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dijous, 16 de juny del 2016

Los políticos tramposos

Mala fama tienen los políticos. La gente los reputa falsos, vividores, chaqueteros, chupones... en fin, lo que nadie querría en casa. Ahora les ha caído encima otro estigma: ni siquiera saben su oficio. Si lo que caracteriza la política es la capacidad para llegar a acuerdos, resulta que los cuatro ineptos que el lunes regalaron a la audiencia una muestra insólita de la vulgaridad más roma, lo hicieron porque durante tres meses no consiguieron llegar a acuerdo alguno.

Y lo peor es que, por cuanto se vio en el debate del lunes, no están hoy más cerca de conseguirlo que hace un mes. Incluso dieron la impresión de que saben que, después del 26 de junio, tampoco conseguirán pactar y, por tanto, a lo mejor es necesario ir a unas terceras elecciones. Los pelos de punta ante la perspectiva de forma que, muy contundentes, dijeron todos que no habría terceras elecciones. Pero ¿qué crédito pueden tener? Ni ellos mismos se lo conceden. Así, para evitar que los critiquen, incluso que los insulten, traen propuestas que juzgan lógicas, incuestionables y que solo por accidente coinciden con sus intereses.

El Sobresueldos lleva meses pidiendo que se permita gobernar al partido más votado y afirmando que es lo que ordena el sentido común. Por supuesto, todos los sondeos señalan a su partido como el más votado. Pero esto es irrelevante. Si no lo fuera, ¿alguien duda de que un hombre de la entereza moral del Sobresueldos también pediría que gobernara el más votado?

De forma parecida, Jordi Sevilla, el gurú económico de Rodríguez Zapatero, a quien debe de parecer que no terminó de hundir suficientemente España en su mandato y pretende culminar la obra, introduce un perfeccionamiento en el postulado del Sobresueldos: debe gobernar no la lista más votada, sino la coalición que obtenga más apoyo parlamentario. El caso es el mismo: Sevilla supone que esa coalición será la suya pero su inmarcesible generosidad y sentido de la justicia lo llevaría a formular igual deseo, aunque no beneficiara en particular a su partido.

En realidad, no se sabe qué admirar más en ambas propuestas si la caradura de quienes las hacen o su creencia de que las gentes somos idiotas, que viene a ser lo mismo. La Constitución que estos dos frescales dicen respetar en grado sumo ya prevé que gobierne la mayoría electoral y/o parlamentaria. ¿En dónde, pues, está la novedad? Sencillo: en que, cuando esa mayoría electoral y/o parlamentaria no alcanza a ser la mayoría absoluta, los otros parlamentarios que sí la alcanzan, pueden plantear una moción de censura y echar al gobierno. La novedad reside en que los dos pájaros lo que están proponiendo es que los parlamentarios se comprometan a no hacer uso de un derecho que la Constitución les otorga. Algunos, incluso, creemos que no solo es un derecho, sino un deber de la oposición el derribar al gobierno si puede. Eso es la democracia.

Lo que no es democracia es emascular la Constitución (que bastante raquítica es) para ocultar que estos inútiles -pagados a cuerpo de emperador con dineros públicos- volverán a ser incapaces de constituir gobierno y lo que quieren es ocultarlo para no verse obligados a la vergüenza de unas terceras elecciones.

Para ocultar que, además de unos ineptos, son unos tramposos.

dimarts, 22 de desembre del 2015

Rajoy, no. La banda, tampoco


Vamos de resaca. Las declaraciones de la noche electoral del quinteto de perdedores repetían todas que en España se había abierto una nueva era. Una exageración patente a la vista de unos resultados que en todos los casos eran, cuando más, mediocres. Cada vez que oigo lo de la nueva era pienso si no será más un nuevo ere.

 En el caso del PP y el PSOE, el batacazo es evidente y no requiere explicación. En ambos casos, el peor resultado desde 1982. En el de Podemos y Ciudadanos, también mal, pero se requiere una explicación porque nada hay más embustero y engañoso que un político intentando disfrazar de éxito una derrota. Tanto Podemos como Ciudadanos habían puesto el listón altísimo. A Podemos llegaron a vaticinarle los sondeos hace once meses el 28% del voto y se ha quedado en el 12,66. A Ciudadanos, hace un mes, se le auguraba más del 20% y ha llegado al 13,93%. Los dos pueden decir lo que quieran, y lo hacen y pregonan con la desfachatez de los políticos del viejo elixir, pero lo cierto es que sus resultados han sido mediocres y que, una vez más, puede decirse que ellos no han ganado las elecciones sino que son los otros quienes las han perdido.

En el caso de Podemos, la marrullería de sus dirigentes requiere una aclaración para que no sigan tratando de engañar a la gente. Tanto ellos como sus amigos en los medios dicen que han obtenido 5.184.778 votos y 69 escaños. Ambos datos son falsos. Podemos ha tenido 3.177.923 votos y 42 escaños. Los demás votos y escaños son de sus "confluencias",  En Marea (Galicia), con 407.983 votos y 6 escaños, En Común Podem (Cataluña) 927.940 votos y 12 escaños y  Compromís Podem (Valencia) con 670.932 votos y 9 escaños. Cada una de estas opciones comprende múltiples organizaciones y está dirigida por una personalidad carismática en su respectivo territorio: Beiras en Galicia, Colau en Barcelona y Oltra en Valencia. Para hacernos una idea, solo En Marea, además de Podemos, participan Anova y Esquerda Unida, así como diferentes alianzas y agrupaciones ciudadanas, en En Comú Podem,  Iniciativa per Catalunya Verds, Esquerra Unida i Alternativa, Equo y Barcelona en Comú. Todas estas organizaciones, que no son Podemos, tienen sus votos y sus diputados. Sin ir más lejos, los que correspondan a las Izquierdas Unidas de Galicia y Cataluña, ¿a quién irán a parar, a Podemos o a Unidad Popular-IU? Y eso sin contar el lío que ya está organizándose sobre si esta variedad de organizaciones tendrá distintos grupos parlamentarios o no. Tampoco es difícil barruntar que tan abigarrado gentío será fuente de conflictos, enfrentamientos y problemas, como suele suceder con la verdadera izquierda. Eso son futuribles, cierto. Lo que no es futurible es que Podemos no tiene los votos ni los escaños que dice tener, que está apropiándose lo que no es suyo, como hace con todo, para disimular su obvio pinchazo electoral.

Vamos ahora a los propósitos que formulan los santos del retablo de El País. Rajoy, el de los sobresueldos, quiere formar gobierno, pidiendo el apoyo del PSOE y C's o, cuando menos, su abstención. Está en su derecho, pero no parece comprender que, con cuatro años de incompetencia, desgobierno, corrupción y latrocinio a sus espaldas y de los que es principal responsable político, todo el mundo está deseando perderlo de vista. Incluso en su partido en donde están convencidos de que es un lastre ignominioso. Hasta el encizañador mayor del Reino, Aznar, ha aparecido a fin de dar una patada en salva sea la parte a su ungido, aunque formalmente lo apoye para formar gobierno. Rajoy no es solamente un absoluto inútil sino también una vergüenza para su partido y su país que debió haber dimitido hace años. Si el PSOE, absteniéndose, permite que gobierne el presidente que más baja valoración ha tenido en la historia reciente, el que más ha agredido a los sectores débiles de la sociedad, los parados, dependientes, jóvenes, mujeres y jubilados, cavará su tumba. La idea de que deba gobernar el partido más votado es típica de una mentalidad franquista: de acuerdo con la Constitución solo puede gobernar el partido que tenga más apoyos parlamentarios. Para garantizarlo está la moción de censura constructiva y, mientras no derogue la Constitución, el de los sobresueldos tendrá que tragarla.

El PSOE no puede sino votar "no" a Rajoy. Después, ya tiene otras opciones porque él sí que puede formar parte de todas las coaliciones. Lo que sucede es que todas ellas tienen veneno. Una Gran Coalición (que será lo que Frau Merkel aconseje al PP) en España no sería tan bien recibida como en los países de Europa central y quizá provocara una crisis entre los socialistas. La única posibilidad de justificarla ante su propia militancia (y con la inclusión de C's) sería un gobierno de salvación nacional, para hacer frente al secesionismo catalán. Sería un error garrafal, pero es más verosímil que una Gran Coalición sin más excusa que la estabilidad institucional. Los socialistas pueden asimismo posibilitar un gobierno del PP con una persona distinta de Rajoy y su abstención. Eso equivaldría a abrir una etapa de inestabilidad y, al final, las elecciones nuevas serían inevitables.

También es posible mirar a la izquierda. Lo malo es que ninguna combinación de partidos de izquierda llega a la mayoría absoluta. La única posibilidad sería contar con el apoyo de los independentistas catalanes, lo cual apunta a una situación casi patafísica: un gobierno de España apoyado por dos partidos (CDC y ERC) comprometidos con la independencia de Cataluña. La campaña antisocialista acusados de vendepatrias no se haría esperar. En todo caso, esta posibilidad es remota porque no es que el PSOE esté dispuesto a pactar con partidos independentistas sino que no quiere ni oír hablar de referéndum de autodeterminación en parte alguna de España, que sería lo mínimo que le pediría ERC y con razón. Al menos con la misma razón que tenía el PSOE cuando en los años setenta reconocía ese derecho, en lugar de apuntarse servilmente al "una, grande libre" de la vieja oligarquía monárquica española.

Podemos aún no se ha enterado de que no ha ganado las elecciones y ha quedado en tercer lugar con 42 diputados y los flecos que le correspondan de las confluencias periféricas. Por eso Iglesias hace declaraciones verdaderamente cómicas como que admitirá nuevas elecciones "si no tiene éxito en su ronda de contactos", como si pudiera influir en algo en la formación de gobierno. Otra cosa será en apoyar o dejar de apoyar al que se forme. Aquí ya impone el referéndum de autodeterminación en Cataluña como condición para apoyar al PSOE. Palinuro aplaude la petición. Debió hacerla en las elecciones plebiscitarias de 27 de septiembre, en lugar de andar zascandileando. Ahora ya probablemente es tarde en Cataluña pero, además, es altamente improbable que el PSOE la haga suya. Debiera, si tuviese algo más de inteligencia y quisiera recuperar el terreno perdido en Cataluña, pero no lo hará porque está dominado por el espíritu nacionalista español excluyente típico de reaccionarios como Rubalcaba, Leguina o Bono. Si esta condición no se cumple y no hay coalición de Podemos y PSOE, no habrá alianza de la izquierda.

Ciudadanos ha perdido la escasa pátina de novedad y frescura que presentaba y el resultado electoral revela que no pasa de ser una organización de incierta procedencia, dudosa financiación, con toques de falangismo y anarcocapitalismo típico de la FAES. Su margen de actuación, con 40 diputados se limita a favorecer un gobierno del PP, el partido en el que Rivera militaba hace unos años.

Unidad Popular-IU, con sus dos diputados, no sale ni en los reportajes porque su opinión es irrelevante. Debiera entrar en un gobierno de coalición de izquierda, no por sus escaños, sino por una cuestión de principios sobre todo ahora que, reducido a la mínima representación, el PCE no puede hacer ya mucho trastorno y el país debiera encontrar algún medio de aprovechar un hombre como Garzón. No estamos tan sobrados de políticos honrados e inteligentes.

Para el caso de que el PSOE y Podemos llegaran a un entendimiento, el apoyo de los diputados catalanes independentistas es esencial pues, sin él, no habrá gobierno en España. El precio es conocido de sobra: el famoso referéndum. Y, la verdad, es difícil entender por qué el PSOE se niega rotundamente a dar tal paso. El temor de que, de propugnarlo, se pierdan elecciones en España no pasa de ser un supuesto que ya ha sido desmentido por Podemos. Hacer pedagogía con el carácter plurinacional del país y respetarlo reconociendo el derecho de autodeterminación de las naciones que lo componen no debiera ser tan complicado. Podemos lo ha hecho y no le ha ido tan mal.

En todo caso, de no constituirse gobierno en el plazo fijado por la Constitución, habrá que ir a elecciones nuevas. Es curioso que lo que se trata de evitar a toda costa en Cataluña acabe produciéndose en España. La prueba de que, a pesar de toda la fanfarria de la nueva era, en Podemos están escocidos con los resultados electorales es que, en el fondo, quieren repetir suerte en unas elecciones nuevas, a ver si, por fin, superan al PSOE y suplantan a la vieja socialdemocracia, que es su verdadero objetivo. Otra cosa es que lo consigan. No hay programa de manipulación de la Sexta, planeado con los del núcleo irradiador en un restaurante que ponga fin a 135 años de historia de un partido que puede tener un momento bajo pero los ha tenido muy altos.