pasar por tal, la de Cromwell en el siglo XVII, se llamaba Commonwealth. Las dictaduras como formas de gobierno no sometidas a la ley son cosa del siglo XX. Así que la DP era una aproximación a una idea, incluso una metáfora: se trasfería a una colectividad (el proletariado) la competencia cum imperium que asumía provisionalmente un magistrado nombrado por un cónsul a instancias del Senado y con aprobación de los comitia curiata. Es decir, un gobierno con plenos poderes pero estrictamente para hacer aquello para lo que se le había designado, normalmente restauración del orden republicano, vuelta a la legalidad.

Y ¿qué tendría que hacer el proletariado, cual sería su mandato como dictador? Evidentemente, eliminar a la burguesía. Hasta ahí, probablemente, habría un acuerdo entre marxistas. El acuerdo se rompería al responder a la pregunta  ¿y cómo se elimina a la burguesía?

Garzón parte de un supuesto altamente cuestionable, esto es, que hay una relación, por así decirlo simbiótica, entre el comunismo y el marxismo, cosa que muchísimos marxistas vienen negando si por comunismo hemos de entender lo que el viento de la tundra se llevó. De ahí que el impetuoso diputado de IU haya salido a predicar (él lo llama "divulgar") el comunismo de verdad, que no ha quedado mancillado por el desastre del bloque comunista. Y como prueba añade que tampoco ha quedado mancillado el marxismo. Una falacia. El hundimiento comunista no afecta al marxismo (su capacidad explicativa fundamentalmente) porque este no tiene nada que ver con el comunismo. Al comunismo el marxismo le fastidia, porque es otra cosa. Es un criterio de acción autorreferencial y, por tanto, impenetrable. La verdad no es lo que me dicta la razón, sino el partido que, al ser la volonté générale, somos todos, como la iglesia, y tenemos razón por definición. La razón del partido, que es verdad porque perdura. Como perdura la iglesia, aunque esta lleva alguna ventaja. Considérese el comunismo renovado de Garzón; sepárese la hojarasca de Unidos Podemos; disípese la neblina de Izquierda Unida; y ¿qué aparece? El PCE al final de la matrioschka. La joya en el fondo del cofre, el PCE de toda la vida, con su gloriosa historia a cuestas, aunque se le hacen críticas por la Tansición.

Veo difícil el fondo del asunto, esto es, elaborar un discurso comunista especifico hoy. Pero en política eso no importa mucho. Basta con decir que se tiene. La forma, en cambio, es muy interesante. Que Garzón vaya por los caminos predicando comunismo, en principio, probablemente, obedece a una necesidad de adquirir visibilidad porque está muy oscurecido entre la troupe de Podemos. Visibilidad, imagen, protagonismo. Todo muy legítimo, pero un problema añadido para Podemos. Se hace realidad un vaticinio de Palinuro al comienzo de la historia: el problema de fagocitar a IU era que IU, desde dentro, acabara fagocitando a Podemos. Y ahora estos tienen que desmarcarse del sambenito comunista, cosa que no va a añadir certidumbre a su ya de por sí errática política.