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diumenge, 30 d’octubre del 2016

Lo que pudo ser

La Facultad de Educación de la UNED (c/ Juan del Rosal, 14, Madrid 28040) tiene en su segunda planta una exposición sobre la historia del Centro de Zona, Andrés Manjón. Este centro se había fundado en 1933 como parte de la primera tanda de escuelas de las más de 25.000 que la II República planeó construir en su política educativa. Cuando estalló la guerra civil se habían levantado, creo, unas 16.000. Claramente la República hacía suyo el apotegma de Joaquín Costa: despensa, escuela y siete llaves al sepulcro del Cid

Esta escuela en concreto se llamó en su comienzo "Francisco Giner de los Ríos" en honor del jurista, filósofo y pedagogo que llevó el ideal krausista heredado de sus maestros a las más interesantes prácticas. Fue fundador de la Institución Libre de Enseñanza e impulsor de otras iniciativas como la Junta para la Ampliación de Estudios, de la que salieron realizaciones tan importantes como la Residencia de Estudiantes, entre otras. Residencia por la que pasaron Lorca, Buñuel, Dalí, etc. Dentro del espíritu krausista que ya había empezado a llamarse institucionista hubo logros no menos importantes, como las Misiones Pedagógicas, posteriores a la muerte de Giner. También como herencia de ese espíritu, el colegio de que aquí se habla, sito en la calle de Francos Rodríguez.

Es verdad que la exposición es muy modesta pues apenas consta de un par de vitrinas con no más de seis o diez objetos de la época y dos o tres muebles también de entonces. Lo más curioso, un mueble destartalado que debió de servir como cajista o clasificador de tipos de imprenta, oficio que allí se enseñaría. Algunos plumieres, cuadernos, libros, mapas, escasas fotografías y poco más. Lo que, al parecer, se pudo rescatar en los desvanes. La razón de esa parquedad es que, al estallar la guerra, el colegio Gíner de los Ríos quedó en primerísima línea de fuego en la batalla de la ciudad universitaria, que duró toda la contienda. Además de los destrozos de la artillería, los que hicieron las distintas milicias que en ella se acuartelaron y que, según dice su antigua directora, María Sánchez Arbós, en un diario, usaban los muebles y los libros para encender fuegos. 

No obstante, la escasez de material la compensa sobradamente la parte documental de la exposición, un relato pormenorizado de la historia del colegio con abundante ilustración gráfica y todo muy interesante pues la exposición la ha organizado el Departamento de Historia de la Educación que tiene un conocimiento exhaustivo y riguroso de la cuestión. Y lo expone de modo muy grato, así que los profanos aprendemos mucho. ¡Ah y con gran exactitud en el orden semántico! Llaman a las cosas por su nombre y se niegan a hablar de tropas "nacionales" con más que sobrados motivos.

Por supuesto, la escuela original, mixta, aunque con separación de pabellones, incorporaba los principios más avanzados de la pedagogía de la época. El intríngulis de la exposición es el relato del cambio de la escuela al acabar la guerra. Todo el claustro depurado. La directora y algunos otros profesores incluso encarcelados y luego expedientados e inhabilitados para el ejercicio de su profesión, castigo que solo se les levantó muchos años después. La escuela pasó a llamarse Andrés Manjón, que es el nombre con el que recibió los edificios la UNED cuando tras cerrar el colegio, el Ayuntamiento se los cedió. Por lo menos no lo llamaron Ramiro Ledesma Ramos o algo así, porque podían hacerlo. Eligieron también un pedagogo y un innovador, como los krausistas, pero del otro lado del espejo de las dos Españas: un cura (jurista y filósofo también) fundador de las escuelas del Ave María (movimiento que se extendió por todo el mundo) , donde se instruía a los niños en el espíritu del dogma católico y las demás concepciones de la Iglesia. Donde la escuela mixta Giner de los Ríos educaba en una moral cívica, laica, crítica y en contacto con la naturaleza; la escuela unisex masculina Andrés Manjón los educaba en la fe de Cristo, la obediencia y la sumisión con métodos librescos. Lo dicho, las dos Españas. Cada una tratando de educar a las sucesivas generaciones en sus creencias y doctrinas. La primera es ingenua; la segunda, malvada. Y así seguimos.

Fue la UNED la que movió el retorno del nombre original, Giner de los Ríos. Pero como los tiempos de la transición son de consenso y flexibilidad, han conservado el de Andrés Manjón para la biblioteca. Los fascistas quitaron sin más un nombre y pusieron el suyo. Los de la Restauración han reequilibrado ambos nombres. Pero la historia del lugar, escrita y descrita queda. Y con una clara moral. Su enseñanza consiste en permitirnos especular cómo hubiera sido España si aquel intento pedagógico de la República no hubiera sido ahogado en sangre.